Ver a los chicos expulsando rabia de sus bocas no es algo que guste, pero en un mundo donde solo quien grita es escuchado, ellos lo hacen muy bien: los llamaré Greta fans. Ellos son miles de niños que sin pedir permiso a nadie convirtieron el viernes en un día sin escuela, arrastrando con ellos a quienes deberían impedir su acto: sus padres e incluso sus maestros.
Justo es decir que en un sistema educativo arcaico no hace mucho daño que los niños dejen de asistir a la escuela un día, y qué mejor que lo hagan en colectivo y sin los mayores llenando sus cabezas de información errada. Ellos van a lograr hacer algo que les estamos impidiendo: soñar y empoderar.
No fue de mi agrado ver a Greta Thunberg dar un discurso tan agresivo. La verdad, esperaba unas palabras más serenas y pletóricas de soluciones como las que Severn Suzuki, con solo 13 años, pronunció en Río en 1992. Sin embargo, él más allá de ganar premios y reconocimientos, no caló en el espíritu de su generación al punto de generar un empoderamiento en los niños como el que ahora se está viendo alrededor del mundo.
Y quizá eso que no me gusta, esa violencia expresada en palabras, es la causa del efecto sobre sus compañeros de generación. Y no me gusta porque si el universo evoluciona debería ser hacia la paz, pero si para ser escuchado hay que ser agresivo tal vez es que la evolución no está tocando a nuestra raza humana. No doubt the universe is unfolding as it should¹. El hombre lucha supuestamente para salvar a un planeta que no necesita serlo, mientras se autodestruye a pasos acelerados.
Ahora bien, lo que Greta dice se viene repitiendo hace años de muchas maneras, algunas veces acompañadas de acciones. No obstante, a quienes ella se dirige la escuchan fuerte, claro y en su idioma, porque no son los gobernantes o poderosos sino los niños del mundo. Su eslogan “My message is that we'll be watching you” subliminalmente significa “ustedes no están viendo lo que hacemos” porque se están tomando el mundo cuando apenas van a llegar a los 18.
Ellos no serán los millennials que crecieron viendo televisión, que fueron a la universidad porque sus padres los financiaron y que ahora hacen la revolución del like. No, estos chicos ni siquiera consideran necesario ir a la escuela. Y aunque ella dice “I shouldn't be here, I should be in school”, está ahí, en la tarima, arengando con sus compañeros, siendo vegetariana para evitar la producción de carne y su efecto invernadero, y sensibilizando a Pierre Casiraghi, el millonario heredero del Principado de Mónaco, para que le preste su bote ecológico sin emblemas publicitarios para cruzar el Atlántico.
Sí, ella está gritando y el mundo adulto se polariza como siempre. Las redes consumen bytes con memes y rechiflas, así como apoyos y likes. Sin embargo, ella sabe que quienes realmente la están escuchando y están transformando su discurso en acciones son quienes legalmente no deberían tener Facebook o Instagram; contextualizando a nuestro medio, un Bolívar recogiendo llaneros y convirtiéndolos en valientes soldados para arrasar con todo lo que se les presente a su paso.
No me gusta su voz quebrada y puede que esté equivocada como dicen, exagerando lo que predica. No obstante, sí me gusta lo que logra: empoderar a los niños, estimulando su capacidad creativa para hacer un mundo mejor para ellos, creando un legado de verdad.
Puede que esté equivocada, pero más que nosotros los adultos no creo.
¹ “Sin duda el universo marcha como debiera” — Desiderata, Max Ehrmann.
