En las comunidades educativas, el eje central de nuestra labor y conversaciones gira y girará siempre en torno a la educación y con ella, la pedagogía, la didáctica, el conocimiento, la investigación, la evaluación y los valores. En esta oportunidad, esos temas cotidianos de la escuela emergen en un contexto inesperado, en medio de una terrible pandemia que ha hecho temblar al planeta y que ha trasladado los quehaceres propios del contexto de la escuela a la casa de cada uno, con todo lo que ello ha implicado, y con la incertidumbre frente a cuándo y cómo debe levantarse esta estrategia salomónica para garantizar el derecho a la salud y la vida de nuestros estudiantes, maestros y sus familias.
Este 4 de mayo, iniciaremos la tercera semana de una situación educativa nunca imaginada, para la que no estaba nadie preparado y que ha generado todo tipo de situaciones dependiendo del contexto de cada familia, de cada institución educativa y de la capacidad que cada persona tenga para asumir el cambio. No se pueden desconocer cosas positivas, por ejemplo, el confinamiento nos ha permitido volver al seno de la familia y el concepto de hogar cobra una poderosa fuerza para todos. Ahora nuestros estudiantes, sin importar su edad, nivel educativo o clase social, permanecen en casa con sus padres o cuidadores. Desde allí deben continuar sus clases a través de diversas modalidades: algunos las podrán recibir mediadas por las TIC (Tecnologías de la Información y la Comunicación), a través de tabletas, computadora o celulares; sin embargo en lo oficial, educación a la que asisten la gran mayoría de estudiantes de estratos uno, dos y tres, aproximadamente un 73%, les tocará con guías fotocopiadas, porque no se puede de otra manera, aunque estemos en pleno siglo XXI no hemos alcanzado la modernidad en conectividad, esa es la triste verdad.
Indudablemente la pandemia desnudó la realidad del país en materia de conectividad y equipos tecnológicos en cada institución educativa, pero también la precaria realidad de las familias de nuestros estudiantes, en este tema.
Ahora bien, si algunos dudaban de las razones y consignas de los paros declarados por Fecode y las centrales obreras, hoy sin lugar a dudas suman sus voces para darnos la razón y exigir que el discurso de la educación de calidad que tanto enarbola el gobierno, vaya más allá de la propaganda mercantilista que sólo ha generado exclusión social y estandarización. Es claro que “la noción de calidad de la educación se antepone y media para imponer una visión deteriorada y desacreditada de lo público” [1], un desprestigio que no para y que podemos evidenciar en un vídeo que circula en estos días por redes sociales, donde atacan a la educación oficial y las exigencias de Fecode que van más allá de temas gremialistas.
En estos momentos las familias, sin importar cómo estén conformadas, han tenido el titánico reto de asumir la tarea de ayudar a sus hijos con sus tareas desde casa, pero la realidad es que la mayoría de ellos no tienen los conocimientos, ni el hábito, ni las habilidades necesarias para hacerlo de manera exitosa; sumado a que en la mayoría de los hogares de los estudiantes de la educación estatal y también de muchos privados la principal preocupación es cómo conseguir el sustento de cada día, pues están sin trabajo y la informalidad que les brindaba el “diario para vivir” está restringida por la normatividad sanitaria. En el sector rural, en cambio, las arduas labores del campo no han cesado y poco tiempo queda a los padres para ese acompañamiento indispensable con los niños más pequeños. Pero, además, muchos estudiantes de secundaria tampoco han desarrollado el hábito y la disciplina que requiere el trabajo autónomo en casa.
No puedo dejar sin mencionar aquí que algunos de nuestros estudiantes, además de todas las dificultades ya mencionadas, padecen en sus hogares la violencia intrafamiliar, el maltrato físico y psicológico, situación que se ha acrecentado por la angustia económica y el hacinamiento en que la mayoría de familias viven esta situación de confinamiento. Esto afecta enormemente el proceso de aprendizaje y entristece el alma.
En cuanto al gremio docente y directivos docentes, hay que resaltar la creatividad, las ganas, buena voluntad y el compromiso con la profesión, al ingeniarse la manera de llegar a los estudiantes con métodos y contenidos alternativos, fortaleciendo la narración, investigación, el análisis crítico, propositivo y dando mucha importancia a la formación en valores, autoestima, afectividad, autocuidado y cuidado de los otros. Desde luego resaltar la importancia de la autonomía escolar y la participación democrática de la comunidad educativa establecida en el gobierno escolar con su consejo académico y directivo, desde donde se tienen que tomar todas las decisiones de la escuela con o sin emergencia sanitaria, acorde a cada contexto.
