Lo advirtió el papa Francisco desde La Habana el pasado domingo: bienvenido el proceso de paz en Colombia, pero con respeto a la institucionalidad y al derecho nacional e internacional.
No mencionó el Sumo Pontífice la palabra Farc por ninguna parte, como si tuviera claro que, si bien la paz en Colombia es una necesidad mundial, a los herederos de Tirofijo no se les puede premiar con la impunidad. El papa, como buen latinoamericano, debe tener claro con quiénes está negociando el gobierno de Colombia para tratar de poner fin a más medio siglo de hostilidades.
Y ahora que no se vaya a decir que el Santo Padre es enemigo de la paz, de las Farc y de la reconciliación entre los colombianos. Todo lo contrario. En su mensaje desde la capital cubana observó entre líneas que una paz sin legalidad no es duradera en ninguna parte del mundo.
Y es que dentro de ese acatamiento al derecho nacional e internacional que Francisco exige, las Farc tienen que responder por los niños que han metido a sus filas, por los secuestrados, por los atentados terroristas que han perpetrado desde hace más de 50 años.
Hagamos memoria y miremos, en orden aleatorio, si es que toca hacer borrón y cuenta nueva:
Febrero 7 de 2003: las Farc vuelan con explosivos el Club El Nogal, en el norte bogotano, con saldo de 36 muertos y unos 200 heridos.
Entre esos 200 heridos figura la pequeña María Camila García Mugno. Ella había llegado a El Nogal con sus padres, Juan Manuel García y Luisa Fernanda Mugno, y con sus hermanos Mariana y Santiago. Sus padres murieron y Mariana también. Santiago sobrevivió y María Camilia fue sacada de los escombros con vida unas 15 horas después del atentado.
Después de varios días de una titánica lucha contra la muerte —en estado de coma—, María Camila empezó a aferrarse a la vida, pero cuando despertó hubo necesidad de decirle que sus padres y su hermanita habían muerto y que, como si eso fuera poco, había perdido la pierna izquierda.
"Cuando me enteré de lo de mis papás y lo de mi hermanita, yo sentía en ese momento una rabia hacia las personas que lo habían hecho (el atentado). No entendía por qué lo habían hecho y sentía mucha tristeza, impotencia, de cierta forma odio", dijo María Camila para un especial de televisión de Teletón.
Entonces, ¿clamar por justicia para la familia García Mugno es estar en contra del proceso de paz? Desde luego que no.
Noviembre 1 de 1998: varios centenares de guerrilleros de las Farc se toman la ciudad de Mitú, capital de Vaupés. Después de interminables horas de combate, una treintena de policías murieron y otros 60 fueron secuestrados.
Uno de esos secuestrados fue el intendente Luis Hernando Peña Bonilla, quien por la inclemencia del secuestro perdió la razón. Quienes fueron sus compañeros de cautiverio han dicho que cuando Peña enloqueció los guerrilleros se lo llevaron. Nunca se volvió a saber de él. Y como las Farc ya devolvieron a todos los militares y policías que estaban en su poder, nos preguntamos: ¿dónde está Peña?
Algún oportunista del derecho internacional humanitario podría alegar que Peña era un "combatiente" y que fue detenido en franca lid. Para ese oportunista va esta pregunta: ¿hay derecho a que alguien sea desaparecido de la faz de la tierra, por el hecho de enloquecerse? Desde luego que no.
Junio 28 de 2007: las Farc anuncian que asesinaron a 11 diputados de la Asamblea de Valle del Cauca que habían secuestrado cinco años atrás. Según dijeron sus voceros, la muerte fue la consecuencia de un hecho confuso.
Ese hecho confuso no fue otra cosa que un error de los guerrilleros que custodiaban a sus rehenes y que pensaron que iban a ser atacados por el Ejército. Los 11 diputados fueron muertos sin dignidad alguna, sin derecho a rogar por sus vidas ni a pedir clemencia. Entonces, como eran políticos, ¿tenemos que justificarle a las Farc esos 11 asesinatos? Desde luego que no.
Mayo 5 de 2003: las Farc asesinan en cautiverio al ex ministro Gilberto Echeverri Mejía, al entonces gobernador de Antioquia, Guillermo Gaviria, y a ocho militares. Echeverri y Gaviria habían sido secuestrados un año antes precisamente en una marcha por la paz, esa paz de la que tanto hablan las Farc. Los asesinaron porque la orden del autodenominado secretariado de las Farc era no permitir que eventualmente fueran rescatados por la fuerza pública. No hay derecho.
Las palabras del papa Francisco, apreciados lectores, son claras. Esas cosas que han hecho las Farc tienen que ser castigadas (y eso que solo cité cuatro o cinco casos; con más tiempo llenamos una enciclopedia). Ahora que no nos vengan con el cuento de que por la paz hay sacrificar lo que sea. Eso no es así y, enhorabuena, es la postura clara y contundente del político más importante del mundo: el papa.
Todos los colombianos queremos la paz, desde luego. Dónde la firmamos ya. Pero, ojo: hacernos los de la vista gorda con la justicia va a asegurar división respecto de los resultados eventuales de ese proceso de paz.
P.D.: Fotos de la semana pasada que reflejan la dramática polución en Bogotá. ¡Y nos quieren hacer creer que es el humo de los incendios en Ecuador!