Lo que debe la educación a la virtualidad

Lo que debe la educación a la virtualidad

Es pertinente considerar la relación entre las herramientas que ofrece la informática y el trabajo que se realiza en las instituciones educativas con relación al conocimiento

Por: William Salazar Gallego
junio 11, 2021
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Lo que debe la educación a la virtualidad
Foto: PxFuel

Al inicio de la cuarentena, originada por la pandemia del COVID-19, todos los aspectos de la vida se trastornaron. La obligación de recluirnos, de alejarnos de los demás y de encontrar otras formas de realizar las diversas actividades laborales, sociales, culturales, etc. alteraron la experiencia de la cotidianidad y obligaron que otras formas de desarrollar las diversas actividades se impusieran en muchos los sectores.

La educación ha sido uno de los espacios que ha tenido que alterar drásticamente sus dinámicas. Los colegios y universidades han estado obligados a recurrir a lo que se conoce como “educación virtual”, esto es, los profesores y los estudiantes han tenido que estar en plataformas virtuales para conectarse y poder impartir los contenidos de los planes de estudio.

Sin duda, este medio ha sido necesario para poder suplir una serie de actividades y sin los computadores esta pandemia habría clausurado todo, o casi todo lo relacionado con la educación. Los computadores y diversos dispositivos han sido importantes para la adquisición de información, para poder realizar las clases y poder continuar desarrollando los contenidos en las áreas académicas. Las limitaciones se han presentado por la conectividad y, como lo han indicado diversos analistas, por la escasez de recursos mínimos para poder desarrollar las clases virtuales debido a que la mayoría de la población carece de medios básicos para desarrollar sus actividades (desde conexión a internet hasta la carencia de equipos electrónicos).

Ahora bien, muchas voces han afirmado que la virtualidad no será momentánea, sino que puede asegurarse que en adelante la educación va a depender de este recurso, es decir, que aún después de que esta emergencia sanitaria sea superada, las instituciones van a estar sujetas a la virtualidad para poder continuar los procesos educativos. En realidad, hace años varias instituciones educativas han empezado a implementar plataformas para poder involucrar a los estudiantes con las dinámicas que permite la virtualidad bien sea porque algunos de ellos no pueden estar presentes en las aulas o porque consideran que es un recurso que ofrece posibilidades para desarrollar procesos educativos. Mas aun, no es extraño escuchar afirmaciones como “en internet ya está todo el conocimiento”, dando a entender, en algunas predicciones con tinte futurista, que los colegios podrían ir desapareciendo y que los profesores podríamos llegar a ser prescindibles o, en el mejor de los casos, debemos prepararnos para ser instructores, acompañantes o apéndices de los computadores.

El mundo en general, indudablemente, ha cambiado con la aparición y el posicionamiento de la informática y, aun, ha llegado a hablarse que, debido a ella, llegamos a la era del conocimiento. Sin embargo, es pertinente considerar la relación entre las herramientas que ofrece la informática y el trabajo que se realiza en las instituciones educativas con relación al conocimiento.

En primer lugar, es necesario recordar que entre información y el conocimiento hay diferencias no solo conceptuales sino en lo que se refiere a la experiencia educativa. Es claro que cuando hablamos de información nos referimos a datos en general que son necesarios para poder desarrollar procesos de conocimiento. La información es la herramienta en las que se basa todo saber, pero ellas, por sí mismas, no son conocimiento.

El conocimiento es el producto de una serie de dinámicas intelectuales, afectivas, sociales y culturales en el que está involucrada la manera como nos acercamos a las informaciones, el discurso de quien nos aproxima a esas informaciones y nuestra relación con él, el espacio de discusión y debate para analizar y reflexionar esos datos, la relación de esas nuevas informaciones con los saberes de los que nosotros ya nos hemos apropiado y los hemos convertido en conocimientos; es decir, el recorrido entre tener inquietudes, construir una pregunta, reflexionar en común sobre su pertinencia, indagar sobre su solución, valorar los diversos caminos, analizar la variedad de datos para encontrar los que sean pertinentes para pensar el tema, criticar nuestras propias posiciones, creencias y prejuicios, aproximarnos al concepto, pensar nuestra existencia desde ese conocimiento, etc., todas estas vivencias (y otras) son las que aparecen en la producción de conocimiento.

El conocimiento no aparece por una experiencia directa con algo (una sensación, un dato, un relato), sino que es consecuencia de la manera como nos involucramos vitalmente con una información determinada. La información no se adhiere al pensamiento tan pronto tenemos una experiencia, sino que es involucrada en nuestro saber desde nuestras dinámicas intelectuales, afectivas y socioculturales.

