Lo que esconde la captura de Violeta Arango y el caso Andino

Lo que esconde la captura de Violeta Arango y el caso Andino

Hoy con su captura se quiere velar la complejidad de la situación social colombiana que genera la existencia de conflictos políticos y militares de diverso tipo

Por: Boris Rojas
junio 08, 2022
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Lo que esconde la captura de Violeta Arango y el caso Andino
Muchas palabras se han escrito y dicho de nuestra parte para reclamar la inocencia de los condenados sin juicio y capturados por el caso Andino, pero ese derroche de palabras no tendrá nunca el alcance ni la fuerza incontenible de los dichos del poder expuestos dócilmente por los grandes medios de comunicación, que en este caso recogen y reproducen las mas simples explicaciones para ilustrar acontecimientos confusos y enrevesados que, trágicos y complejos, hacen parte de la historia contemporánea de Colombia.
El atroz atentado al Centro Comercial Andino se da en un momento político que condensa las posibilidades de construcción de paz con las insurgencias de las Farc-EP y el ELN, en negociaciones separadas y con ritmos diferentes. También en el panorama el surgimiento de una incipiente organización subversiva urbana: el MRP.

Todo confluye con el ascenso de luchas y organizaciones sociales alrededor de la paz como bandera y derechos sociales como objetivo; todo ha tenido sus desenvolvimientos en medio de la convulsionada situación de nuestro país en los últimos años (200 aproximadamente).

Pero además la pugna entre sectores de la ultraderecha que con “los peligros de la paz” se empezaban a sentir huérfanos de poder, generaba la necesidad para ellos de imponer la idea de que se “estaba entregando el país a la guerrilla” y sentar así las bases para la campaña electoral del Centro Democrático con Iván Duque, sobre quien no hace falta decir nada para demostrar que su ascenso al poder, como su gobierno, requerían del miedo y el odio exacerbado para hacer trizas los acuerdos de paz en su nacimiento o en su implementación.

