Hoy, enormes oleadas de turistas de todo el mundo pasan cada día por Cuba, registrando ávidamente con sus cámaras aquí y allá. Según la dependencia de turismo de la isla, se ha registrado en los últimos dos años una población flotante de aproximadamente 250.000 extranjeros cada mes. Y es que se piensa que todo cambiará radicalmente allí, luego de que el gobierno estadounidense plantara su enorme bandera de barras y estrellas en el mismísimo centro de La Habana. Yo me encuentro entre esa multitud expectante.
¿Pero por qué tanta agitación? ¿Acaso no es que en Cuba todo es pobreza, ausencia de democracia y los que aún viven allí es porque todavía no han logrado lanzarse al mar en busca de una vida mejor en Miami? Es la historia que hemos escuchado durante cincuenta y siete años. Pero Cuba sigue ahí. Plantada en medio del Caribe, pequeña, solitaria con su revolución, tan cerca y desafiante frente al poder del imperio. ¿Es esto lo que causa cierta inenarrable fascinación a canadienses y europeos, los mayores contingentes de turistas? Más aún, ¿Cómo ha logrado sostenerse “eso” que se llama Revolución? Sin embargo, si tratamos de comprender esta situación histórica y humana excepcional, habrá que ver más allá de las edificaciones derruidas que tanto gustan de fotografiar los turistas.
La mirada arrogante…y ¿falsa?
Una mirada desprevenida acerca de lo que viven y sienten los cubanos no deberíamos hacerla desde nuestro pedestal de clase media latinoamericana. Esto porque en Cuba las cosas son muy, pero muy diferentes. Es que llegamos a pensar que aquello que creemos y sentimos es la mejor y absoluta manera. Hacemos la vista gorda a la existencia de una pobreza dolorosa en nuestros campos y ciudades. La pobreza de otros. Mimados por la vida, con pletóricas tarjetas de crédito, hipoteca galopante, intereses del auto último modelo, predial, valorización, en fin, la abundancia y la felicidad a debe. Los cubanos no tienen deudas, allí nadie vive de la usura. En Cuba tampoco hay zonas rosas con almacenes de grandes marcas, ni vallas luminarias, ni McDonald’s, ni KFC. Tampoco hay una clase media tal y como la conocemos y, tampoco, la verdad, hay una clase adinerada en grandes mansiones que haga una gran brecha en los ingresos de la población. ¿Entonces? ¿Todos son…unos pobres?
“Pobres” mimados en medio de la escasez
¿Quién los mima? El Estado. Y no se trata de ese algo difuso, ajeno, que la gente ha terminado por llamar despectivamente “los políticos”. Y es que sucede que en aquellos proyectos de gobierno que comparten a los desposeídos algo de la riqueza nacional, el Estado se hace visible para todos. Es así que estos gobiernos pueden ser fácilmente desacreditados como dictatoriales o de culto a la personalidad. En verdad, tendríamos que aceptar que en ocasiones a algunos se les va la mano, pero por otro lado, nada se ha dicho de los once años de la Thatcher o de los diez años que ya completa la Merkel. Saliéndonos de la cartilla de buenos demócratas, tratemos de volver los ojos a los secularmente desposeídos: indígenas, mulatos, zambos, mestizos, en fin todos los marginados en conquistas y colonias. Ahora, los invito a mirar desde su punto de vista, porque ellos son los protagonistas de la historia que sigue.
Ese algo que se llama Revolución
En el amanecer del año nuevo de 1959, un grupo de osados jóvenes barbudos, al frente de una multitud de desposeídos, irrumpe en La Habana, echando a perder la gran fiesta del dictador Batista y sus amigos, entre ellos varios adinerados estadounidenses. Para llegar hasta allí, el camino había sido cruento y lleno de vicisitudes.
Ese grupo de barbudos había salido de México hacia la manigua de la Sierra Maestra tres años antes, con una sola idea en la cabeza: expulsar de su país la dictadura de Batista, a los expoliadores estadounidenses y a todos los que habían hecho de Cuba una especie de burdel para el saqueo. La idea se realizó para hacer justicia a los otrora integrantes de la servidumbre. Por supuesto, tremenda hazaña debió causar temor en los círculos de poder del mundo entero y admiración y esperanza en otros sectores de la población. Sin lugar a dudas, la Revolución Cubana marcó un hito histórico. Una revolución que se parece poco a otras que han sido.