En este sentido, en segundo lugar, es pertinente poner en consideración las siguientes características de la experiencia vital que tenemos en el salón de clase y que parece ser insustituible para el desarrollo del conocimiento:

1. El discurso del profesor experimentado en persona va más allá de escuchar su voz. Cuando hablamos y, especialmente, cuando están planteándose ideas, reflexiones, análisis, no nos expresamos solo con la palabra, sino que la comunicación es también visual, corporal, gestual. Nosotros no logramos comunicarnos únicamente con lo que decimos, sino que la comunicación involucra todo nuestro cuerpo, es decir, el movimiento de las manos, la dirección de la mirada, el recorrido de nuestro caminar. Esta riqueza de nuestra experiencia comunicativa es limitada en la virtualidad no solo porque es un medio en el que inevitablemente el contacto es distante, sino que la posibilidad de comunicación está condicionada por las contingencias de la pantalla, del audio o de la conexión.

2. La interacción con los compañeros es un aspecto constitutivo de nuestro proceso educativo. No solo cuando escuchamos a los compañeros en sus intervenciones y en el énfasis que pueden hacer en sus planteamientos, sino que la atención que encontramos en los otros, el interés que se expresa en sus actitudes, la comunicación visual entre todos los que están atendiendo (y aún de los que están distraídos) produce en los estudiantes una disposición hacia la clase y los temas que están estudiándose que orienta los ánimos a involucrarse más en el diálogo.

3. La experiencia social que es posible en los momentos de descanso o en los almuerzos produce no solo estados afectivos entre amigos que hacen que la vivencia del colegio o la universidad sea enriquecedora en todos los aspectos del proceso formativo, sino que también es el momento en el que puede darse un análisis y una crítica (con toda la amplitud que esta palabra tiene en los estudiantes) de los planteamientos formulados en clase siendo estos espacios donde se reorganizan las ideas y donde pueden surgir las preguntas que pueden dinamizar la clase.

4. El conocimiento no es una experiencia exclusivamente intelectual, sino que involucra la totalidad de nuestra vitalidad. Es decir, no se desarrolla el conocimiento como algo apartado de nuestras emociones. En nuestra vida, no experimentamos los procesos intelectuales y las dinámicas emocionales como si fueran compartimentos, sino que una involucra aspectos de la otra. Nuestros sentimientos, emociones y deseos están presentes en cada momento de nuestra vida y nuestras ideas no aparecen como un mundo separado de los sentimientos. Autores como Platón, Spinoza y Freud han mostrado en sus investigaciones estas dinámicas y complejas relaciones.

5. Una de las tareas principales de la educación (si no la fundamental) es la formación ética y política de los jóvenes. Esto no significa que los alumnos simplemente entiendan una serie de temas y puedan reproducirlos en evaluaciones, sino que la formación de la personalidad ética y el desarrollo de nuestros intereses y posiciones políticas exigen un espacio de debate, de apropiación de los problemas, de análisis de las diversas opiniones políticas, entre otras, y estas requieren el encuentro, la confrontación y la experiencia que es posible en la relación directa con los otros. Hasta el momento, no se puede pensar que alguien construya su condición política y ética frente a una pantalla.

Teniendo en cuenta esta aproximación inicial a los temas que exigen amplia y cuidadosa reflexión, es pertinente considerar qué le debe la educación a la virtualidad. Aparecen dos posibles puntos de indagación.

1. Efectivamente, sin la virtualidad, la educación habría presentado obstáculos difíciles de imaginar, sin embargo, la experiencia formativa no significa información, entonces este momento permite que quienes estamos involucrados directamente en la educación (profesores, directivos de colegios, estudiantes, padres) volvamos a pensar y dialogar sobre que es la educación, la cultura, el conocimiento, el desarrollo de la personalidad moral, la formación de ciudadanos.

2. Hay una gran cantidad de recursos digitales que posibilitan el desarrollo de las actividades didácticas en diversas áreas académicas, no obstante, la urgencia originada por la pandemia exige, en la reflexión educativa, plantear problemas tales como: ¿cuál es el potencial pedagógico que puede desarrollarse desde la tecnología?, ¿cómo lograr con los recursos virtuales la formación ética y política de los estudiantes?, ¿qué habilidades racionales pueden ser dinamizadas desde los recursos virtuales?, ¿qué nuevas posibilidades vitales ofrece este medio para los procesos afectivos?

Ante estas y otras preguntas, campos como la filosofía, la psicología educativa y evolutiva, el psicoanálisis, la antropología y la sociología (siendo protagonistas de este diálogo los docentes) tienen una tarea urgente para pensar este desafío ineludible de la reflexión pedagógica.

* Profesor de filosofía del Colegio Andino, Deutsche Schule Bogotá, y magíster en Filosofía de la Pontificia Universidad Javeriana

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