Marx y Engels explicaban y defendían al socialismo, al comunismo, como se quiera llamar hoy en día, como indispensable para el desarrollo de una sociedad más equitativa, menos inicua.
No se equivocaron al concebir su modo de gobernar en el mundo. Solo con justicia social, compartiendo riqueza, será la única manera de sobrevivir en el planeta, sin seguir matándonos por el oro, como se viene haciendo.
Hemos sido incapaces de ser civilizados en la dimensión que se amerita.
Cuando usted gane la presidencia, los ambiciosos con EEUU a la cabeza crearán y financiarán protestas, procurarán desencadenar el caos interno.
Aunque ya somos millones de ciudadanos en todo el orbe, consecuentes con la dignidad humana prestos a la protesta y a defender principios.
Pero la "ayuda humanitaria " en países no sumisos, comenzará a escasear. Y si no se imponen a sangre y fuego, sus designios, les queda la banca, espionaje, mercenarios infiltrados.
Y aún pretenden revertir gobiernos con corte socialista financiando protestas y vandalismo. Pero el problema es que ya somos muchos: Cuba, Nicaragua, Venezuela, Bolivia, Perú, Honduras, México, Argentina, Chile, Uruguay, seguramente Colombia y Brasil este año.
Sus tentáculos llegaron a nuestro país hace más de cien años y se apoderaron de todo: el petróleo, el carbón, el níquel, el oro. Y vienen por coltán, cobre y platino.
Son saqueadores y asaltantes por naturaleza. Y cuando usted hable de replantear el TLC que lleva diez años, es bien probable que intenten presionarlo con las fake news, imágenes prefabricadas, inunden las redes de mentiras y generen pánico económico ( nuestra extrema derecha brinda gustosa sus medios de comunicación).
Un ejemplo bien reciente fue Bolivia, que con calma, modestamente, sin gritar, nacionalizó el litio y sus riquezas. EE.UU no podía tolerar tal osadía. Le montaron un golpe de Estado y sacaron a Evo Morales; pero sorprendente y admirablemente, organizó la resistencia, hubo nuevas elecciones y ganaron con solvencia.
Así que cuente con apoyo popular, con mayorías llenas de entusiasmo, porque ya es imposible defender el capitalismo a ultranza, que fracasa irremediablemente en todo el mundo.
Ese modelo depredador y excluyente es el que usted, Gustavo Petro Urrego, puede cambiar con el apoyo de algunos empresarios ricos e influyentes. No será fácil, pero es bien factible.
Si seguimos destruyendo todo lo que signifique inversión social, derechos humanos, calidad de vida; si no cerramos las brechas enormes que generan el hambre de 1200 millones de seres humanos; si seguimos gastando en armas sin medida alguna e imponiendo por la fuerza; si pretendemos arrasar y sojuzgar, excluir al diferente, aprovecharnos del más débil, del ignorante, estamos ad portas de desaparecer como especie en unos doscientos años, siendo muy optimistas.
Espero fehacientemente que no seamos inferiores frente a las expectativas enormes que nos hemos propuesto en este instante crucial para los destinos de cincuenta millones de colombianos.