Hoy, luego de cincuenta y siete años, el propósito de la revolución cubana se mantiene prácticamente intacto. Esto, a pesar de que bien pronto, la distribución entre todos los cubanos de una producción nacional limitada tropezó, en 1960, con el embargo económico y financiero de los E. U. En esta forma de bullying, se ha empleado la influencia y las zancadillas para que ninguna empresa internacional venda o intercambie con Cuba. Si bien esta medida de fuerza no ha asfixiado a la revolución, si consiguió crear una situación de permanente escasez a los cubanos, la que ahora se ha exacerbado por la devaluación del peso cubano frente al dólar y al euro. Esta permanente escasez ha sido una y otra vez aprovechada por la propaganda en contra de la revolución y de sus dirigentes, además ha alimentado una oposición interna que aún subsiste.
Aunque todos los cubanos poseen calificación profesional o técnica, puesto que los jóvenes tienen acceso gratuito a los estudios superiores, además que todos en Cuba tienen trabajo, los sueldos que devengan son asombrosamente bajos. Si uno pregunta a cualquier cubano cuánto gana, le llamarán la atención dos cosas. Una, que los salarios son similares, con pequeñas brechas cuando se trata de cargos de responsabilidad. Dos, asombra que un cubano pueda vivir con esa pequeña suma. Pero, la solución del enigma está en la esencia misma de la revolución. Los cubanos reciben del Estado los servicios básicos que a nosotros nos cuestan tanto. Veamos esto rápidamente, teniendo en cuenta que aquello que enumeraré a continuación se basa en registros de las Naciones Unidas, el Banco Mundial, la Organización Mundial de la Salud, el Fondo Mundial para la Naturaleza (WWF), los Ministerios de Educación de Cuba y Colombia, además de observaciones y testimonios directos.
En Cuba cada trabajador recibe mensualmente una ración de alimentos consistente básicamente en arroz, fríjol, carne de pollo, aceite, azúcar, pan. No es suficiente, pero representa un subsidio alimentario. Debido a la escasez de vivienda, varios miembros de la familia viven juntos y todos los que trabajan reciben ración. En los lugares de trabajo hay restaurantes a precios bajos. Todos los adultos mayores tienen pensión de vejez y los niños van desde el primer año al jardín de infancia en donde reciben alimentos cuidadosamente balanceados. No hay allí niños desnutridos, como lo destacara la Unicef. En Cuba no viven la vergüenza por niños que mueren de desnutrición.
El término parafiscales no existe en el léxico cubano. Allí el acceso a la salud es gratuito y de buena calidad. Mientras en Colombia, por ejemplo, por cada 1.000 habitantes hay 1.5 médicos, en Cuba por cada 147 habitantes hay un médico. Recientemente el Banco Mundial ubicó a la educación básica primaria de Cuba como la de mejor calidad en Latinoamérica, en un país que cuenta con 295.000 docentes, en tanto que Colombia con casi cuatro veces la población cubana, tiene 320.000.
Así las cosas, el salario de los cubanos se destina a completar los alimentos del mes, al servicio de electricidad y agua potable a bajo costo, al transporte con unos cuantos centavos y un 5% por toda la seguridad social que reciben. Lo que ha sucedido últimamente es que el aumento del 17 % en el turismo y la devaluación del peso han incrementado el precio de los alimentos de manera considerable. Aunque la economía es altamente planificada, el papel de los pequeños productores agrícolas en el incremento de la producción ha sido importante. El gobierno concedió tierras en usufructo gratis a todos los que quisieran trabajarla y, en muchos casos, estos productores se han asociado en cooperativas apoyadas por el Estado. Pero si el bloqueo de los Estados Unidos ha causado enormes perjuicios, paradójicamente también ha acarreado una ventaja: La Revolución Verde no llegó a Cuba, en los campos cultivados de la Isla no se emplean agroquímicos. En su lugar, los cubanos han aprovechado los desechos de la ganadería y la agricultura, al punto que Cuba ha sido reconocida por su producción agrícola sostenible y por ser el país que más ha incorporado zonas boscosas en su territorio, de acuerdo con el WWF. Sí, la verdad, esta revolución ha configurado un modo de vida excepcional, que quizá no hemos dimensionado sociológicamente por estar imbuídos de tantos prejuicios propagandísticos.
Unos logros excepcionales
Seguramente muchos nos preguntamos ¿Qué hay de los grandes logros en investigación médica? Para saberlo hay que indagar, pues a diferencia de quienes hacen de la enfermedad un gran negocio con rutilante publicidad, la investigación médica cubana avanza sin grandes aspavientos. Dolencias tan complicadas como el vitiligo, la psoriasis y la retinosis pigmentaria, para las cuales por lo general no se ofrecen tratamientos satisfactorios, en Cuba vienen tratándose de manera prometedora. Y aunque el Banco Mundial registra que en Cuba el ingreso per cápita es un poco menor al promedio latinoamericano, no obstante, su expectativa de vida de 79 años es la más alta de la región.
