Lo complejo de entender el conflicto colombiano
Opinión

Lo complejo de entender el conflicto colombiano

De lo que más depende nuestro país hoy es del ahora reconocido primer poder, la capacidad de manejo (¿manipulación?) de la información por los medios de comunicación

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enero 17, 2024
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Comencemos por la cantidad de actores armados: la guerrilla, los paramilitares, el Estado y los traficantes. Fuera de eso están por sus intereses aunque desarmados, los políticos, los empresarios y los medios de comunicación.

Ahora bien ¿por qué luchan o porqué lo hacen?: por interés  económico, por poder político, por supremacía militar, por convicciones ideológicas.

El conjunto de estas variables permite que se den centenares de posibilidades para que dos protagonistas se unan alrededor de un propósito o para enfrentar a otro grupo de igual característica.

Ejemplos: el Estado coincide con los capos de la droga para formar el paramilitarismo que enfrentaría a la guerrilla, la cual a su turno negocia con los mismos capos para obtener protección contra las fuerzas del Estado.

O el Estado comparte con el Cartel de Cali el propósito de acabar con Pablo Escobar.

O guerrilla y paramilitarismo son delincuentes ante el Estado, pero políticos y paramilitares se unen para adquirir curules en el Congreso.

En fin, las combinaciones posibles son innumerables pero lo que sí se puede es considerar cual mayor o menor peso tienen cada uno de estos elementos en el desarrollo de las diferentes formas de violencia que nos caracterizan.

Lo común a todos es la búsqueda del éxito en el campo y en el objetivo que escogen. Y éstos usualmente son el político y el económico.

Y no hay duda que el narcotráfico y su presencia y poder sido determinantes para lo que vive Colombia hoy.

Pero de lo que más depende nuestro país es de lo hoy reconocido no ya como ‘cuarto poder’ sino como primer poder, es decir la capacidad de manejo (¿manipulación?) de la información por los medios de comunicación. Con la circunstancia de que eso que sería el poder mediático subyace en todos los conflictos pero supone no ser parte ni motivado por ninguno.

No solo no tiene ninguna función definida fuera de la que se autoasignan, sino, en consecuencia, no están bajo ninguna regulación ni control. Y ya la experiencia ha mostrado que las llamadas ‘redes sociales’ lejos de hacerles contrapeso como se esperaba, se convierten en multiplicador de las informaciones inevitablemente sesgadas que en el carrusel mediático se producen, o degeneran en vehículos para desahogar pasiones, y fácilmente en instrumento para producir fake news, noticias falsas que desorientan aún más al receptor y generan aún más polarización y violencia.

Lo malo es que los actores en ese campo periodístico mediático no comparten objetivos ante los cuales la competencia de otros intereses pudiera servir de cortapisa. Lo que los guía es la ambición de satisfacer su ego en una forma no medible pues atañe a cada uno autocalificarse.

Por supuesto todos pretenden que cumplen una función de interés público y que por eso la ‘prensa’ debe tener privilegios (amparo especial en las guerras, acceso a lo que al ciudadano común le está limitado, rechazo a lo que les suceda en su ejercicio) y se autopromueven como héroes -y víctimas- por perseguir la verdad que debe interesar al público – y supuestamente por eso son perseguidos-. (Basta ver el papel que desempeñan en cualquier película).


Se autopromueven como héroes -y víctimas- por perseguir la verdad que debe interesar al público, y supuestamente por eso son perseguidos


Y claro que unos más que otros son más sinceros en esa ‘convicción’, como también se evidencia que unos más que otros son más cultores de su propio ego por encima de cualquier otra consideración.

Lo grave es que en el ejercicio de esa profesión no solo hay unas personas más correctas que otras, sino, infortunadamente para un país como el actual, unos elementos francamente tóxicos que se nutren -y nutren su ego- de envenenar la opinión pública.

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