Luego de la Feria Internacional del Libro en Cali, se puede recuperar una frase muy famosa y verdadera “Éramos felices y no lo sabíamos”… todo porque fueron días donde la ciudad respiró otro ambiente, al menos en la zona escogida no se sintió la polarización política, hubo seguridad y, sobre todo, hermandad.
Esta feria se levantó en el Paseo Bolívar y en el Bulevar del Río, en pleno centro de la ciudad y decenas de personas, incluyendo muchos extranjeros y visitantes de otras ciudades y regiones, la recorrieron a diario.
Las salas de conferencia estuvieron concurridas, incluyendo aquellas cuyos conversatorios fueron programados a las 12:00 del día, cuando se supone que “el almuerzo manda y el estómago ordena”. Ejemplo, el psicólogo, catedrático y escritor Oscar Suárez, quien se sorprendió al comenzar ante unas 5 personas y al poco rato ya tenía a más de 50. Su conversatorio lo tuvo que extender hasta después de la una, cuando estaba programado para 30 minutos máximo. Estaba presentando un libro sobre el desafío de ser madre. Llovieron preguntas y respuestas. Fue uno de los libros más comprados.
Tuve oportunidad de recorrer este oasis y sumergirme en él, al final, ratifiqué que Cali nunca debió archivar su Festival Internacional de Arte, en el que se daban cita la literatura, las artes plásticas y otras expresiones. Era organizado por la Fundación para la Promoción de las Artes de Cali /Proartes, con doña Amparo Sinisterra de Carvajal a la cabeza. La Casa Proartes solía convertirse en un hervidero, al igual que los otros escenarios.
En el Festival Internacional de Arte de Cali tuve la fortuna de conocer y escuchar un conversatorio del iluminado de El Túnel Ernesto Sabato, a los hermanos Hernando y Luci Tejada, a Maripaz Jaramillo, Oscar Astudillo a muchos más, incluyendo a la sorprendente Nélida Piñón, brillante escritora brasilera que vino a recibir el Premio Norma de Literatura.
Por esos días en Cali todo cambiaba: la gente iba de un lado a otro en plan cultural, al punto que en ese ambiente tan especial se abrió paso la compra de la sede de la antigua FES para convertirlo en el Centro Cultural de Cali, un complejo hermoso, premio nacional de arquitectura.
Encuentro clave
Volviendo al encuentro con los libros, escritores y analistas pude entrevistar a Ronal Mayorga, secretario de Cultura de Cali, entidad organizadora en alianza con la Universidad del Valle. “Este tipo de eventos son oportunidades de grandes encuentros, de reencontrarnos luego del encierro obligado por la pandemia por Covid 19, el paro y demás hechos que lo rodearon. Fueron días en que nos volvimos más individualistas, donde nos temíamos unos a los otros, y la Feria del Libro de Cali vuelve y nos convoca al reencuentro”, dijo tras haber presentado un compendio parcial sobre el Festival de Música del Pacífico Petronio Álvarez.
También expresó que este tipo de eventos “se deben conservar, son sumas de ideales, es un proceso de ciudad que se debe engrandecer y cuidar por el bien de Cali y sus gentes”. Agregó que “estos encuentros posibilitan oportunidades en momentos en que la gente está que se habla, que se escribe, que se pinta, la gente está que libera muchas cosas y la ocasión es propicia”.
Concordamos en considerar que Cali, a lo largo de su historia, ha encontrado en eventos culturales la catarsis necesaria para superar momentos difíciles, fue así como la Feria surgió como estrategia de recuperación tras la fatídica explosión de 1956; el auge de las orquestas siguió a las grandes migraciones del Pacífico y ahora se engrandece la Feria del Libro de Cali.
Este tipo de encuentro, en sus palabras, además de un desahogo necesario, sirven para exorcizar los malos momentos, las coyunturas complicadas. Junto a la Feria del Libro de Cali emerge el Festival de Música del Pacífico Petronio Álvarez, el cual es mucho más que música, son familias y coterráneos que se vuelven a ver, son pueblos que se mueven y cruzan los manglares, las serranías y todo aquello que los separan.
Un oasis vivo
Decenas de libros estaban a la vista, para todos los gustos y tendencias y entre los más consultados y vendidos estuvieron aquellos de crecimiento personal, literatura universal, ensayos y libros relacionados con el conflicto y la paz en Colombia, sin olvidar las grandes entrevistas y los perfiles.
Entre las temáticas más buscadas estuvieron libros dedicados a mensajes religiosos y a líderes de este orden, como el Papa Francisco, el mismo Dalai Lama, Juan Pablo II, la madre Teresa de Calcuta.
En medio de esta avalancha de libros hubo momentos muy curiosos, entre ellos el escultor en madera Jesús Barándica, quien contó que lleva más de 40 años buscando quién le publique su libro “Ríos de sangre”. Agrega que “he caminado, hasta descalzo por los ríos de sangre en que se han convertido nuestras ciudades, nuestros pueblos y nuestro país en general”. Tiene más de 80 años y lleva su manuscrito con la esperanza de publicarlo. Su trasegar podría ser otra novela o un cuentro literario.
Les hablé de la sorpresa que se llevó el psicólogo Oscar Mazuera ante tanta concurrencia y resultó mayor cuando se dio cuenta del amplio conocimiento que varios de los presentes tenían de su libro “Orientaciones prácticas para la mujer que va a ser madre”.
Tal libro no es una recopilación de recomendaciones, sino una aproximación a grandes responsabilidades y desafíos. De sus páginas surgen debates y aproximaciones de todos los calibres, al punto que el conversatorio se extendió mucho más de lo previsto…y eso que varios brazos se quedaron levantados esperando oportunidad de intervenir.
Por las distintas carpas fueron pasando ponentes y asistentes que se olvidaron de las presiones políticas, de la violencia y la inseguridad. Sin duda que la Feria Internacional del Libro de Cali al momento de los balances tendrá que apartarse de las cifras y dar paso a sus beneficios desde lo emocional para una ciudad que viene del enclaustramiento por pandemia y mucho más.
En las distintas ciudades del Valle se han tenido encuentros que han permitido que los ciudadanos se expresen, que rompan barreras y por eso las ferias, festivales y carnavales tienen que ser vistos más allá de simples rumbas, son oasis en medio de las tensiones y las polarizaciones.