“Lo importante no es cuánto tengo, sino cuánto sirvo”: la lección del gran Elkin Zapata

“Lo importante no es cuánto tengo, sino cuánto sirvo”: la lección del gran Elkin Zapata

El hombre que durante años se la jugó por los habitantes de la calle en Villavicencio, hoy pelea su más dura batalla contra el COVID-19. Un homenaje

Por: Leonel Uriel Alzate Herrera
octubre 08, 2020
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“Lo importante no es cuánto tengo, sino cuánto sirvo”: la lección del gran Elkin Zapata

Debo reconocer que al escribir estas líneas me embarga una mezcla de sentimientos que me cuesta describir. Es como la suma del orgullo, el cariño, la ansiedad, la tristeza y la esperanza.

Y es que a decir verdad no es fácil escribir sobre las personas que de una u otra manera nos han marcado, y pocas historias de vida me han conmovido tanto como la de Elkin Zapata Valencia. Y no solo por su férrea voluntad de superar la adversidad, y sobreponerse a las dificultades con determinación y carácter, sino además por la nobleza que transmite en cada uno de sus actos.

Hablar de Elkin Zapata, sin duda, es hacerlo de un ser humano de esos que una vez conoces no puedes dejar de admirarlos, porque reflejan eso que en el fondo todos queremos ser; personas de bien, de alma noble, y que siempre están dispuestas a dar todo por los demás sin esperar nada a cambio. Y esto, por supuesto, en una sociedad como la nuestra, donde cada quien busca su beneficio personal por encima del bien común, es una cualidad que bien vale la pena atesorar como un ejemplo para las nuevas generaciones.

Nada ha sido fácil en el ya largo recorrido de Elkin, quien, siendo muy joven, se perfilaba como un exitoso estudiante la Universidad Nacional, pero que, por azares de la vida, un día sucumbió al más oscuro de los callejones, una especie de inframundo del cual difícilmente se regresa, y donde no solo se pierden el intelecto y la capacidad de razonar, sino también la vergüenza y hasta las ganas de vivir. Hablo del terrible drama que envuelve a la drogadicción. Un flagelo que no distingue sexo, religión o clases sociales. Un enemigo silencioso y letal de nuestra juventud, y un problema millonario en pérdidas económicas y desgarradoramente letal en pérdidas humanas.

Elkin estuvo durante años en la indigencia, en lugares como el Cartucho de Bogotá, y en Villavicencio llegó a dormir en un basurero del barrio El Maizaro, donde por su adicción pasó hambre, sufrió agresiones de todo tipo, enfermó de tuberculosis, y estuvo a punto de perder la vida.

Por fortuna, y luego de más de diez años de estar perdido en la adicción al bazuco, un día Elkin logró salir de allí, y sin un peso en el bolsillo, con la credibilidad por el suelo, y ya sin el apoyo de su familia, que ya para ese entonces le había dado la espalda, decidió darle un vuelco total a su vida, y consiguió una casa en arriendo, y creó la fundación Casa del Alfarero para dedicarse a ayudar a esos con quienes había compartido ‘cambuche’ para tratar de salvarlos del infierno del que acababa de salir.

Pese al escepticismo de propios y extraños, Elkin logró en poco tiempo que la Casa del Alfarero se convirtiera en una de las fundaciones de mayor reconocimiento en Villavicencio, y por la que han pasado al menos 10.000 adictos, de los cuales ha logrado que al menos 200 de ellos hayan superado su problema y hoy hagan parte activa de la sociedad.

Pero el trabajo de Elkin no paró allí. Durante los años que estuvo al frente de la fundación, no solamente se dedicó a recoger habitantes de calle adictos para darles un techo, comida, medicinas, y en especial procurar su recuperación física y sicológica, sin que además creo programas para dar alimento a abuelos abandonados, y además durante todo ese tiempo fueron cientos de personas los que a diario pasaban por la fundación para recibir alimento, vestuario, y en muchos casos llegaron personas vulnerables, en delicado estado de salud, y que fueron llevadas por Elkin a centros médicos donde muchas veces tuvo que enfrentarse a médicos y administrativos, para que le dieran tratamiento médico a estos pacientes.

Todo esto le valió a Elkin inmensos reconocimientos que van desde homenajes y condecoraciones del Concejo Municipal, la Asamblea Departamental, la Alcaldía y la Gobernación del Meta entre otros, que vieron en su ejemplo un verdadero referente para nuestra sociedad. Se ha dedicado además a dar gratis en escuelas, colegios y universidades charlas de prevención que siempre dejan ese mensaje que se ha convertido en su lema de vida: “lo importante no es cuánto tengo, sino cuánto sirvo”.

Fue ganador de uno de los más importantes reconocimientos a la labor social en Colombia, como es el premio Titanes Caracol, en la categoría salud y bienestar, y llegó a dar conferencias en la prestigiosa universidad de Harvard, en Estados Unidos y Canadá. Por si fuera poco, representantes de distintos sectores de la ciudad, entre ellos profesores, comerciantes y de otras áreas, lo convencieron para poner su nombre al escrutinio público, y desde entonces se apartó de la Fundación, para terminar convertido en concejal de Villavicencio.

Toda una historia de vida, un indubitable ejemplo de superación personal y vocación de servicio social.

Hoy ese mismo hombre, honesto, bondadoso, carismático y servicial, atraviesa la batalla más difícil de su vida. Está luchando contra el COVID-19. Paradójicamente solo, dados los estrictos protocolos que supone el virus. No me queda más que elevar una oración al altísimo por la pronta recuperación de quien, reitero, es una de las personas más valiosas que la vida me ha permitido conocer: el señor Elkin Zapata Valencia, ese que sin ambigüedades y con un corazón gigante lo ha entregado todo para servir a nuestra sociedad.

Dios bendiga a Elkin, mi amigo, el amigo de todos… Pocos como él. ¡Fuerza viejo, Elkin!

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