Quizá uno de los logros más típicos de la revolución es que la juventud cubana se encuentra alejada de la droga y la delincuencia. No hay robos ni atracos, y como manifestara un transeúnte a quien preguntáramos por este aspecto: “aquí todo el mundo se siente seguro”. Pero hay algo adicional para destacar, más si se tiene en cuenta la gran afluencia de turistas de todas las procedencias: no hay prostitución en Cuba, al menos no visible. Permanentemente las calles de La Habana y otras ciudades son patrulladas. Se habla de la desconfianza que suscita en la policía cubana aquellos encuentros que parecen transacciones entre turistas y miembros de la juventud. De muchas formas, lo jóvenes cubanos disponen de innumerables actividades deportivas y culturales, poseen celulares y cuentan con acceso a internet y a televisión por cable con canales internacionales, incluyendo algunos USA.
En suma, los cubanos no sienten el temor de un día quedarse sin empleo y, de pronto, no tener nada para vivir cada día, una situación que no conduce a nadie a la indigencia. Es por esto que para los cubanos el Estado es tan cercano. ¿Cuántos de nosotros sentimos lo mismo? ¿Un Estado que está ahí para protegernos? ¿O será que sólo sabemos de él cuando debemos pagar impuestos? ¡Pero ojo! A pesar del seguro a la subsistencia básica, por otro lado, los cubanos han tenido que pagar un alto precio por su revolución.
Un vecino incómodo que no perdona
Cualquier día, caminando por un barrio de casas maltrechas, encontramos a Antonio Quesada, un mulato alto y espigado, sentado en la puerta de su casa, remendando uno de los zapatos de su nieta, en medio de una parsimonia envidiable. De joven fue estibador en el muelle. Cuando le preguntamos si querría irse de Cuba, fue perentorio: “No, yo quiero vivir y morir aquí”. Es una forma de felicidad simple, es estar en paz. Más allá, en uno de los miradores hacia el malecón, un veterano de guerra recibe pequeñas pagas por organizar los autos de quienes llegan allí. “-¿No tienes pensión? -Pero por supuesto, esto es para comprar las cosas que necesita mi mujer, para consentirla con su champú, sus cosméticos. -¿Querrías irte de Cuba? –Solamente de viaje”.
Sin lugar a dudas, la afrenta de una revolución en el patio trasero de Estados Unidos ha signado su política interior y exterior, tanto como la de Cuba, durante la Guerra Fría y aún después de que la Isla quedará sin el protectorado de la Unión Soviética, a comienzos de los noventas. En el transcurso de este conflicto, se ha formado algo así como una marca existencial en el corazón de los cubanos. Para ellos, el exilio en Miami ha sido una permanente piedra en el zapato. Mientras sus dirigentes han debido mantenerse a la defensiva, cuidando celosamente los logros de una revolución tan duramente alcanzada, ellos han tenido que soportar el descrédito por una supuesta ausencia de libertad. Entonces, yo me pregunto por la democracia en un país como Colombia, en donde una empresa de energía, recurso de todos los colombianos, se vende a una multinacional en contra del clamor de las mayorías. Y en donde cada vez es más ostensible que hay prensa sólo para ciertos intereses. En fin, en donde tienes libertad para comprar lo que quieras, comer lo que quieras, estar en donde quieras, eso sí, si tienes con qué. Pero a los cubanos, por todos los medios se les ha hecho creer que son una suerte de damnificados, que deben lanzarse al mar para encontrar libertad en el Nirvana de las luminosas estanterías de Miami.
El que quiera… puede irse
Hoy, el desvelo de muchos en el mundo por el sueño americano es también el desvelo de muchos cubanos. En todos los casos, aquí y allá, la traba son los costos de la travesía. Si tienen con qué, los cubanos pueden viajar a donde quieran. En Cuba nunca hubo un infranqueable muro para quienes se fueron, y si por años no pudieron enviar sus remesas o viajar a la Isla, la traba era el bloqueo. Si examinamos los registros históricos veremos que las puertas de Cuba no han estado cerradas como se nos ha hecho creer. En 1965, el gobierno de la Isla dispuso que el puerto Camarioca estaría abierto para que los exiliados en Miami vinieran a recoger a sus familiares. Entre diciembre de 1965 y abril de 1973, estuvo vigente un acuerdo entre los gobiernos de Cuba y Estados Unidos para que diariamente salieran dos vuelos llevando isleños hacia el continente americano. Fue el gobierno estadounidense quien suspendió estos vuelos. En 1980, de nuevo el gobierno cubano abrió el puerto de Mariel para que los exilados en Miami pudieran viajar a la Isla a recoger a “todo el que quiera irse”. Fue el gobierno estadounidense quien trabó una cuota de expedición de visas a los cubanos, a la que se había comprometido con los dirigentes de la Isla. Lo que no se dice es que una gran parte de la opinión pública estadounidense nunca ha visto con buenos ojos la inmigración cubana a su país. Algunos piensan que la presión por hacer sentir infelices a los cubanos, pudo ser la causa del incremento de suicidios en la Isla durante 1981.
