En el escenario político colombiano, difícilmente podrán aparecer otras figuras que se equiparen y logren representar de manera fidedigna las concepciones ideológicas de derecha e izquierda, como lo hacen de manera espontánea Álvaro Uribe y Gustavo Petro.
Traer a colación uno de estos dos apellidos, que parecen haberse afincado, no solo en la política, si no también en el sentir pasional de los Colombianos, es sinónimo de debate, más aún cuando los simpatizantes han enajenado concepciones ideológicas y han superpuesto fanatismo sobre razón, se abre entonces una brecha que da cabida a la germinación del odio, estigmatización y deslegitimación abrupta del principio democrático de libertad.
La polarización política que vivía Colombia hasta hace pocos días, estaba provocando un ambiente muy cálido, quizás me atrevería a decir que sofocante, limitando de manera significativa los espacios de diálogo y debate, bajo los lineamientos del respeto y cordialidad.
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La coyuntura social, el papel relevante que han tomado las redes sociales en el espectro político del país, han permitido la proliferación del odio de manera abrupta y casi en estampida. El panorama en espacios como Twitter y Facebook tienen a la orden del día comentarios hirientes, publicaciones sesgadas y carentes de verdad, todo esto a la final del día, afianzan la ruptura del lazo de hermandad entre Colombianos.
El sectarismo promulgado por ambos bandos ha llegado a tal nivel, que pobre de aquel que se niegue a tomar partida o no promulgar cualquiera de estas dos "religiones verdaderas", quienes cometan tal osadía, serán aún más apedreados, cargando una cruz deshonrosa que lleva por nombre "tibio".
Transcurridas las elecciones presidenciales y habiéndose quedado la izquierda con las llaves de la casa de Nariño, con una pequeña observación, la victoria no fue aplastante, la diferencia no es tan notoria como en ocasiones anteriores, por tanto el triunfo no cobija a gran parte de la población, dando fertilidad al suelo para que prospere con mayor vigor las discrepancias.
Gustavo Petro, después de haber pasado la resaca victoriosa, buscó comprender el panorama político y entendió que no era igual ganar con la mitad, que gobernar con la otra mitad en contra. Por eso su búsqueda feroz de aliados y ensanchar la lista de partidos de gobierno. La gran mayoría accedió sin titubeos, pero hacia faltaba conciliar con su más férreo contradictor, Uribe.
El momento se gestó y los protagonistas de esta novela política convergen en algo muy sustancial, el bienestar para Colombia. No podemos visualizar un horizonte de prosperidad para esta tierra si seguimos sembrando odio, el mensaje es claro, debemos buscar la unidad bajo los parámetros de respeto y libertad. Una reunión que ha abierto la puerta al diálogo y se ha convertido en el analgésico que ha mermado el dolor que tenía esta patria al ver tantos hijos en división.