Esto lo escuché por primera vez cuando era un primíparo de Ingeniería Química. En ese entonces usábamos reglas de cálculo y aún no existía la masificación de los computadores. En Medellín solo había dos monstruos de esos que ocupaban todo un salón entapetado y dentro del cual no se podía fumar. Uno pertenecía a la Facultad de Minas de la Universidad Nacional y el otro a Coltejer.
Con el tiempo aprendí que cualquier proyecto está sometido a imprevistos y que siempre debe existir un plan B. Más tarde empezaron a llegar softwares más sofisticados de programación al lado del CPM y las barras de Gantt. Se puso de moda el Pert, con el cual fue posible efectuar el primer viaje a la luna. Detrás llegaron Microsoft Project, los juegos financieros, los manejos de multiproyectos como el Aurora. Cada programa llegaba con una herramienta adicional que se llamaba What if ? (¿Qué pasaría si?)
El caso es que en la planeación, llámese financiera, de mercados o de construcción, juega un papel muy importante lo imprevisto. Ahora, en el mundial de fútbol de Rusia se autorizó que cada equipo llevara 3 porteros; pues en casos de emergencia un defensa podría reemplazar a un delantero o viceversa, pero un portero solo puede ser reemplazado por otro portero. Eso es un buen ejemplo de planeación. Se debe tener un plan B, debajo de la manga para el imprevisto, pero si falla algo con B se debe tener un plan C en el bolsillo de atrás.
El comentario viene al caso a raíz de la crisis de Hidroituango. Es bien sabido que EPM es una de las empresas líderes de Latinoamérica en megaproyectos de ingeniería y mantiene una buena cantidad de empresas asociadas, asesorías y joint ventures a lo largo del continente. Como si fuera poco, es líder en innovación tecnológica y debe recordarse que desde hace varias décadas fue una de las primeras empresas en Latinoamérica en construir un edificio inteligente para sus propias oficinas. Entonces descartemos un error de planeación, pues todos sabemos que “en abril aguas mil”. Además, el Ideam había pronosticado la llegada de La Niña para el primer trimestre.
Con eso en mente no busquemos la causa del desastre que no fue aguas abajo del Cauca, sino río arriba en las propias oficinas de EPM en Medellín. Esto apunta a dos posibles dos errores gerenciales en la propia sala de juntas, pues allí fue donde empezó a tambalear un plan bien estructurado.
El primero fue, probablemente, un desmesurado afán terminar el proyecto a tiempo y en la cascada de decisiones alguien pasó por alto una luz roja en la ruta crítica. Y el segunda podría ser una falla garrafal de alguno de los contratistas emparentados con Odebrecht (1). Este caso es muy probable, pues la larguísima nariz del fiscal ya empezó a oliscar un tufillo a cemento-mermelada dentro de los túneles de desagüe.
Por fortuna, las luces de alarma se empezaron a apagar y el aullido de las sirenas no se oirá más en las bellas hondonadas del Cauca. Ojalá muy pronto tengamos a un presidente cortando una cinta y haciendo una loa a la antioqueñidad. Y entonces nos recordará las hazañas del ferrocarril de Antioquia, del túnel de la Quiebra, las fábricas de textiles, el metro, el aeropuerto, las carreteras imposibles caminando sobre las cornisas de los farallones y tantas cosas más para sentirnos orgullosos.
Ese mandatario también nos contará también que la represa es un proyecto nacional, el cual proveerá el 17% de la energía eléctrica del país y del cual nos vamos a beneficiar todos los colombianos. ¡Qué así sea!
