Soy santista. Así, sin anestesia lo digo.
Pero cada vez me cuesta más serlo, y más aún cuando se vive en un departamento como el Meta ,tan uribista.
Me explico:
Yo no soy Santista porque sea empleado público o dependa del Gobierno para subsistir o por el tan cacareado tema del proceso de paz (importantísimo), sino por todas las cosas que se han venido haciendo en este Gobierno y que la bandera principal del mismo, como lo es la paz, ha venido quitándole el protagonismo que se merece.
La calidad de la educación en los sectores más privilegiados económicamente se debe en esencia a que ellos pueden pagar un colegio con buena educación antes de los cinco años en donde la capacidad de aprendizaje del ser humano es la máxima; sin embargo, las clases menos favorecidas no pueden hacerlo hasta tanto no lleguen al colegio que es gratis, tiempo en el cual el ser humano ha aprendido muchas de las cosas que lo habrán de formar socialmente. Eso cambió con el programa de CERO A SIEMPRE. No obstante, esos cambios no los veremos sino hasta dentro de algunos lustros.
Para seguir con la educación, qué importante ha sido que los jóvenes más pilos, pero mas pobres, no tengan que ir a desperdiciar sus virtudes y talentos en una tienda de barrio, como empleados de la construcción, o inclusive engrosando las filas de los grupos subversivos y ahora puedan acceder a una universidad de calidad, sin tener que esperar a que la Universidad Nacional que los acepte. SER PILO PAGA.
El doctor Diego Molano, uno de los cerebros fugados de este país, logró hacer desde el ministerio de las TIC que cientos de municipios, miles de colegios y millones de colombianos tengan acceso a las telecomunicaciones y, por ende, al internet, lo que conlleva de inmediato a tener acceso a la información inmediata, que no es otra cosa que educación. Sin embargo, estamos embelecados hablando de la guerra que nunca le permitió al pueblo darle la relevancia a lo que este señor hizo por el país. Hoy presta sus inapreciados servicios a una empresa privada en el extranjero.
El que hoy en día 100 mil familias hayan podido acceder de manera gratis a vivienda, es algo que solo esas familias aprecian, pero que tiene un efecto sobre toda la sociedad incalculable, ya que tener casa no te hace rico, pero no tenerla sí te hace pobre y la pobreza no es una buena aliada cuando de justicia social se habla. Sin embargo, nunca como ahora un Gobierno se había encargado de cerrar esa enorme brecha entre los que tienen y los que no.
Siendo un país tan rico hídricamente, la falta de agua, o más bien de acueductos en los sectores tan abandonados y alejados como el Chocó, generaba otro clima infame en la comunidad. Pero eso, poco a poco, ha venido cambiando y hoy ya son varios millones de personas las que cuentan con agua en sus casas.
Para no seguir nombrando las cosas por las cuales soy santista, debo terminar por aducir la importancia que este gobierno le ha dado a la infraestructura vial, y la forma como el país va a cambiar en los próximos cinco años en esa materia. Es indudable que la enorme cantidad de recursos destinados a combatir ese frente traerá como consecuencia una mejora sustancial en la economía, el transporte y el turismo del país.
Esas son las razones principales por las que soy SANTIISTA.
No obstante debo decir que en el departamento del Meta la cosa no pinta tan bien como ocurre en el resto del país, porque además de la obsesión nacional que se tiene por el tema de la Paz, porque aquí nadie les cree a las Farc, y si bien aquí se han llevado a cabo obras que involucran acueductos, vivienda y vías, estas últimas nos ha correspondido pagarlas con peajes que escandalizarían a los países más ricos del planeta y si a eso le sumamos que somos la despensa más grande de comida del país, que tenemos el 75 % de la producción del petróleo de Colombia, que tenemos en nuestros suelos la posibilidad única de ampliar la frontera agrícola del planeta, que nos quitaron las regalías para llevárselas a hacer obras en el resto del país y, adicionalmente, tienen en las cárceles de Acacias el patio donde resguardan a muchos de los delincuentes de este país trayendo como consecuencia un índice de violencia y criminalidad altísimo en municipios de Villavicencio y Acacias, hace que inevitablemente la popularidad del gobierno no sea para nada algo que destacar.
