Desde que Carlos “Jaricho” Valderrama, su papá, murió en agosto del 2016, cada vez se ve menos al Pibe en Santa Marta. Cuando el viejo vivía podía verse ocasionalmente al Mono jugando un partido de desenguayabe en la cancha de Pescaíto en dónde él, y alguno de sus familiares, como su primo Didi Alex Valderrama, o su hermano Ronald, arrancaron en el fútbol. Pero de un tiempo para acá Carlos se viene a su ciudad lo hace casi de incógnito, sin visitar a los amigos, sin darse un baño de pueblo. Y eso, a los ídolos, la gente no se los perdona.
El fervor que siente el Pibe por Cartagena es algo que ofende a los samarios. El Pibe es tal vez el hincha más representativo, después del difunto Edgar Perea, del Junior. Valderrama comenzó en el profesionalismo vistiendo la camiseta del Unión Magdalena. Aunque el que lo descubrió a los 18 años fue Rubén Deibe, fue Oscar Julián Retat, emblema del Unión, quien le dio la oportunidad de debutar en un partido profesional en 1981, cuando tenía 20 años. Su paso en el equipo de su tierra le permitió irse a Bogotá, a trabajar a las órdenes de Jorge Luis Pinto con Millonarios. No le fue bien, pero con el Cali de Julio Comesaña, en 1986, al lado de Bernardo Redín, formó una dupla que hizo historia. El resto es leyenda.
Pero fue en Barranquilla donde despuntó, sobre todo en 1993, cuando le hizo el famoso pase al nene Mackensei que le dio el título al elenco Tiburón en el último minuto. Por esas gestas, y sus partidos con la selección en el Metropolitano, Valderrama es considerado un hijo de la Arenosa. En Santa Marta casi no tiene inversiones, todos sus recursos están es en Barranquilla, bajo la sombra de los Char. Vendedores ambulantes, y los samarios raizales, le reprochan eso al Pibe. Hay ídolos samarios, como Carlos Vives, que dejaron algo en esta tierra, fundaciones, negocios, amigos. En Playa Blanca, por ejemplo, es común que Vives pase en su Kayak saludando desde lejos a los bañistas. Tiene una cabaña en el sector de Belo Horizonte a donde se desconecta cada vez que su apretada agenda se lo permite. Pero el Pibe cortó las amarras y todos sus negocios se centran en Barranquilla. Además la gente cree que podría hacer un poco más para que el Unión Magdalena no vive los años penosos que le ha tocado vivir en la Segunda División del fútbol colombiano.
Ídolo en todo el país, paradójicamente en su ciudad, donde incluso le tienen una estatua afuera del estadio, es cuestionado. Con el Pibe se aplica el famoso refrán de “Nadie es profeta en su tierra”.
