Frente a las denuncias de maltrato psicológico y violencia económica de Patricia Casas contra Hollman Morris, varias personas han argumentado que no deben hacerse públicas, pues pertenecen al ámbito privado. No estoy de acuerdo con eso, pues en lo narrado por Casas se evidencia una serie de prácticas que vulneran la integridad de la mujer, por el hecho de serlo, y se justifican solo en sociedades patriarcales. En estas sociedades la realización como esposa y madre es el destino de las mujeres. Estos papeles, que se materializan en la institución familiar, se concretan en formas de dependencia económica y emocional que hacen a las mujeres vulnerables y propensas a recibir diferentes formas de maltrato. Si queremos cambiar esa situación, debemos pensar estas prácticas como una cuestión política-pública y no como algo personal-individual.
Así, por ejemplo, cuando una pareja heterosexual decide que uno de ellos (por lo general una mujer) se quedará en la casa velando por el bienestar de la familia y el otro saldrá a ganar dinero para mantenerla, no estamos ante una decisión que tomaron dos individuos de forma completamente autónoma. Lo que se nos presenta es una estructura familiar, en la cual, la mujer se queda en casa al cuidado del hogar, mientras su esposo “trabaja”, con lo cual aporta económicamente al mantenimiento de la familia. Uso comillas para la palabra trabaja, porque debo marcar una diferencia que hace que esta estructura asuma un carácter patriarcal. En esta forma de familia podemos observar que, por lo general, se da el estatus de trabajo, únicamente, a la actividad que se hace en contraprestación de un salario, mientras que las actividades realizadas por la mujer en su casa no son trabajo sino manifestación del amor. Así, el cuidado que una mujer brinda a su familia es solo la materialización de un sentimiento, en el cual ella misma se realiza, pues como se dijo antes, el destino de la mujer es ser esposa y madre. Por lo mismo, al ser el amor y respeto que le profesan su esposo e hijos la contraprestación a su trabajo, la mujer ya no requiere que se valore su tiempo en términos económicos.
Tal dinámica de los roles femeninos en la familia llevan a la mujer a un estado de dependencia económica que se concreta de múltiples maneras, pero que se hace mucho más visible en el caso de la separación. Cuando el que tiene la potestad sobre el dinero decide que si ya no vive con su familia su aporte económico debe reducirse o desaparecer. Cuando esto sucede, se le exige a la mujer que entre al mercado laboral para que asuma también el rol económico, lo cual implica varias obstáculos. Por ejemplo, la edad y el nivel de preparación pueden ser barreras que una mujer encuentre en su búsqueda de trabajo. A esto se va a sumar que, dado que ella es la encargada de sus hijos, sus posibles empleadores pueden pensar que esa situación llevaría a la mujer a descuidar el trabajo. Por lo mismo las madres tendrán dificultades para emplearse. En consecuencia,si aceptamos que el que se queda en casa no deba ser indemnizado después de una separación, es como si estuviéramos diciendo que el trabajo del cuidado realizado por esa persona no tiene valor.
Por otro lado, decir que al hacer público un caso semejante se vulneran los derechos de los hijos menores resulta una trampa. Pues si bien ellos quedan expuestos, el daño real que han recibido no se presenta al momento de la publicación de los hechos, sino en el ámbito privado, al interior de su hogar, cuando se produjeron esas formas de violencia.
Por último, me voy a referir a dos de las recriminaciones contra la denunciante que se enfocan en el momento en que se realiza la denuncia y en las consecuencias políticas para el denunciado. En el primer caso, ya sabemos que las víctimas denuncian cuando se sienten capaces de hacerlo, y esto no es necesariamente de forma inmediata a que ocurran los hechos. Tenemos como ejemplo el caso de las actrices de Hollywood que han denunciado a sus agresores varios años después de que se produjeran los abusos. En la mayoría de los casos, la opinión pública ha entendido por qué la denuncia se produce tiempo después y han apoyado a esas mujeres, no veo por qué en este caso deba ser diferente. Por otro lado, hace muy poco la compañera de un periodista uribista lo denunciaba, en el mismo programa radial, por maltrato y mucha gente la apoyó. También esas denuncias dañaban la carrera del periodista, sin embargo, nadie puso por delante el trabajo del presunto maltratador para restar importancia a las denuncias de la víctima. Creo que esta es una situación similar, el partido en el que milite el denunciado no debe tener importancia al momento de dar credibilidad a la víctima.