Se puede estar en favor o en contra del proceso constituyente de 1991 y se puede estar o no de acuerdo con que la Constitución quedó bien o mal hecha; pero lo que no se puede hacer es mentir con tal desfachatez y mala fe sobre sus orígenes políticos y sobre lo que pensaron e hicieron sus protagonistas.
En la página 173-174 de su autobiografía, Petro escribe: “Gaviria (el presidente de entonces) entendió desde un inicio que tenía en sus manos la oportunidad de implementar en el país el proyecto neoliberal, que venía andando desde los tiempos de Turbay. Comprendió, a su vez, que para llevarlo a cabo, para lograr la privatización y pasar sus proyectos de ley, necesitaba primero una reforma constitucional. La Constitución de 1886 representaba un impedimento, sobre todo por las reformas que implementó el liberalismo progresista en 1936 y en 1968, durante el gobierno de Carlos Lleras. Gaviria no podía permitir esa camisa de fuerza institucional que hubiera llevado a Colombia a lo que hoy llamaríamos nuevo-liberalismo; es decir, a la desregulación de los mercados. Entonces empezó a crecer una idea dentro del establecimiento: la de redactar una nueva Carta Magna para derogar la que tenía más de cien años”.
Aunque gasta algunas líneas diciendo que la constituyente también fue idea del M-19 y del EPL, la tesis de Petro es que la constituyente fue una especie de conspiración de Gaviria para tumbar la Constitución del 86 que le impedía adelantar su proyecto neoliberal porque con los artículos incorporados en las reformas de 1936 y de 1968, le quedaba imposible hacerlo.
Confieso que me sorprendió. En estos 30 años que han pasado, nunca había escuchado una versión tan alejada de la realidad, tan inventada desde quién sabe qué delirios.
Para empezar, es mentira que la Constitución de 1886 hubiera constituido un impedimento para las políticas neoliberales de Gaviria. Él las adelantó con la de 1991 y también hubiera podido hacerlo con la del 86. La políticas neoliberales de Gaviria corresponden a una decisión política y económica de ese gobierno, errada a mi modo de ver, pero no a un problema constitucional.
No es responsable ni ético confundir aún más a nuestra sociedad sobre su historia. Cuando abordamos temas de historia frente a los jóvenes debemos hacerlo atendiendo al pudor debido en un país que no les enseña historia a sus niños desde hace 35 años.
La constituyente de 1991 fue el resultado de las luchas de mucha gente, desde distintas orillas políticas y sociales, y del reconocimiento de los partidos políticos tradicionales de que el bipartidismo y la Constitución de 1886 habían hecho crisis y ya le quedaban estrechos a una sociedad que había crecido y que requería una modernización a todo nivel. Fue dentro de ese ambiente de búsqueda de acuerdos nacionales -que no de polarización, paranoias y odios- que se lograron cosas como la disposición de un amplio pluralismo político, la superación del Estado de Sitio crónico que teníamos, la incorporación de nuevos y múltiples derechos económicos y sociales, la tutela, etc. etc. etc.
Yo, por ejemplo, soy de los que creen que se necesita una nueva constituyente, pero no porque la Constitución del 91 sea la hija maldita de una conspiración neoliberal y mafiosa, tal como lo afirma Petro, sino porque este Congreso no ha sido ni será capaz de hacerle los ajustes urgentes que vienen necesitándose de hace años.
En las actuales circunstancias no tiene ningún sentido democrático horadar la legitimidad de la Constitución, sumándole aún más dolor a nuestra sociedad adolorida, con el único fin de mostrarse como el más crítico y el más revolucionario de la pradera. Si eso es lo que busca Petro, en la realidad sobran argumentos sin tener que acudir a la mentira.
En la página 180 dice: “Un día, en medio de estas grandes movidas políticas, visité a Otty Patiño, que era constituyente. Otty me dijo una frase que me sorprendió, y que mencioné al final del capítulo anterior. Me anunció: “Esta es la revolución”. No he podido olvidar esas palabras, porque al principio no las capté. Cuando las dijo, Otty pisaba un tapete muy fino en el Centro de Convenciones, y yo no entendía cómo se le podía llamar a eso revolución.”, acto seguido, en la página 181 escribe: “Ese mismo día, hablando con Navarro, escuché otra frase que me sorprendió. Navarro dijo: “Los tanques pueden atentar contra la Asamblea Nacional Constituyente”. Él se refería a que el ejército podía organizar un golpe contra la nueva Carta.”
