En nuestro medio, en las reuniones sociales, reuniones familiares, en las oficinas, con los amigos o en los centros educativos, comerciales etc., muchas personas se les escucha decir: "yo no me meto en política y además nunca en mi vida he votado, ni votaré por ningún político". Esto lo dicen con mucho orgullo y con mucha naturalidad, sin pensar que asumiendo esta elemental actitud, unos pocos deciden por ellos. Piensan que al adoptar esta errada conducta están ayudando a mejorar su situación personal y la de los demás. Craso error.
La gran mayoría de los que opinan así, se consideran iluminados, incontaminados e inmaculados, han decidido erróneamente no hablar ni inmiscuirse en política, lo consideran algo malo, algo peyorativo y perverso. Los que opinan así, (que no son pocos), detestan hablar del tema, lo evaden ingenuamente, sin pensar que la política lo es todo. Está claro que si se desentienden totalmente de la política, ella termina ineluctablemente metiéndose en sus vidas y definiéndole cosas, que lo afectaran en el corto, mediano y largo plazo.
Renunciar a hablar de política (precisamente en los momentos históricos que más se necesita fijar posiciones) es pegarse un tiro en un pie, es "auto suicidarse". Los que así piensan, no se dan cuenta de que los de siempre y que se encuentran instalados en el poder, son aupados por los que no desean hablar de política. A ellos, o sea los beneficiados de la corruptela, les cae como anillo al dedo, esta renuncia: su círculo cercano de vividores, encontraran menos oposición, cuando se rehúse a intervenir.
Para ellos es muchísimo mejor que los interesados en el tema político, sea un grupo reducido e ínfimo, así, fácilmente tomaran decisiones y refinaran nuestras vidas a su manera y a su antojo. A la caterva corrupta y compradores de la voluntad y la conciencia política, les conviene la abstención y la ignorancia política: una elevada abstención les asegura perpetuarse en el poder, allí encontraran el delicioso caldo de cultivo que los energiza y los mantiene incólumes, los abstencionistas se ubican en la cadena alimentaría que fortalece su sistema inmunológico, y les fabrica el teflón que necesitan con urgencia.
El que no se interesa en la política - digámoslo crudamente- es el culpable de todo lo que pasa e igual el que por necesidad vende el voto y peor aún, el que lo compra. "Si usted no se mete a la política, la política termina metiéndose con usted" decía Gabriel García Márquez.
"Yo no meto en política" los escucha uno olímpicamente decir, lo anterior es el resultado de la incultura política que nos rodea. Se vive convencido de que como la corrupción política campea, no se debe votar, en eso se reduce el tema, sin pensar que su postura les deja el campo libre a los vivarachos que han hecho de la política su modus vivendi y modus operandi, con la compra de votos bien sea con dinero en efectivo o tejas, bultos de cemento, ladrillos y tamales.
Los que así actúan, concluyen banalmente que la actividad política va de la mano de la corrupción, pero no se logra dilucidar que precisamente eso es lo que hay que combatir anteponiéndole la buena política. Entendida la buena política como el arte de producir ideas o servir a los demás. Si se renuncia a la participación y compromiso no se logra combatir lo que tanto criticamos y lo que tanto nos afecta. Es por lo anterior que: ¡Yo sí participo en política, opino y voto!