Es común que los presidentes se hagan elegir con un discurso y gobiernen con otro. Eso pasa hasta en las mejores familias. Lo que no es tan común es que ese discurso cambie en menos de dos meses y sea tan evidente como fue el miércoles con Donald Trump ante el Congreso en pleno de los Estados Unidos.
El señor Trump habló, o mejor leyó del teleprompter un speech cuidadosamente redactado por sus asesores que necesitaban dar un mensaje de tranquilidad en el gobierno, después de las tumultuosas primeras semanas. En las imágenes previas a la llegada de la caravana presidencial al Capitolio, se pudo observar a Mister Trump en su vehículo repasando las líneas del discurso como cualquier escolar que debe estudiar su lección para aprobar la materia.
El objetivo inmediato se consiguió, porque la apreciación general fue la de que estuvo mucho más estadista, más presidente, que en su discurso de posesión. Y eso es bueno, porque tener un loco en la oficina oval, es un verdadero peligro para la paz mundial. Pero, como señalaron algunos comentaristas de la oposición, lo que dijo Trump el miércoles es tan distinto a lo que ha dicho en otras ocasiones, que nada garantiza que ahora sí se cumpla o que tenga bases reales para cumplirlo.
Pero lo interesante, desde mi punto de vista, no es lo que dijo, ni cómo lo dijo, sino lo que no dijo. Algunos temas que se suprimieron en esta primera rendición de cuentas, muestran cómo hasta un outsider de la clase política va entrando en cintura frente a los otros poderes que en los Estados Unidos verdaderamente hacen contrapeso al poder presidencial.
Trump no repitió su acusación hacia el New York Times, CNN y otros,
calificados por él como mentirosos y enemigos del pueblo norteamericano.
Seguramente necesita con urgencia acercarlos para que no le sigan dando palo
No se refirió Trump a su pelea con los medios de comunicación. No repitió su acusación hacia el New York Times, CNN y otros, calificados por él como mentirosos y enemigos del pueblo norteamericano. Seguramente necesita con urgencia acercarlos para que no le sigan dando palo. Pero también puede ser un reversazo obligado por sus asesores que le temen a la fuerza que tiene la prensa libre.
Así ablande o modere su posición, los medios no cejarán en su control político. Es posible que regresen al salón de prensa de la Casa Blanca, de donde fueron excluidos, pero eso no significa que bajen la guardia. Los medios norteamericanos han enfrentado el poder ejecutivo muchas veces y seguramente lo seguirán haciendo con Trump.
Tampoco habló el presidente del cambio climático. Apenas hizo una ligera referencia a garantizar mejor calidad de agua y de aire, pero en relación con la salud de la población. Eso no necesariamente significa que va a honrar los compromisos con el planeta en torno a reducción de emisiones o control de la contaminación. Por el contrario, la producción de petróleo y sus derivados sí fue un tema en su discurso, en especial con relación a la generación de empleos y el crecimiento económico. Que no mencionara el tema del cambio climático, dice mucho de la poca importancia que le da al asunto. Si en la pelea con los medios sacó una pequeña bandera blanca, en el caso de la salud del planeta, la omisión es una pésima señal.
Finalmente no mencionó a Rusia, ni se refirió a las acusaciones de que su campaña se vio favorecida por los hackers que Putin puso a su disposición. Si lo vemos en contexto, se podría pensar que ofrece un armisticio a los medios a ver si logra que no le metan más muela a ese asunto, así como al tema de sus impedimentos.
En resumen, el 1 de marzo del 2017 apareció otro Trump más calmado y reflexivo, otra Melania más sonriente y otras expectativas para los inmigrantes que no sean delincuentes y tengan modo de vivir en los Estados Unidos. Ojalá todo esto no sea solo producto del telepronter.
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