Lo que no se dijo del caso de Chucho, el oso de anteojos

Lo que no se dijo del caso de Chucho, el oso de anteojos

"Lejos de procurar el bienestar del oso, esta sentencia lo está condenando prácticamente a una muerte próxima"

Por: Alfredo Herrera Amaris
julio 28, 2017
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Lo que no se dijo del caso de Chucho, el oso de anteojos

Recién se conoció la noticia por la cual la Corte Suprema obliga al Zoológico de Barranquilla a regresar al oso de anteojos de nombre “Chucho” a la reserva ecológica Río Blanco de Manizales, donde ha vivido  sus 18 años de vida, pues se supone que allí tiene mejores condiciones de vida.

De antemano vale aclarar el interesante precedente contra el retiro de animales de su hábitat natural para el cautiverio. Como todo hijo de esta generación, me parece fatal el hecho de encerrar a un animal acostumbrado a su vida libre.

No obstante, esta sentencia deja unas preocupaciones serias de las que poco hablan los animalistas.

Primero, el juez ignora, a pesar de que fue advertido, que el oso llegó a la reserva ecológica desde cachorro con una compañera en un programa de repoblación; ella murió y desde entonces su comportamiento y salud han venido empeorando, hasta el punto de estar cerca a su muerte. Por lo mismo, se traslada al zoológico de Barranquilla, donde no solo tienen más y mejores recursos para atenderlo, sino una hembra de similar edad para su compañía y recuperación.

Lejos de procurar el bienestar del oso, esta sentencia lo está condenando prácticamente a una muerte próxima.

En segundo lugar, el hecho de proponer irresponsablemente la reinserción del oso a su hábitat natural, así como sugerir hacer lo mismo con demás animales en cautiverio, sin tener en cuenta que no es tan sencillo ni conveniente. La gran mayoría de casos es imposible por condiciones del animal, pues desde que nacen son dependientes al cuidado del hombre, lo que lo imposibilita a valerse por sí mismo en su hábitat natural, como el caso del oso.

También, no conveniente por encontrarse inmerso en un programa de repoblación —también caso del oso— o por priorización/imposibilidad económica, pues es demasiado costoso.

Relacionado a lo anterior, al satanizar los zoológicos estaríamos condenando muchos animales a su sacrificio, siendo el zoológico la mejor opción cuando son decomisados, trasladados por conveniencia o inmersos en programas especiales, lo que a su vez pone en peligro programas de repoblación tan importantes en Colombia como el del mismo oso de Anteojos, el del Cóndor de los Andes en el zoológico del Parque Jaime Duque y Aviario de Cartagena o del Mono Titi en el zoológico de Barranquilla.

El cautiverio, es condiciones óptimas, lejos de ser una sanción, es protección. Lo que si es verdaderamente digno de rechazo es el populismo con el que se quiere tratar el tema.

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