No hay duda que Juan Manuel Santos es un mentiroso y de eso ha tomado atenta nota el pueblo colombiano. Los únicos que no están de acuerdo con dicha aseveración son aquellos que de una u otra manera están recibiendo prebendas de este gobierno, por cuenta de contratos, puestos o concesiones. Pero del resto, es casi imposible encontrar a un colombiano que crea que Juan Manuel Santos dice la verdad, aunque algunos salgan con la excusa manida de que como otros presidentes han mentido, él también tiene derecho a hacerlo.
Cuando Santos fue elegido presidente de Colombia en 2010 fuimos tajantes. El nuevo presidente debía centrar todos sus esfuerzos en mejorar las pésimas infraestructuras de transporte. A finales de los 90 Colombia era un país con un Estado fallido en amplias zonas de su territorio. Un país que estaba más próximo a Somalia que a Chile con señores de la guerra (guerrillas, paramilitares y narcotraficantes) dominando amplias zonas del país. La llegada de Uribe a la presidencia de Colombia logró darle una vuelta a esta situación. Con sus claros oscuros Uribe logró dotar al país de la seguridad que carecía, un pilar básico sin el cual no se puede construir una economía avanzada.
Tener coca significa tener poder; es ilegal y por lo tanto deja una cantidad enorme de dinero. Álvaro Uribe Vélez llega a la presidencia a mediados del 2002 cuando en Colombia habían aproximadamente 102.000 hectáreas de coca. Para 2010, cuando se retira, en el país quedan 62.000 hectáreas, redujo casi a la mitad los cultivos de coca.
Juan Manuel Santos recibe un país con aproximadamente 62.000 hectáreas de coca y para el 2016 había en Colombia 146.000. En este momento hay alrededor de 188.000 hectáreas.
Colombia, históricamente, ha sido un fortín contra el socialismo. Hay quienes dicen que la sociedad colombiana es “conservadora hasta los tuétanos”. Incluso, mientras en la región los países se contagiaban de la peste llamada “socialismo del siglo XXI”, nuestro país estaba eligiendo a Álvaro Uribe Vélez y su “mano dura” contra las Farc. También en Colombia, hace poco, a pesar de toda la propaganda política, de la maquinaria y las amenazas de que las Farc se tomarían el país como antes de que Uribe llegara al poder, ganó el no en un plebiscito que buscaba refrendar los acuerdos Santos-Farc.
El ámbito político no puede ser más desconcertante en el país que nos dejará el peor presidente de la historia de Colombia: el Congreso termina su legislatura como la organización publica más desacreditada del Estado colombiano, donde trabajó para un presidente impopular y se alejó de los verdaderos intereses del país, sin contar los innumerables escándalos de corrupción de muchos de sus miembros pertenecientes a los partidos de la unidad nacional; las altas cortes perdieron su independencia y se sumaron a la moda de la mermelada de contratos y puestos, instaurada por el gobierno de Santos y fueron un apéndice más de la corrupción política del presidente y los partidos afines al mandatario.
Este es el oscuro panorama que nos dejará el presidente más impopular de la historia, pero todo absolutamente todo podremos cambiarlo por un futuro mejor para Colombia en las elecciones de 2018. Si no nos equivocamos otra vez.