Hay un escrito en las redes sociales que se ha hecho viral que lleva inserta una invitación a la reflexión. Se trata de un análisis de lo anotado por Albert Camus en su obra La peste, en ella narra lo que aconteció en una ciudad de Argelia, dónde un médico de la región un día cualquiera, al bajar de su casa ubicada en un segundo piso encuentra en las escaleras una rata muerta, le indica al conserje lo que acaba de encontrar y le indica que preceda a hacer lo que le corresponda, alegando entre labios que menos mal en su casa no hay roedores.
Al día siguiente es el vigilante quien aborda al médico y le indica que algún bromista, en el transcurso de la noche, dejó tres nuevos animales muertos a los cuales hay que inhumar o incinerar. Las muertes de los roedores se siguen multiplicando por toda la ciudad y cada uno de sus habitantes empiezan a hacer cábalas sobre lo que está sucediendo.
Hay quienes justifican la existencia de las ratas con el convencimiento que las mismas no son originarias de su casa, otros expresan que bueno que están saliendo para acabar con su existencia, igualmente alegan que quienes conviven con ellas, les azote el peso de la justicia divina para su aniquilamiento total, otros más sensibles se compadecen de los animalitos que tanto daño le causan a la población.
Tiempo después desaparecen las muertes de los roedores y empieza la muerte de los habitantes de la comarca y con ello el miedo en etapa inicial y posterior pánico del conglomerado social, como consecuencia del aumento desproporcionado de muertes de sus conciudadanos.
El escrito da un giro de 180 grados y aborda parte de los problemas políticos y económicos nuestros y nos invita a reflexionar sobre lo que acontece en nuestra querida Colombia y países circunvecinos.
Indica que nuestra peste es la indiferencia y con ella encontramos toda clase de justificación a lo que nos ocurre no sólo en tiempo actual, sino lo que nos ha ocurrido desde que nos independizamos de los esclavistas españoles y empezamos a elegir a nuestros propios verdugos.
Producto de la indiferencia, no nos interesa quienes nos administran y coadministran, ese es un problema que algún día el Sagrado Corazón de Jesús o la Virgen de Chiquinquirá se darán cuenta y los castigarán con todo el peso de la ley de las XII tablas o en cualquier momento la venda que tiene en los ojos la Diosa Temis se le caerá o se volverá traslúcida.
Si seguimos eligiendo a gobernantes corruptos, o a sus hijos, incluso nietos con ADN heredado, con la anuencia del voto popular plagiado por el soborno o el sometimiento y lo hacemos una y otra vez, seguiremos en el círculo vicioso que nos encontramos y que el autor francés en otra obra monumental denominada el Mito de Sísifo describe con meridiana claridad.
Los pueblos demócratas robustecidos no esperan la venida de un Caudillo o de un líder proveniente de las alas del Dios Pegaso, según la mitología griega o de la sangre derramada de la decapitada Medusa, proviene de la defensa férrea que hacen los habitantes de sus derechos, necesidades y en la elección racional de sus dirigentes, quienes deben garantizar el cumplimiento de lo anunciado en sus campañas electorales.
Para mencionar sólo uno de los tantos engaños de nuestro mandatario, quien se eligió con el slogan “Más salario, menos impuestos” incumplido durante todo el cuatrienio y no pasa nada.
Cuando parte del pueblo sale a protestar por el incumplimiento, otra parte, justifica el accionar de algunas ratas gobiernistas y hasta culpan a los protestantes de los males centenarios que nos aquejan.
¿Hasta cuándo la indiferencia (nuestra peste) del pueblo? ¿Estamos despertando? ¿Nunca vamos a despertar? ¿Ya despertamos?