Haciendo un poco de historia, agosto es ante todo un nombre importante. Como occidentales heredamos el calendario romano. El emperador en un capricho por hacerse inmortal, quitando y poniendo días, transforma el nombre del mes en el suyo. Si vemos con detenimiento hasta la astrología tiene un juego importante en este mes, empezamos en Leo, terminamos en Virgo y en un 21 tendríamos un eclipse que revolcaría desde las mujeres en estado de embarazo hasta las altas cortes. Quizá sea este tránsito astrológico lo que justifique la presencia de hechos noticiosos en un mes que para algunos, tan nostálgicos y pesimistas como nosotros, definimos arbitrariamente como uno de los más funestos del año.
Paradójicamente agosto induce a llevar a cabo dos acciones, entendidas en su sentido más simplista, en quienes nos esforzamos por hacer un acto reflexivo en torno a él: recordar y olvidar. Recordar como un acto ilustrativo y de remembranza frente a eso que consideramos el pasado. Y olvidar, en este caso, como un mecanismo de escape a esa cruda y fría realidad que nos cuesta tanto enfrentar, asumir, digerir y sanar. En este mundo que se nos presenta como globalizado y globalizante, a todo estamos acostumbrados y entrenados, menos a enfrentarnos a eso que nuestros sentidos perciben como diferente, anormal o traumático. Por más cuervo o ave de mal agüero que sea agosto, valdría la pena ilustrar.
Es el mes en donde se cumplen 18 años de la muerte de Jaime Garzón. Los mismos años que llevan trabajando un grupo de personas desconocidas por hacer teatro, en un intento desesperado por sobrevivir al olvido nacional. Es el mes en donde despedimos a Luis Carlos Galán, su sepelio inundado por más de un millón de personas nos hacía recordar que en un agosto, se impusieron las balas, una vez más, por encima de las ideas.
De igual manera agosto es el mes de las fugas, se fuga la fiscal Ortega de Venezuela, se fuga Lyons a Estados Unidos, se fuga Santos del CNE, se esfuma nuestro optimismo y se fuga con él nuestra débil esperanza.
Agosto es el mes de los vientos, en donde las cometas tienen su oportunidad de inundar el cielo con colores, desde Villa de Leyva hasta Cali. Es el mes de los vientos y los recortes, cínicamente recortamos el presupuesto de pilares tan fundamentales como el deporte y la investigación, quizá porque a los colombianos nos gusta más descansar que pensar.