Es imposible olvidar (sobre todo para los que sufrimos la cárcel por cuenta de ese montaje judicial) el júbilo del uribismo en pleno el mismo día del atentado anunciando la caída inevitable del gobierno de Santos por “farcsante” según decían. Cualquier periodista o curioso puede revisar Twitter y publicaciones virtuales de ese momento que dan cuenta de lo que afirmo.
Ya se sabe a ciencia cierta que Santos no se cayó, que llego a acuerdos con el uribismo furibundo, que a partir del miedo y la rabia del momento allanaron el camino electoral de Duque (alias Ivan Duque) y el incumplimiento de los acuerdos de paz, al tiempo que quitaban el foco de los escándalos de corrupción, mafia, mentiras y asesinatos del súper fiscal Néstor Humberto Martínez (alias Nestor Humberto) y su equipo de sicarios judiciales como Luis Gustavo Moreno. ¿Nadie se acuerda de ellos y sus ejecutorias?
Pues entre ellas esta la confección de el perfecto chivo expiatorio en las personas que fuimos acusadas y capturadas para despejar indagaciones en torno a los verdaderos culpables del atroz atentado al andino. Los sospechosos perfectos, de universidad publica, unos activistas, otros defensores de derechos humanos, otros librepensadores o tropeleros, todos amigos. Pero ninguno culpable.
En ese muy general contexto fuimos mediáticamente condenados y materialmente encarcelados; las supuestas pruebas contundentes que conducían a una condena didáctica, ejemplar, expeditiva y ejemplarizante, no aparecieron y el proceso se les enredo de tal forma que tuvieron que elaborar otro montaje judicial para mantenernos encerrados y esta vez vincularnos por arte de birlirirloque con el ELN, impidiendo la primera libertad obtenida por la incompetencia de otro de aquellos sicarios judiciales (como ellos mismos se denominan). Esa parte del cuento y la participación de varios celebres mercenarios del derecho ya se ha contado bastante.
Mas como parte de toda esta vorágine sobre nuestra humanidad, se encuentra la historia de Violeta Arango, socióloga, amiga, compañera de academia y de acción política en la Universidad Nacional, cercana a quien esto escribe por su relación con César Barrera, amigo y compañero de tintos e innegables rebeldías. Violeta fue acusada, y expuesta, lista para ser trofeo sacrificial en su momento (más o menos como sucede ahora mismo) perseguida y amenazada.
En suma empujada a convertirse en contradictora, enemiga, antípoda del Estado colombiano que la condeno sin darle la oportunidad de defenderse. De ahí su decisión, comprensible tal vez para los que no se fruncen ante el sonido del látigo, de vincularse a la insurgencia del ELN. Sin que esa decisión por sí misma la relacione con las decisiones de los demás acusados en ese montaje judicial y sin que por supuesto eso tenga algo que ver con el atentado.
En otras palabras: pudo ingresar por su voluntad al ELN: pudo haber sido activista universitaria; pudo conocer a todos los procesados por el caso andino, pero eso no la hace a ella, ni a ninguno de nosotros, culpable o culpables de semejante bestialidad cometida por nuestra ultraderecha criolla. Muy cómodo para los interesados razonar de ese modo.
Pero ya se sabe que así piensan los que no piensan sino en mantenerse en el poder. La misma lógica de que todo campesino es guerrillero y merece la muerte, más si es cocalero como en el Putumayo recientemente; o de que todo el que protesta merece la muerte o la ceguera por terrorista; o que todo contradictor es culpable de lo que se les ocurra.
De otra parte se encuentra la historia de Natalia Trujillo: Desesperada, atribulada por el peso de la cárcel y su amenaza física y sicológica, quien ni siquiera aparecía en los iniciales escritos de acusación de la fiscalía, que fueron procesalmente devueltos o “retrotraidos” por la juez segunda especializada (valga decir especializada en orientar a la fiscalía sobre como hacer su trabajo para obtener condenas a toda costa, especializada en arreglar los yerros de la fiscalía) para que Natalia Trujillo fuera incluida tanto en el proceso del Andino, como en el segundo montaje judicial que impidio en la primera de varias circunstancias la libertad de los acusados.
Así una persona que solo podría ser culpable de inestabilidad emocional o de falta absoluta de carácter, decidió por las condiciones miserables de las prisiones y por las miserables presiones y condiciones que le impuso la fiscalía, acogerse a un preacuerdo en el montaje por rebelión y a un principio de oportunidad en el montaje del andino.
Ambos en la “escuela judicial” del derecho penal de enemigo enarbolado por la fiscalía colombiana que ofrece beneficios supuestos para quien ponga en picota a sus amigos, conocidos, familiares o a quien sea a fin de obtener condenas, sin importar verdades materiales ni procesales, sin interés en la justicia ni en investigaciones o pruebas.
Ahora, si todo esto cuenta con el apoyo de megáfonos mediáticos y de buitres del derecho solo ocupados de cobrar indemnizaciones u honorarios. El éxito de cualquier proceso por absurdo, improvisado e injusto que sea, está asegurado para fiscales, jueces y delegados del ministerio público que ejercen la ayudantía de los primeros.
Hoy con la captura, exposición y demonización de Violeta Arango se quiere velar la complejidad de la situación social colombiana que genera la existencia de conflictos políticos y militares de diverso tipo, reduciendo todo a la existencia de “símbolos del mal” (según opina Diego Molano, el “villano favorito” que es ministro de defensa) Conflictos en los que el poder asume su propia defensa aplastando con su maquina a quien se interponga, se oponga, o incomode sus designios.
Violeta no es culpable del atentado al Andino, nosotros tampoco. Los verdaderos culpables permanecen protegidos y ocultos por poderosos profesionales de la marranada política de los que hoy por hoy se reencauchan o son “trend and topics” en nuestro país. Se va uno quedando sin palabras.
Obliga robar las de Mauricio Rosencof: “Y si este fuera mi último poema, insumiso y triste, raído pero entero, tan solo una palabra escribiría: Compañero.”

Boris Rojas.

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