Lo que hay detrás de los candidatos a la Alcaldía de Bogotá
Opinión

Lo que hay detrás de los candidatos a la Alcaldía de Bogotá

La coyuntura para la elección de alcalde de Bogotá se caracteriza por la falta de verdaderos partidos y de liderazgo de los candidatos

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septiembre 09, 2015
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Todos los candidatos tienen tres dimensiones que, según el momento histórico y la personalidad de cada uno, representan mayor o menor peso.

Hay una 'fachada' que es normalmente la que el aspirante considera que es la que mejor puede vender. Una segunda dimensión sería la realidad de lo que el personaje es. Y una tercera lo que está detrás y le da el apoyo o simplemente lo usa para que lo represente.

Si algo caracteriza la coyuntura para la elección de quien será el alcalde de Bogotá, es la falta de verdaderos partidos, que no sean únicamente agencias electorales, sino propuestas de modelos de gobierno fundadas en orientaciones ideológicas y con proyectos para objetivos concretos.

Y el otro aspecto evidente para el momento que vivimos es la falta de liderazgo, de jerarquía política por parte de quienes hoy son candidatos.

Bajo esta premisas podemos describirlos.

Como fachada, Pacho Santos intenta representar una especie de derecha 'decente'.  Sin identificarse con la oligarquía, sí echa el discurso que cree que ella espera, y renuncia al populismo tratando de dar un carácter de seriedad a sus presentaciones.

Lo que sucede es que su personalidad parece ser y es vista como la de un bonachón ingenuo. Un 'buena persona' que nada maneja y ni siquiera sabe bien en qué está metido.

Pero detrás de él sí se conoce quien está y se le teme. La experiencia misma muestra la dificultad que tiene 'Pachito' para ubicarse: por un lado como seguidor y alfil de Uribe no parece darse cuenta de hasta donde esa condición ha sido un 'abrazo del oso'; se contarían en los dedos de la mano aquellos que no han terminado enredados por demasiada cercanía con ese líder. Por otro lado tampoco el precedente de la forma en que le impuso la candidatura de Oscar Zuluaga le ha enseñado algo respecto a la relación u opinión que su jefe tiene de él.

Peñalosa supone ser el antipolítico, el independiente y el técnico 'buen administrador'.

Estando en su quinto intento por alcanzar el poder ya sea nacional o de la Capital, lo menos que se puede decir es que su ego no es pequeño, pero no ha sido afortunado porque desprecia lo que ve como politiquería.

Pero detrás de él estaría la figura que corregiría sus falencias electorales compensando con creces la falta de gamonalismo y 'manzanilla' que le ha faltado: con una trayectoria de pasar de partido a partido como él, Vargas Lleras ha sido campeón en crear vínculos con dirigentes que se la juegan a su futuro sin que sus antecedentes sean obstáculo para recibir su apoyo. Sucedió cuando tuvo que renunciar Carlos Fernando Galán, pero igual se ve cuando 6 de los 8 actuales senadores de Cambio Radical están siendo enjuiciados (y un porcentaje similar de los anteriores).Y sorprende que el procurador no intervenga ante la forma en que descaradamente abusa de su cargo para promover su candidatura presidencial.

De Pardo la imagen que intenta vender es la de un elemento neutral, dedicado solo a pensar en gobernar bien, sin mayores sobresaltos ni polarizaciones, buscando aparentar más de gerente que de político.

La verdad sin embargo es que no es solo un Forest Gump que aparece protagónico en todo por casualidad, sino con una 'cara de bobo bien administrada' se ha hecho nombrar en todos los gobiernos, consiguiendo como tránsfuga de todos los partidos altos cargos, pero sin lograr resultados que mostrar o por lo menos que así lo considere el electorado que lo descartó estrepitosamente (con menos del 5 %) cuando aspiró a la presidencia.

Lo que está detrás de él es Cesar Gaviria, tal vez el poder más sinuoso que ha tenido el país: impulsó el modelo neoliberal del cual ya nadie se atreve a reivindicarse como defensor; acabó con una Constitución sin tener proyecto alguno para remplazarla, por lo que ha requerido tantos Actos Legislativos para reformarla como los artículos iniciales; y, sobre todo, se apoderó del Partido Liberal hasta acabarlo, dejándolo sin ideología, sin estatutos y hasta sin electorado, todo esto con trampas o 'habilidades', sirviéndose justamente de Rafael Pardo quien según fallo del Consejo de Estado montó una Dirección Liberal ilegal, espuria, violatoria de la moralidad administrativa, contraria a los principios democráticos y constitucionales. Mucho dice de ambos este episodio.

Queda Clara López tratando de que su fachada se vea como lo que ella es, una convencida de la necesidad del cambio en una Sociedad y un Estado que conservan aún rezagos de siglos anteriores. Pero en su caso la fachada de su partido —el Polo Democrático Alternativo— es la que se impone por encima de ella.

Su condición personal de intelectual de izquierda con más dimensión que la mecánica política o que el extremismo ideológico de sus copartidarios la ubicaría en el espectro colombiano como una liberal de avanzada; por eso su enfrentamiento en lo primero con Petro y su contrapunteo en lo segundo con los líderes más radicales de su partido.

Siendo la falta de un partido que asuma esas banderas de izquierda democrática lo que ha dado los votos al Polo, hoy ella tiene detrás y cuenta con el respaldo del auténtico liberalismo, el de la izquierda reformista que ha marcado los grandes hitos en la historia Colombia.

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