Yo defiendo al gobierno de Santos por las razones expuestas arriba, pero es claro que cuando se trata del departamento del Meta los oídos parecen sordos y los ojos parecen ciegos, y más aún cuando contamos con un gobierno departamental que, si bien tiene afinidad con el gobierno en el tema de la paz, administrativamente dejó mucho que desear.
Para nadie es un secreto la forma tan brutal como ahora tratan a los ganaderos con el tema de las vacunas cada seis meses, con el tema de la sistematización de las guías que hacen que la demora por un documento de estos sea hasta de dos días, los altos costos de la sal y medicamentos, los elevados costos de los abonos, la forma como se quiere tener el control de cada pepa de palma que cae de las matas, los enormes costos en los que quieren hacer incurrir a los palmeros para controlar sus cultivos como si estos fueran ilícitos y la inequidad con los arroceros, muy a pesar de la escasez y el alto costo del arroz que tiene el país es algo que de tiempo atrás inquieta profundamente a los llaneros.
Si algo ha demostrado el Estado, desde hace unos diez años hacia acá, es la eficiencia cada vez mayor en el recaudo de los impuestos y el control a la evasión por la vía del MUISCA. En eso hay que reconocer que la DIAN ha dado muestras de eficiencia y eso ha sido aplaudible; sin embargo esa eficiencia no se ve reflejada en los gastos que el gobierno hace para administrar esos recursos y de los cuales no vemos una corrección adecuada; para no ir tan lejos, la salud es y será uno de los renglones más inequitativos de todo cuanto ha hecho este Gobierno. El lunar del gobierno Santos es y será el tema de la salud, el cual no ha mejorado en la misma proporción en que sí lo hacen los recaudos de la DIAN, lo que significa que esos recursos se van quedando en manos que no son precisamente de los pacientes más pobres de la patria.
Hay dos vías por las cuales el Estado puede mostrar eficiencia en un balance administrativo serio: uno es aumentando los ingresos vía impuestos, y la otra es frenando el gasto disminuyendo la burocracia propia del Estado, y es claro que es mucho más fácil imponer la segunda opción a un pueblo adormecido y casi pendejo, que enfrentar la horda de congresistas haciendo lobby para evitar perder sus cuotas burocráticas.
Es claro que si deseamos que este tema de constante y reiterada polémica como lo es el de la corrupción debe tratarse con soluciones de raíz y que no son necesariamente la imposición de nuevos impuestos.
Para eso hay que hacer reformas de fondo que tienen que ver con la eliminación de las gobernaciones, por ejemplo, dado que las mismas parecieran semejarse a las de los Estados Unidos y, sin embargo, las legislaciones de cada Estado en ese país pueden y son diferentes entre sí y nuestros departamentos están regidos por una sola ley centralizada. Esto hace que esas gobernaciones y sus asambleas no sean más que un nido burocrático que debe desaparecer y en su cambio los recursos destinados para inversión se deben repartir proporcionalmente al número de habitantes de cada municipio y los gastos destinados a administrativos deben retornar a la nación.
Disminuir el número de congresistas o inclusive hacer que el Congreso sea unicameral, al estilo del de Venezuela, es otra forma de bajar impuestos.
Si quiere dinero, el Gobierno tiene que mostrar eficiencia y es claro que esta no se logra soportando tanta burocracia, tanta corrupción y tanta inequidad.
Nunca he sido sindicalista, pero escuchando a Julio Roberto Gómez en la radio, creo que seré de los que salgan a apoyar el paro propuesto por las centrales obreras en el caso de que el IVA aumente un solo punto y la propuesta de alza en los impuestos pase en el Congreso.
Creo que tenemos suficientes impuestos con IVA del 16 %, con un 4 por mil abominable, con unas retenciones en la fuente del 11 %, con unos parafiscales escandalosos, y cada vez más impagables, con un impuesto a la renta al tope, con unos impuestos disfrazados en una gasolina carísima, con un SOAT que paga impuestos del 50 % y con unos salarios indignos.
Soy santista, pero no sé hasta cuando aguante esto porque si la cosa sigue así con nuestro departamento, estoy también en la disposición de apoyar a quienes proponen que los llanos se independicen de Colombia y dejemos de mantener a un país que nos ignora cual suela de zapato.