________________________________________________________________________________
En la página 183 remata con esta perla: “Por eso, cuando escuché la frase de Navarro, pensé que un ataque de tanques quizá hubiera sido la mejor opción. Porque, en ese caso, el papel del M-19 hubiera consistido en levantar al pueblo en nombre de la democracia y de la nueva Constitución”
________________________________________________________________________________
Y en la página 183 remata con esta perla: “Por eso, cuando escuché la frase de Navarro, pensé que un ataque de tanques quizá hubiera sido la mejor opción. Porque, en ese caso, el papel del M-19 hubiera consistido en levantar al pueblo en nombre de la democracia y de la nueva Constitución”.
¿Cómo así? ¿Qué es esto que estamos leyendo?
¿Que Petro hubiera preferido que los tanques del ejército se tomaran la Asamblea Nacional Constituyente “porque, en ese caso, el papel del M-19 hubiera consistido en levantar al pueblo en nombre de la democracia y de la nueva Constitución”?
¿Quiere decir, esto, que Petro hubiera preferido un golpe militar contra la constituyente del 91 con tal de haber encontrado la excusa para llamar a las Primeras Líneas y a los saqueos y a los vandalismos desde aquella época, a cuento de su concepto de revolución y de lo que él considera que es un liderazgo popular?
Después de conocer sus afirmaciones sobre su convicción de los métodos de cambio social ¿puede algún colombiano, con dos dedos de frente, creerle a Petro el juramento de respeto a la Constitución que tiene que hacer todo aquel que llegue a la presidencia?
Les pido a mis amables lectores que tengan en cuenta una sola cosa: Eso que plantea Petro no tiene nada que ver con el M-19. Imagínense esa locura.
Es tanta la locura, que miremos lo que dice en la página 179: “Después de aprobar la inclusión de esos artículos, la alianza entre las fuerzas de derecha de Gómez Hurtado y las de Navarro, que ya no se podían considerar de izquierda, entró en una nueva fase. Los dos cabecillas buscaron responder la siguiente pregunta: ¿cómo hacer para que el Congreso apruebe y vuelva realidad el cuerpo central de la Carta, y no solo los artículos?”
¿Cómo así, Petro? ¿Quiénes son “Los dos cabecillas? ¿Estaba usted refiriéndose al Clan del Golfo, a los recaudadores de fondos para las Primeras Líneas o a los pirómanos de las estaciones de Transmilenio?
No me cabe en la cabeza que usted se refiera a Álvaro Gómez y a Antonio Navarro como “Los dos cabecillas”.
Petro: eso es una locura. Además de un irrespeto horroroso, es una locura. Párele bolas a eso.
En serio, ¿quién se está creyendo? ¿En qué nube, a qué altura cree que está parado como para sentirse con el derecho a referirse a Álvaro Gómez y a Antonio Navarro como “Los dos cabecillas”?
¿Sus amigos y sus editores, antes de poner su libro en las librerías, no le dijeron que usted podría estar sufriendo de una perdida absoluta del sentido de las proporciones y del sentido de la realidad?
¿Por qué considera que quien no esté de acuerdo con usted o quien no le rinda pleitesías merece su hostilidad y sus ofensas?
Es posible que usted no esté de acuerdo con lo que Otty Patiño y los miembros de la bancada constituyente hicieron en su momento. Está en todo su derecho. Pero eso no le da derecho a insinuar que Otty tomó las decisiones que tomó porque “Otty pisaba un tapete muy fino en la constituyente”.
Se puede ser contradictores sin necesidad de irrespetar. El respeto parte del reconocimiento fundamental de la Dignidad Humana.
Otty, en ese momento, ya era un hombre con una gran formación política y con una enorme trayectoria de vida. Eso hay que respetarlo.
Caramba, esta vez tampoco alcancé a escribir sobre lo que Petro dice de mí en su libro. Es que eso parece una enciclopedia de mentiras y psicopatías.
Continuará…