De manera directa o indirecta, las FARC han marcado el rumbo del país una y otra vez, sea por su acción o por la reacción del Gobierno de turno. Este grupo guerrillero ha manejado la política pública del país: no es más sino mirar las zonas marginadas de Colombia que, por ausencia del Estado, han caído en manos de la guerrilla.
Hablar del campo colombiano es hablar de una historia de destierro, de terratenientes, de campesinos maltratados, de mujeres abusadas, de niños reclutados, de una desigualdad absurda que llega al índice de Gini de 0.86 en propiedad de la tierra (algunos como Salomón Kalmanovitz dicen que llega a 0.90); de “las convivir”, de paramilitares y un largo etcétera que arrolla la calidez de su gente amable y buena en mayoría.
En estos vastos territorios, inexplorados en muchos casos, se esconde la crudeza de la segregación, de la marginación por el Estado. Muchos no han visto más que las balas del Ejército Nacional como única forma de Estado. Es por eso que la guerrilla tiene aprobación en muchos municipios del país; son su gobierno, su forma de política, el orden que el gobierno legal no pudo brindar.
La incursión política de muchas personas también ha sido permeada por este grupo. Ejemplo claro es la llamada Farc-política, nombre que sucedió a la parapolítica, grupos unidos por el enfrentamiento en el campo, por la estigmatización de la protesta social, por el uso de las armas y el narcotráfico, desligados, eso sí, en su origen.
Hay otras que no son solo productos de las FARC. Ha sido la historia de segregaciones y abusos las que nos han construido como una tierra de nadie: la confrontación de centralistas VS. federalistas, la guerra de los mil días, la guerra de grupos armados del partido liberal y conservador, el bipartidismo y la misma indiferencia y el cortoplacismo.
Todo lo anterior es un pequeño recorrido por la “importancia” de las FARC. De su papel en el país, de ser claro que no deben seguir existiendo como grupo armado, llevando a personajes que, con la promesa de acabarlos militarmente, o por la vía de la negociación, se han quedado con la presidencia.
Es hora que los que piensan diferente sean escuchados, que los que son efectivamente de oposición puedan ejercerla con garantías y no aislados como locos gritando a sus copartidarios y seguidores sin la más mínima posibilidad de mediar palabra.
Hay muchas más cosas que le debemos a las FARC. “Buenas” y malas, pero es necesario que se vayan a vivir a los libros de historia y el país deje de girar a su alrededor.
@LuisBordaSilva