Pareciera que el carrusel de corrupción de Bogotá fuera un caso especial, no respecto al modus operandi de la mafia de cuello blanco que devora los presupuestos municipales en muchos municipios de todo el país, sino que en alguna parte se rompió la complicidad y pudimos por fin ver las multipartidistas cloacas de la corrupción y a sus cínicos e hipócritas gestores. Además, resulta paradójico que algo tan orquestado y monumental ocurriera justo allí, en el epicentro de los grandes poderes colombianos del control, sin que se percataran.
Este tipo de carruseles funciona en buena parte de los municipios de Colombia. Muchos concejales se han hecho elegir para volverse tanto peajes humanos como directos "gestores" de contratos corruptos y chantajeados. La mayoría de las administraciones municipales tienen sus contratistas estrellas y un "team" generalmente de asesores y funcionarios de primera línea que trabaja en combinación con contratistas para expoliar el erario. Además, generalmente la coalición de poder elige personeros o contralores, para que sean ciegos, extorsionables o flexibles. En el caso de Bogota, las coimas no eran tan grandes como han llegado a ser en ciertas ciudades como Cali y Buenaventura donde muchas veces el contrato público corrupto es un intangible no verificable que no cuesta en realidad ni el 10% de lo firmado. Otras veces, las obras físicas de un contrato solo son un 50% o menos de lo que en realidad se hace o se terminan incluyendo toda suerte de adiciones en la contratación.
Las elites políticas del poder nacional y local saben de estas movidas y quienes son sus responsables, desde Santos, pasando por Angelino, los jefes de los partidos y los que otorgan avales en los partidos, todos están enterados. También y mucho más, la gente de los órganos de control que sencillamente muchas veces engavetan las investigaciones o las hacen selectivas. Cada jefe político sabe quiénes son sus corruptos, con cuantos votos le colaboran, si es que le son fieles y como en la mafia siciliana, se les tiende un manto de protección si es necesario. Lo explico, un exalcalde de Cali tiene más de treinta investigaciones abiertas en Procuraduría la mayoría de ellas en “preliminares” y próximas a prescribir.
Ahora bien, entramos en época preelectoral y ya sabemos que la movida política se nutre de las expectativas y cálculo de este reparto. Ese es prácticamente la razón de ser de las elecciones. Porque hay para todos los gustos de ese ponqué multinivel que es el Estado colombiano, desde apetitos y movidas en empresas quebradas (Cajanal, Caprecom) hasta el bingo de las concesiones mineras. Donde usted escarbe un poquito casi todo se reparte o se ha repartido en el altar de la farsa política: los cupos de taxis y mulas hasta la milimétrica distribución de vías públicas a vendedores ambulantes. En lo más alto, los premios de la piñata de la corrupción son más elegantes y jugosos: las concesiones a dedo, las vías con peajes, las omisiones de las superintendencias, las leyes o decretos de bolsillo, la puerta giratoria, las exenciones tributarias, las pensiones millonarias, los puestazos, etc.
La coalición reinante escoge sólo aliados en los otros poderes y tal vez, cada vez más escoge entre peligrosos o enredadores personajes. Por eso, no es una casualidad que los últimos 10 presidentes del Senado han terminado enredados en escándalos y delitos o el deterioro de la calidad de los miembros de algunas cortes. La gran tristeza es esa, que los jefes o jefazos que podrían cambiar o rechazar desde lo alto la pirámide de la corrupción simplemente terminan de cómplices de los misma o como jefes de partidos de papel y de compra de votos. A este nivel, se forma una superstructura de tramas de corrupcion y poder donde san billete y la trasmisión genética de privilegios hace miembros de la misma coalición a todos. Da igual todos La U, PIN, CR, el partido conservador y hasta los del Polo. Todos tienen manzanas, ramas y hasta arboles podridos. Poder, ambición y billete podrían ser los reales lemas de la mayoría de nuestros partidos.
El principal drama de Colombia es la corrupción y también su principal lastre. Colombia no va a despegar, ninguna locomotora va a andar o ni este país va a dejar de ser injusto, si no hacemos algo al respecto. Pero no esperemos que la caricatura del poder que tenemos se cambie a misma. Será mucho pedirles que por lo menos se moderen? Acaso no podrían los partidos y sus jefes realizar verdaderos filtros con la contribución de la prensa y los medios, digo yo, y empecemos no dejando espacio a muchos personajes en las listas al congreso negando avales como lo intentó hacer Carlos Fernando Galán. Creo que es posible comenzar por ahí.
