Y sí, para todo cartagenero y cartagenera, la crisis del sistema masivo de transporte (transcaribe) es una realidad ineludible e inaguantable. Sin embargo, desde su idealización, ya sabíamos que algún día empezaría a tocar fondo ante el inexorable paso del tiempo.
El estado actual de transcaribe es a todas luces deplorable, para que nos vamos a engañar; no solamente se debe hacer alarde a su pésima situación financiera, sino también a la mala prestación del servicio, sin dejar de lado, las faltas de trato humanizado al cliente o usuario.
Así pues, esta era crónica de una muerte anunciada, un sistema que no ha sido sostenible a largo plazo y que tampoco ha tenido una infraestructura solida; se hacía más o menos lógico que iba a perecer, ante la mirada cómplice de las autoridades distritales y la junta directiva de transcaribe, que nada han podido hacer con cada pata que le sale a este gran gato.
Sin embargo, desde los recovecos de esta empresa, se están dando pataletas, que pueden ser de ahogado o no dependiendo si se cumple el trato. Y es que, según la revista Portafolio, en su edición del 7 de abril, da a conocer un pacto con el Programa de Prosperidad del Reino Unido en Colombia, para realizar una poderosa inversión de $3.500.000.000 (tres mil quinientos millones de pesos), así pues, el gobierno británico busca ayudar a Cartagena para que tenga un sistema de transporte sostenible, inclusivo y ajustado a las necesidades de los usuarios.
Ahora bien, por si no se sabía, según el precitado medio noticioso, transcaribe solo ha implementado el 52% del sistema integrado de transporte, manteniendo altísimas deudas.
Este es un dato no menor, puede llegar uno a dilucidar las crisis que se vendrán para la implementación de un porcentaje un poco mayor del sistema, imagínense, si apenas lleva una nimia cifra comparada con el gran entramado de transporte que tiene a sus espaldas, como será cuando llegue al 60% o 70%.
En este orden de ideas, la inversión extranjera siempre es buena para paliar los bolsillos de los accionistas en cualquier empresa y/o sociedad comercial, sin embargo, esperemos que no se de el síndrome de la acumulación de riqueza en pocas manos y en verdad se distribuya de forma equitativa en los distintos estamentos de este sistema, y que se busque sobre todo la comodidad del usuario.
Creo que se vale soñar con un sistema a la medida de Cartagena, en el que los usuarios no se cristalicen bajo el inquietante sol por los tiempos de espera para subirse a un alimentador; uno que posea un sólido método de recaudo y redistribución del mismo; unos buses con condiciones acordes al precio que paga el consumidor final, porque los actuales, aunque parezca chiste, no cuentan con un buen aire acondicionado y eso sin mencionar aquellos que ya parecen pasar a mejor vida.
Esperemos que esta ayuda de las Europas nos caiga como un bálsamo ante la crisis del sistema de transporte masivo, soñemos y alcemos la voz ante las incomodidades que se presentan en el uso de este.
A mi modo de ver, este es una manera de transportarse que vale la pena recuperar, sin embargo, hagamos uso del antiguo dicho: “amanecerá y veremos”.
