En el manejo de la pandemia de COVID-19 en América, Colombia se ubica a media tabla: no es tan afortunado como Uruguay, Paraguay o Costa Rica, pero tampoco cae en la negligencia y hasta abierta irresponsabilidad de gobernantes autoritarios como los de Estados Unidos, Brasil y México.
Esto no impide que persista algo preocupante. Al analizar la curva de contagios y muertes diarias y compararla con la de otros países, es evidente el esfuerzo de las autoridades por contener la enfermedad, pero ante la imposibilidad, negligencia o abierta indisciplina de ciertos sectores de la población para cumplir las restricciones, la tasa de contagios ha seguido creciendo.
En otros países donde la pandemia golpeó con fuerza, como España, Francia o Italia, fue hasta que la curva de contagios empezó a bajar que se permitió la reapertura de la economía.
Pero en Colombia esa curva (que muchos no publican como queriendo tapar el sol con un dedo) ni siquiera ha empezado a bajar y ya se ha ido dando esa reapertura, lo que abre las puertas no a una segunda ola de contagios, sino a que la primera, que ni siquiera había alcanzado su punto máximo, se amplifique aún más.
¿Por qué tantos incumplen la medida?
La alta tasa de mortalidad que ha aquejado a países como Estados Unidos, Brasil y México es directamente proporcional a la negligencia e irresponsabilidad con que sus respectivos mandamases, Trump, Bolsonaro y López Obrador, minimizaron desde un principio los riesgos de la pandemia, lo que confundió o tuvo abierto eco en amplios sectores de la población.
Por fortuna en Colombia las autoridades nunca cayeron en ese grado de irresponsabilidad y el esfuerzo por contener la pandemia se nota en la forma como la curva de contagios ha crecido más lentamente, retrasándose en la medida de lo posible.
Pero el que tantas personas vivan en la informalidad del rebusque diario les ha impedido cumplir una cuarentena estricta y desde un principio se lanzaron a las calles en busca de algún ingreso, a lo que se suma el hacinamiento en que viven muchas familias marginadas.
Por otro lado, por cuestiones culturales, ha habido muchos indisciplinados que literalmente no han querido acatar las restricciones, como se ha visto en ciudades pachangueras como Cali o en la Costa, donde las autoridades han pillado in fraganti e impuesto gran cantidad de comparendos (más de 40.000 sólo en Barranquilla) a personas reunidas ya sea para tomar una simple cerveza o hasta para hacer descaradas rumbas.
La pobre educación promedio del país tampoco ayuda, pues son muchos los que usan el tapabocas en su sentido literal, es decir, cubriendo solo la boca y no la nariz, o quienes en lugares públicos no saben guardar una sana distancia (de al menos dos metros) y tienden a amontonarse.
Para colmo, hay incluso casos de familias enteras que se arriesgan a salir a mercar todos juntos porque ya se aburrieron de estar encerrados en la casa.
Y a esto se suma el gran número de inmigrantes venezolanos que ya vivían literalmente del rebusque o en la calle y a quienes llanamente les ha resultado imposible guardarse en una “casa”.
Todos estos comportamientos sociales se han conjugado y explican por qué la curva de contagio, aunque lenta, sigue subiendo y nunca alcanzó su clímax como para que ahí sí las autoridades pudieran decretar con más tranquilidad la reapertura de la economía.
Falta aún por ver qué consecuencias acarreará todo esto.
Pero nunca es tarde y si usted o alguien de los suyos, aunque se vea obligado a salir a la calle, es de los que no toman las precauciones mínimas para evitar contagiar a los demás, ya tómese en serio esta pandemia: use tapabocas (de preferencia biodegradable), guarde siempre una sana distancia (para evitar aglomeraciones) y cúbrase siempre al toser o estornudar, aunque crea tener una simple gripa.
Aún está a tiempo de corregir esa conducta y hasta esa indisciplina.