De forma vertiginosa hemos visto evolucionar la candidatura de nuestro compañero Gustavo Petro, que desde el 2018 se convirtió en la figura indiscutible de la oposición colombiana y trazó la ruta de la victoria hacia el 2022.
El desastroso gobierno de Iván Duque y sus efectos negativos sobre la calidad de vida de los colombianos, agravados con un terrible e indolente manejo de la pandemia, desataron las fuerzas de la indignación nacional a todas las esferas sociales. Estas tienen en jaque a un gobierno cada vez más débil y desdibujado, que se bandea entre las disputas internas por devorar la presa del erario y el aparato burocrático del Estado por parte de sus adláteres y de un Uribe cada vez más iracundo, marginado políticamente y por ende más peligroso, que intenta apostarle a una salida militar o violenta que le permita barajar de nuevo en el ajedrez.
El cada vez más creciente respaldo popular hacia Petro se complementa con lo reflejado en todas las encuestas, una juventud que perdió el miedo y que se debate a diario en las calles exigiendo reformas estructurales que le permitan soñar con un mejor futuro.
La brutal represión militar en Bogotá y Cali da cuenta del desfase y desespero de Uribe, de quien se sabe llama directamente a los comandantes de la fuerza pública para que exacerben la represión. Esto se evidencia en los cientos de desaparecidos que comienzan a aparecer en los ríos, los asesinatos de Lucas Villa y Sebastián Quintero, el suicidio de Alison Meléndez luego de ser presuntamente abusada sexualmente por agentes de la policía. Todo esto, antes que amilanar a la juventud, ha hecho enardecer el deseo de justicia y de movilización. Estamos sin duda alguna ante el estallido social más grande de nuestra historia republicana.
El paro nacional no se ha agotado, es como si estuviéramos sobre un pozo de petróleo inmenso del que cada día surge más combustible para el reclamo y la insubordinación. No importa que haya caído la reforma tributaria de Carrasquilla, la reforma a la salud de Vargas Lleras, la canciller y el alto comisionado de Paz. Ya el asunto no estriba en que caigan tales o cuales reformas, sino en que en realidad el país comience a cambiar para cerrar las profundas brechas sociales, cesar la violencia y hacer que la democracia recupere su cauce y se fortalezca.
Por eso Petro es cada día más fuerte, porque sin que abandere el paro, las banderas del paro son sus banderas históricas, probadas en décadas de lucha y denuncias, por eso el pasquín innombrable cada vez más en ruina lo ataca sin que le haga el más mínimo daño.
La reflexión política que debemos formularnos acerca de los acercamientos con empresarios de dudosa procedencia y trayectoria no radica en plantear vetos a estas eventuales alianzas, sino en esclarecer la finalidad de las mismas y conocer su costo.
Hasta el momento no existe una instancia de coordinación política de Petro con sus congéneres, solo la Colombia Humana, que funciona más de forma asamblearia y bajo el criterio de Petro, pero el asunto no se restringe a la Colombia Humana como movimiento, sino a que exista en realidad una democratización de la conducción del proceso político, de la toma de sus decisiones y sobre todo en la forma en que se traducirá a la práctica el programa de gobierno de la Colombia Humana.
Una cosa son las líneas generales del programa político y otra es su puesta en práctica. Aquí es en donde los sectores y organizaciones sociales y políticas que respaldamos a Petro debemos poner el acento y exigir que esta parte se discuta y decida de forma democrática. Y si al gobierno alternativo entrarán sectores de la derecha y del empresariado, bienvenidos sean, pero con unas reglas del juego claras y con un norte definido en cuanto al manejo del gobierno.
Dejar todo en manos de Petro en una especie de fe ciega es riesgoso y peligroso. Recordemos los errores que cometieron Lula Da Silva en Brasil y Correa en Ecuador. Así pues, de la forma en que Petro gobierne estos 4 años va a depender de que el proceso alternativo de democratización y transformación del país pueda seguir su curso durante 4 años más o si por el contrario pasemos en el 2026 a un gobierno de extrema derecha.
Los pasos que está dando Petro en torno a las alianzas me parecen acertados, porque implican apertura y amplitud a sectores temerosos y distantes de él por miedo y prejuicio. Hay que insistir en acercar más y más gente al movimiento Petro Presidente, pero que esto no vaya a traducirse en el desdibujamiento de lo que ha de ser un gobierno alternativo. Es una delgada línea de la cual debemos ser vigilantes y exigentes.
Lo peor que puede hacer la izquierda es convertirse en el comité de aplausos de Petro. Si algo ha traído este tipo de comportamientos es la sepultura definitiva de los procesos transformadores a lo largo de la historia. Nos correspondió la hora de gobernar, depende de nosotros si lo haremos por 4 años o por 20.
Ganemos en 2022, sin duda, sin vacilación en torno a Petro Presidente y que sea en primera vuelta.