El error de tantos años al omitir la justicia frente al abuso sexual cobra sus víctimas desde otras miradas.
Soy mujer, heterosexual, y soy docente hace más de 10 años, hija y nieta de docentes. Realizo mi presentación, ya que será importante para contextualizar mi opinión.
Este último mes he escuchado las denuncias de estudiantes y sus familias por supuestos casos de abuso y violencia sexual. Y estoy totalmente de acuerdo que son crímenes atroces que deben ser investigados y que los responsables deben recibir consecuencias por sus actos.
Pero, los hombres que no son responsables y son acusados de estos delitos, ¿quién repara su dignidad y su alma? Después del escarnio público de los medios de comunicación y la comunidad educativa.
Me preocupa la salud mental de las mujeres, que por poder y una mala educación sexual acusan a un hombre, destruyéndolo no solo a él a nivel moral y social, sino a sus familias.
En los últimos dos años he sido testigo directa de dos acusaciones que sólo por la necesidad de poder y la mala interpretación de empoderamiento femenino han dañado a dos hombres.
El primer caso es de un hombre, con una carrera de docente consolidada, que no tiene ni una sola otra acusación de este tipo, y la mujer que lo acusa evidenciaba en sus actuaciones el querer resaltar en la labor que él venía desempeñando.
Es decir deseaba su cargo y por medio de una acusación insulsa, por un solo piropo mal echado él y su familia ahora corren peligro, existen las pruebas del famoso comentario y de lo insignificante. Él cayó en la trampa, y ella logró no solo destruir la carrera de un hombre, sino su vida, por la que está luchando día a día por restablecer.
La segunda acusación se da por una adolescente; a ella el docente le cayó mal (cuántos no estarán identificados en este momento) y desde su inmadurez no dudó en afirmar que lo debían retirar de su cargo, simplemente por el hecho de ser hombre, y manifestó que lo había visto observando de manera incorrecta a miembros de su comunidad.
La directivas de la institución en vez de pensar en la necesidad de un plan de acción para ejecutar, solo se remitieron a decirle al docente que no utilizara expresiones como “tú… tal cosa” a ningún estudiante, porque podía verse ese tú como un acoso sexual. Ahora tiene inconvenientes y llamados de atención por decir tú.
¿A qué llegamos? Esa es nuestra ignorancia a nivel de sexualidad, y las mujeres no somos bobas, sabemos que acusar a un hombre en ese tipo de situaciones destruye su vida y lo sabemos desde niñas, por la información a medias que recibimos. Y dejamos la duda de quien dice o no la verdad frente a una acusación real.
Quién repara a estos hombres acusados falsamente, a los que se les expone su rostro y se les daña su vida profesional y familiar. Debemos creer en todas las denuncias, eso es cierto, pero somos una sociedad tan falta de honestidad y de verdad, adicta al poder y de querer ganar siempre, que no nos importa destruir familias enteras.
He visto hombres docentes, humanos respetuosos y dignos, que no deben ser tratados como criminales solo por el hecho de ser hombres en una profesión que históricamente correspondió a mujeres.
Exijo como miembro de la labor que se exija una cátedra sexual que sea integral, así como cuando le enseñamos a la mujer a decir no, y al hombre a que es un deber respetarlo, debemos también educar en que daño hace acusar falsamente (ojo, falsamente, recalco) a otro ser humano de agresión sexual.
A veces omitimos esa parte, nos enfocamos tanto en un solo tipo de víctima, pero hay varios tipos de víctimas. Víctimas también es a quien se acusa falsamente, ¿quien lo repara a él?