En la galería Casa Cano se encuentran propuestas de tres mujeres. No sé si podemos llamarlas artistas aunque se esfuerzan en serlo. Sara Rayo emula a su padre que fue un artista aburrido hasta nunca jamás que, se quedó corto en sus ambiciones. Recorta papel como si fueran moldes de pastel pero son flores del paraíso de un escenario para una diseñadora de Liz Claiborne o un escenario para los zapatos tenis Speedo, como lo demuestra su experiencia en su propia hoja de vida. Recorta flores en papel para que no quede con el apelativo digno de repostera. Decorativo inútil.
Gloria Grajales pinta paisajes como si estuviéramos sentados en el siglo XIX, observando el camino de las flores cada hoja es una hoja del árbol. Cada tronco es un uno más de un bosque tupido que solo le interesa a sus "momentos inolvidables de su memoria espiritual”. Imágenes que encuentra en sus fotos nítidas en donde, a su manera, se emociona en sus ratos libres de sus ratos libres por el mundo. Marta Lucía Gómez es la más aceptable dentro del mundo de la fotografía. Aceptable, digo, dentro de un trabajo sin mucho vuelo.
La galería de Beatriz Esguerra, que cada vez es más profesional, sorprende por continuar con un tema de los desplazados cuando ya tiene su joya de la corona que es Pedro Ruiz. Juan Carlos Rivero es cubano que como todos, piensa en el exilio como forma de vida. Es una obvia condición humana es su país. Pero el mismo remero de oro poético que se lleva mariposas azules, Rivero trata de ser un pintor figurativo aburrido que, juega a ser surrealista, mientras sus balseros viajan por el cielo en frutas y verduras, y los que se arriesgan de verdad, se ahogan en el intento infernal.
En la galería Nueveochenta exponen a un artista de una modernidad que no le interesa involucrar al espectador, sino que lo obliga a creer en sus nuevos presupuestos del proceso de la pintura que muchos ignoran y, la verdad a nadie le importa. Saúl Sánchez es un colombiano que no pudo ni siquiera pensar en el título de su exposición en español. Prefiere que la vida y la semántica de sus cuadros se entiendan en términos de élites, uno tras otro es el mismo cuadro con diferente inclinación: One after another in Succession. Así son exactamente sus cuadros hiperrealistas, todo sigue igual. Nada cambia. Todo parece inconcluso porque le interesa que la gente aprenda su oficio. Algo que en el arte, además, es más incomprensible porque las técnicas no son el objetivo sino su finalidad.