Ríos de baba se les escurren a los políticos de La Guajira, incluidos los dirigentes wayúus, puesto que tendrán esperanzas cifradas en el manejo de los recursos que a millonadas el gobierno nacional ha comprometido durante los encuentros con la gobernación y los alcaldes que forman el ente institucional. Puede cualquiera imaginar la fruición que a esta fauna le produce imaginar que alguno de ellos dispondrá del erario nacional. Pensarán que el presidente de la República les extenderá una patente de corso para asignar cuotas y beneficios pingües a sus adláteres. Como ha sucedido casi en cualquier periodo de gobernación o de alcaldías en todos los años que van de ser esta península departamento.
Daría unos de mis oídos para escuchar por el otro las justificaciones de los políticos para explicar las muertes por desnutrición de amplios segmentos de la población, no solo indígena; o por qué no se ha puesto en funcionamiento la represa del Ranchería; o quiénes se han birlado los dineros del PAE (Plan de Alimentación Escolar); o cómo descifrar que la Universidad de La Guajira sea la penúltima en calidad académica en el país con unos wayuus, en particular, que compiten en desventaja por la pésima educación diferenciada que reciben en primaria y secundaria (con profesores supuestamente bilingües, español/wayunaiki parlantes). Y así, hasta el infinito podrían hacerse preguntas pringamoseras que debería responder la caterva de corruptos con poder, de todos los tiempos, desde cuando el conquistador Juan de la Cosa puso sus pies en este polvoriento territorio.
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Porque siendo estrictos con las hojas de vida de los posibles manejadores de los recursos anunciados por Gustavo Petro para este departamento, pocos se salvan del señalamiento de ser políticos en afán de parecer correctos. La recién nombrada gobernadora Diala Patricia Wilches Cortina, al ser amanuense del senador Alfredo Deluque, tiene comprometida su independencia de la clase política tradicional. Se espera que sea un funcionario probo quien esté al frente de las tareas que se avecinan en La Guajira. La persona más significativa hoy es el pediatra Luis Eduardo Gómez Pimienta, por su integridad y amplia experiencia administrativa; fue viceministro de salud y alcalde de Riohacha, sin siquiera murmuraciones en su periplo político. De momento es el gerente especial para La Guajira, nombrado por Petro.
Los ancianos dicen que las oportunidades las pintan calvas (tal vez por lo difícil de agarrarlas) y esto debe tenerlo presente la dirigencia política, gremial, social, etc., no comprometida con tejemanejes oscuros de los dineros del departamento. Ningún presidente de la República se ha tomado tan en serio el cataclismo crónico que la sociedad ha sufrido en La Guajira.
Resulta preciso señalar que uno de los problemas de la microgerencia que acostumbra hacer el presidente, es que en ocasiones no encuentra a esa gente estudiada, seria y honesta necesaria para una adecuada gestión de las políticas de Estado. La izquierda se dedicó más a la oposición que a prepararse para gerenciar el Estado. Pero, eso es superable con persistencia y pertinencia; con el convencimiento que lo público tiene dueño, que es ajeno y se debe atender con la más alta pulcritud.