Es innegable que el COVID-19 nos cambió la forma de ver y vivir la vida, nos ha obligado a asumir otros comportamientos, a estar aislados socialmente para sobrevivir; se ha minimizado el consumismo, el planeta ha respirado tranquilidad, los animales han recuperado espacios propios que les hemos invadido y la escuela, ha tenido que repensarse y asumir otras dinámicas curriculares. En materia socioeconómica y política, la realidad vivida y padecida tendrá que generar otras formas de ciudadanía más activa.
Ante toda ésta situación de cambios, quienes han sido apáticos a la tecnología y resistentes a su uso hoy deben acercarse a ella sin excusas ni prevenciones, la realidad así lo exige, pero el gobierno por su parte, debe garantizar a las familias de estratos uno y dos el costo del mínimo vital de internet, como lo viene proponiendo en el Congreso el senador Jorge Guevara, así como también debe garantizar el mínimo vital de agua y energía eléctrica. Sumado a ello, debe facilitar computadores a quienes no los posean y tengan hijos en edad escolar. Es una tarea prioritaria, urgente e inaplazable para el actual gobierno garantizar la conectividad real, de otra forma no habrá equidad en educación ni se podrán cerrar las brechas existentes entre lo público y lo privado.
Por otro lado, preocupa que el gobierno en una decisión acelerada y por ende irresponsable haya privilegiado su compromiso con los grandes empresarios y decretado el regreso paulatino a los puestos de trabajo en la construcción y manufacturas, colocando en riesgo a los trabajadores y sus familias en el afán de lucro de unos empresarios a los que la vida de los pobres poco y nada les importa. No es de extrañar que el número de casos de personas infectadas y fallecidas por el COVID-19 siga aumentando, como ya lo hemos visto en las cifras que el gobierno da diariamente. Peor aún alarma que el Ministerio de Educación ya esté afanado por enviar a los niños y jóvenes a las escuelas, donde no existen las condiciones de bioseguridad para evitar la tragedia del contagio. Esa decisión tendrá que esperar como mínimo tres meses más y desde luego evaluando las condiciones y garantías para estudiantes, maestros y demás personal que labora en las instituciones educativas.
Todo lo que hoy padecemos en precariedades socioeconómicas, laborales, en salud y en recursos para educación obedece a ese largo listado de decisiones equívocas y cuestionables de los gobernantes y de quienes votan erróneamente o se abstienen de votar. Precisamente esa situación nos recuerda que es la educación la única que puede formar otro tipo de ciudadano para una sociedad más crítica, que se permita mejores elecciones en todo sentido y mayor participación en los asuntos que son de todos; pero eso no será posible si algunos siguen pensando que el conocimiento se mide por la cantidad de hojas que se copien por día, por la capacidad de obedecer sin preguntar y por repetir de memoria cosas que no se entienden.
Desde luego que las instituciones educativas tendremos que revisar, repensar y reestructurar los proyectos educativos institucionales y convertirlos en verdaderos proyectos educativos pedagógicos alternativos. Está confirmada la urgente necesidad de reformar el Sistema General de Participaciones para garantizar los recursos para salud, educación, agua potable y saneamiento básico, derechos fundamentales para una verdadera calidad de vida del pueblo colombiano. Pero con todo lo que ha generado y lo grave que es el COVID-19, no ha logrado minimizar la peor pandemia que padecemos los colombianos, la corrupción, esa epidemia que ha contaminado todas las instancias desde hace años y que ni siquiera durante la emergencia sanitaria ha tenido el más mínimo pudor para robarse recursos de los mercados y subsidios destinados para los más pobres. Una cantidad de denuncias ciudadanas se han empezado a destapar frente a este tema, dejando claro que hay corruptos a los que no los frena nada y al parecer nadie y sobre la tragedia pretenden seguir llenando sus bolsillos.
[1] Jaramillo Roldán, Rodrigo A. La calidad de la educación: los léxicos de la deshumanización. Pág 9. 2015