En los años noventa cayó la URSS, en Europa, porque, según Gorbachov, en su economía dominaban métodos caducos e ineficaces, el rechazo a la innovación y productos que no satisfacían. Buscando mejorar sus condiciones de vida Hungría, Polonia, República Checa, Bulgaria, Eslovaquia, Eslovenia, Estonia, Letonia, Lituania, Rumania, Albania, Croacia y Ucrania, antiguas república soviéticas, buscaron al capitalismo occidental mediante la OTAN y la Unión Europea. Rusia perdía su influencia económica en el orbe, aunque mantenía abundante armamento nuclear.
Creyendo apoyar y agradar a Rusia, Alemania asesoró y financió la construcción de un gaseoducto que suministraría gas ruso a Europa. Los europeos renunciaban a tener fuentes energéticas propias. Se le llamó Nord Stream. Lo dirigió una sociedad estatal rusa asociada con compañías alemanas. Su costo fue de 7.400 millones de euros recogidos en el mercado financiero europeo. ¿Los resultados? Para 1973 la URSS exportaba 6,8 billones de metros cúbicos de gas. En 2019, solamente a la Unión Europea, Rusia exportó más de veinticuatro veces esa cifra, a cambio de 18 billones de dólares equivalentes al 4% de sus exportaciones.
Rusia, sin embargo, no se resigna al papel secundario recibido como herencia por la debacle del ineficiente socialismo soviético. Amparada en su poder militar nuclear, intenta reconquistar los antiguos países de la URSS, ahora incorporados al capitalismo occidental: empieza con Ucrania, el más cercano y donde aún conserva una importante base militar en Crimea, suroriente del país. El mundo rechaza la invasión, y el pánico cunde en Europa: hasta y Suecia, países neutrales, temiendo lo peor ingresan a la OTAN.
En represalia por no apoyar la invasión, Rusia inhabilita el colosal proyecto Nord Stream suspendiendo el flujo de gas. ¿Consecuencias? Los europeos carecerán de calefacción en el próximo invierno, los costos del gas se disparan y la economía europea, apenas recuperándose por la pandemia de covid, amenaza con una recesión más severa. Solución: que Europa se pliegue a Rusia apoyando la invasión de Ucrania. Algunos gobiernos lo hacen sirviéndose de formas y dilatas diplomáticas.
Funcionarios colombianos ignoran esta geografía político-económica, proponiendo que Colombia corra los riesgos de Europa dejando de producir gas nacional a cambio de adquirirlo en Venezuela, aliado ruso en Suramérica. La situación es similar: después de la debacle del ineficiente socialismo del siglo veintiuno, Venezuela, como Rusia, necesita reactivar su economía dominada por métodos caducos e ineficaces, el rechazo a la innovación y productos que no satisfacen. El gobierno colombiano, como entonces Alemania, desea apoyar y agradar a Venezuela por ser garante en los diálogos con la guerrilla del ELN.
El presidente Maduro, sin duda alguna, conoce la estrategia de los rusos: constituyen el grueso de sus actuales asesores. ¿Qué pasará cuando Colombia no acceda a alguna exigencia imposible del presidente Maduro o de los elenos? Indudablemente, nos suspenderán el gas en represalia. ¿Las consecuencias? Se conocen por lo que está pasando en Europa. ¿Será mucho que en el ministerio de minas haya alguien que sepa por lo menos geografía?
