Muchos años después, frente a los locales comerciales del mercado público, el expresidente Álvaro Uribe Vélez había de recordar aquella tarde remota del 2002 cuando sus amigos lo llevaron a conocer núcleo del paramilitarismo en la Santa Marta urbana.
La zona era entonces una pocilga llena de basura y aguas putrefactas, con alimentos en el piso y tenderetes, chozas y colmenas taponando las calles y los andenes. El desorden era tan descomunal que los impuestos, la ley y los deberes los imponían hombres fuertemente armados, y para vivir o morir solo se necesitaba señalar a alguien con el dedo... (Lo anterior es, en efecto, una parodia a Cien años de soledad).
Hoy la realidad del expresidente Uribe y del principal centro de abastos de Santa Marta es otra.
A Uribe lo consume la soledad, y en medio de un ejército de escoltas busca desesperadamente regresar a las plazas a hacer proselitismo, tratando de impulsar sus candidatos a senado y cámara, pero sólo consigue rechazos y abucheos de una multitud que pide a gritos un cambio en el manejo político y administrativo del país, tal como le aconteció hace unos días en el mercado samario.
A su vez, este centro de abastos y su zona de influencia muestran otra cara donde predominan limpieza, orden, dignidad, progreso y, sobre todo, seguridad y libertad para expresarse a boca llena y para comercializar.
Sobre recuperación y desarrollo social, el mercado público de Santa Marta es modelo a nivel regional y nacional y, entre los trabajos realizados como alcalde, es unas de las obras a mostrar por el hoy gobernador del Magdalena Carlos Caicedo.
Era un establecimiento que, con la complacencia y beneplácito de las autoridades, desde los 80 fue tomado por la delincuencia; sometiendo a sangre y fuego a comerciantes y compradores y convirtiéndolo en su gran oficina, una especie de eje central para su accionar delincuencial en la ciudad y la región.
Además, el mercado fue por muchos años un monumento a la corrupción y a la desidia, el distrito puso los lotes y parte de la plata para que particulares construyeran un gran centro de abastos, pero 15 años después solo habían construido el 50 % de la obra y en componendas y conciliaciones le habían sacado al distrito de Santa Marta más de 10 mil millones de pesos adicionales.
Cabe anotar que fue en la zona del mercado donde más se sintió el paro armado con el que los paramilitares en el 2012 le dieron la bienvenida como alcalde al hoy gobernador Carlos Caicedo.
Antes de terminar su periodo como alcalde de Santa Marta Caicedo se tomó literalmente el mercado y lo llevó a lo que es hoy, un símbolo nacional de la recuperación y el desarrollo social.