¿Qué sigue? El temor de muchos
Nos trasladamos en un auto Ford 58, impecable y perfumado. Lo conduce un chico con gafas Ray Ban y camiseta Hugo Boss. Tiene la posibilidad de un salario profesional pero eligió buscar un mayor ingreso alquilando un auto para trasladar turistas, pagando una renta al Estado. “Todo aquí es del Estado”, dice con disgusto. Entonces me pregunto: ¿En mi país de quién son las cosas? Bueno, las personales… algunas ya son mías y otras están en prenda con los bancos. ¿Y quiénes son los dueños de las cosas grandes? ¿Los conozco? Sabemos que son unos pocos que a veces salen en revistas como Forbes.
Pero, sí, estos chicos tienen sus razones para sentir que algo les falta, que se están perdiendo de algo que tienen “los de afuera”. Hacen parte de esa confusa tendencia política que contagia a América Latina: la ansiedad por “un cambio” aunque no sepan claramente hacia dónde y a cambio de qué. Además ¿Qué le pasó a los dirigentes cubanos que se les está cayendo la casa? Si no fuera porque bulle la gente en las calles, podría pensarse que algunos barrios forman parte de ciudades en guerra. Aunque los cubanos se las arreglan para que dentro de las derruidas fachadas, en donde habitan más personas de lo que se debería, haya un hogar limpio y ordenado, la situación debe ser agobiante. Al comienzo de la revolución sólo se expropiaron las grandes mansiones de los que huyeron. Hoy, las casas son de los viejos y los jóvenes. Ni a ellos ni al Estado parece que les ha sobrado para repararlas.
Ya se ven obras de restauración de edificaciones públicas de bella arquitectura, pero seguro habrá que demoler mucho para dar paso a altos edificios de apartamentos. Los temibles inversores inmobiliarios deben estar al acecho. Por otra parte, en Cuba hay una nutrida red de carreteras en buen estado, algunas troncales de varios carriles, ya que el intercambio interno de productos es muy dinámico.
A partir del 2.000, consorcios chinos y canadienses comenzaron a participar en empresas mixtas, para la explotación de las grandes reservas de níquel y cobalto que posee la Isla. En estas empresas se comparten utilidades y tecnología con el gobierno cubano. No hay contratos de cesión. Además, se ha comenzado un gran proyecto con la firma brasileña Odebrech para construir una zona de libre comercio y un puerto de hasta un millón de contenedores. En todos estos casos, el gobierno cubano tiene el control: trabajo calificado cubano, monto de salarios. Hay un comercio activo con China, España, Italia y Chile, sobre todo para suministros del turismo y ya ruedan por las calles muchos autos nuevos.
La revolución cubana la han vivido tres generaciones. Los más viejos saben que ganaron aquello que antes no tenían, sus hijos crecieron conociendo lo que ahora ellos tienen y que les faltó a sus padres en la niñez. Y los nietos…bueno, los nietos, casi todos piensan en lo que les falta. Recordemos que las terceras generaciones de las revoluciones han sido por lo general un factor altamente desestabilizador. Pronto se extenderá el internet a los hogares y los jóvenes accederán a muchos mensajes encontrados.
Fidel, la figura emblemática de la revolución acaba de cumplir 90 años, su hermano Raúl, dicen algunos, se ha rodeado de integrantes de la vieja guardia, luego de que algunos jóvenes fallaran. Pero seguro debe haberse previsto un relevo que afronte los cambios por venir. Porque acaban de abrirle la puerta al incómodo vecino, quien ya está allí muy instalado. ¿Cómo van a ser las relaciones con quienes se mueren por invertir en la isla? Los grandes inversionistas están por entrar, ojalá no vayan a ponerse la casa de ruana. Porque los conocemos bien.
Los dirigentes cubanos saben que deben quitarse la talanquera de los Estados Unidos, ampliar el comercio, aumentar la productividad, refaccionar la casa y aliviar la situación de escasez. Si esto se logra, posiblemente aflojarán la defensiva y abrirán las compuertas que desean los opositores internos. Mientras tanto, los gobiernos estadounidenses estarán diciendo que ellos llegaron a salvar a los cubanos, a devolverles la libertad.