La sanción de la Superintendencia de Industria y Comercio a Uber por competencia desleal y la amenaza de Uber de dejar de operar en Colombia por esta sanción desató un debate nacional sobre la regulación que deben tener las plataformas tecnológicas cuando entran a operar un servicio dentro del Estado. Pues bien, esta problemática despejó cualquier duda sobre una defensa que hace el capitalismo sobre el mercado: que el mercado debe regular la economía.
Como se ve, eso no es verdad. Si bien es cierto que en una economía de mercado la decisión de qué se produce, cómo se produce y para quién se produce la resuelve el propio mercado mediante la oferta y la demanda y viceversa, es el Estado el que debe regular de manera justa, equilibrada y leal el bien o servicio que se produce. El mercado en sí mismo no es justo, ni es equilibrado y no es leal. Y el caso más fresquito para demostrar eso es precisamente el de la plataforma de transporte: no es justo que Uber, como empresa tecnológica, entre a operar en Colombia un servicio público de transporte sin cumplir los mismos requisitos que deben cumplir otras empresas de servicio público, como la de los taxis amarillos; por lo tanto, Uber rompe con ese equilibrio que debe haber para todos, en el sentido de no cumplir con las misma reglas; y es no es leal, que Uber pretenda tener ese “privilegio” dentro del Estado de no ajustarse a las mismas reglas que las demás empresas deben cumplir. Es decir, Uber quiere operar en una economía global pero imponiendo sus “propias leyes”, queriendo estar por encima del Estado y sustituyendo al mismo Estado; la tentativa de Uber de dejar operar en Colombia porque no le permiten ese “privilegio, imponiendo sus propias “leyes”, lo demuestran.
El Estado se creó precisamente como un ente que está por encima de cualquier individuo, de cualquier empresa, es impersonal, para regular todas las relaciones que originan esos individuos y esas empresas en un territorio determinado; que tiene una Constitución de obligatorio cumplimiento para todos sin ninguna distinción; que tiene unos poderes que equilibradamente hacen cumplir esa Constitución, poder que permite regular la economía de manera justa, equilibrada y leal. En este sentido, Uber no puede pretender decidir qué vehículo, de la noche a la mañana, puede “convertirse” en transporte de servicio público, qué tarifa se debe cobrar y qué requisitos se deben cumplir. ¡Absolutamente no! Uber no es el Estado, ni puede sustituir al Estado. ¡Que no sean pretenciosos!
Empresas como Uber, con esa pretensión, quieren aplicar una regla del capitalismo salvaje que dice “que el mejor gobierno es el que gobierna menos”. Porque en el capitalismo salvaje se busca el lucro por el lucro, y en esa voracidad de buscar a toda costa ese lucro este tipo de empresas van destrozando el valor de los justo, van rompiendo equilibrios, inclinando la balanza a su favor, actuando con deslealtad…Y en ese contexto quieren un gobierno marginado, que no regule, que “deje hacer y deje pasar”; que gobierne menos, porque es “el mejor” para ellos.
En un artículo titulado Después del neoliberalismo, Joseph E. Stiglitz, Premio Nobel de Economía en el año 2001, decía que “el experimento neoliberal —impuestos más bajos para los ricos, desregulación de los mercados laboral y de productos, financiarización y globalización— ha sido un fracaso espectacular”. Porque el neoliberalismo ha sido muy injusto, deshumano y ha incrementado la riqueza de los de más arriba. Pero quiero enfatizar es sobre la “desregulación de los mercados laboral y de productos (yo le agregaría también de servicios), como componentes de ese fracaso ¿Por qué? Porque precisamente empresas como Uber quieren todavía imponer esa receta de la “desregulación”, en la cual se quieren reducir hasta la más mínima expresión las normas que regula las actividades económicas, como la prestación del servicio público de transporte, y que sean “las fuerzas del mercado” las que determinen eso.
No, señor, hay que reiterarlo, es el Estado el que debe regular de manera justa, equilibrada y leal el bien o servicio que se produce; el mercado en sí mismo no es justo, ni es equilibrado y no es leal. Por eso comparto lo que plantea el señor Stiglitz en su artículo, hay que avanzar hacia un capitalismo progresista que esté fundado en cuatro cimientos. El primero de ellos “es restablecer el equilibrio entre los mercados, el Estado y la sociedad civil. El crecimiento económico lento, la creciente desigualdad, la inestabilidad financiera y la degradación ambiental son problemas nacidos del mercado y, por lo tanto, no pueden ser resueltos, ni lo serán, solo por el mercado. Los gobiernos tienen la obligación de limitar y delinear los mercados a través de regulaciones ambientales, de salud, de seguridad ocupacional y de otros tipos”. Y en esos otros tipos de regulaciones entra sin duda la regulación de los servicios como el que presta Uber. Lo que pasa es que esta empresa quiere prestar ese servicio de manera privilegiada e irregular, pasando por encima del Estado o suplantándolo, y eso es inaceptable.
Que el servicio que presta Uber es de mejor calidad que el de la taxis amarillos es otra discusión.