No pretendo hacer llover en el desfile ni quitarle mérito a los organizadores de la ceremonia de inauguración de los Juegos Mundiales que se celebraron éste año en Cali, sin embargo, hay varios aspectos que dejaron a muchos espectadores y miembros de la prensa, deseando más.
A las 5 de la tarde, tres horas antes del comienzo de la ceremonia, las filas eran monumentales. La fila de la entrada a Norte llegaba hasta la calle 5ta y la de occidental se prolongaba por dos cuadras. Además, para colmo de males, el “Bus Great” que la embajada del Reino Unido trajo a mostrar, estaba parqueado en la entrada de occidental y hacía que el flujo de gente fuera más torpe y desorganizado. La desinformación era terrible. Los voluntarios que supuestamente guiaban a la gente y organizaban el evento, no tenían ni idea donde estaban parados. Muchos quedaron corchados cuando se les preguntó la entrada oficial de la prensa, eran muy pocos con un espíritu proactivo y la mayoría simplemente se paraba en una esquina a esperar órdenes. Aparentemente se vendieron más entradas de las que debían haber vendido pues mucha gente se quedó afuera a pesar de haber comprado ya la boleta. Qué desilusión y qué tristeza para la gente que vino con la esperanza de ver un evento innovidable y ni siquiera poder entrar a disfrutarlo.
Una vez adentro del Estadio Olímpico Pascual Guerrero en la zona destinada para la prensa el desafío fue sacar una buena foto. A menos que tuvieras un lente de 400mm o más, las fotos no iban a mostrar realmente la magnitud y la organización de la ceremonia. A la prensa internacional también se les asignó esta esquina Nor-occidental del estadio, justo detrás de los dollies y demás indumentaria de la cadena que transmitía el evento. Tuve la oportunidad de hablar con los periodistas extranjeros y todos tuvieron una queja para hacerme. El de Guatemala me contó de lo caótico que fue el proceso de acreditación porque lo tuvieron tres días yendo y viniendo pues aunque aparecía registrado, su carnet no estaba “listo”. La canadiense que a pesar de medir metro y medio trajo consigo dos masivos lentes y dos maletas con quién sabe cuántas cámaras, tuvo que ideárselas para poder sacar buenas fotos y casi que acostarse en el piso para lograrlo. Creo que su paciencia se agotó cuando una vez empezada la ceremonia, el espacio se reducía cada vez más pues todos los fotógrafos se apeñuscaban en una esquina de la zona pues era el único lugar- entre un parlante enorme, luces y el dolly - por el que se podía sacar una foto decente. Empacó sus lentes y se fue sin haberse terminado el evento. De los otros periodistas extranjeros se podía deducir el desagrado viendo sus caras una vez se daban cuenta que esa era la zona destinada para ellos Lo único de lo que se logró sacar provecho fue de las marchas de los equipos de cada país que pasaron justo al lado.
Con respecto a la organización espacial del evento, había un elemento que chocaba visualmente casi en la mitad del estadio, un cubo enorme de por lo menos veinte metros de alto y de ancho por el que salían los artistas y coreógrafos que obstruía la visión de casi la mitad de las tribunas norte y oriente. Ojalá hayan sido más baratas las boletas en ese lado pues aunque proyectaban en sus costados lo que sucedía en el escenario, no creo que la gente haya pagado una boleta y hecho el viaje hasta allá, para ver el evento en una pantalla. El estadio se llenó rápidamente y se empezó a notar poco a poco la desesperación de los presentes. Varias olas y pelotas de playa no fueron suficientes para calmarlos. A pesar de todo, el evento comenzó muy puntual con una presentación de un video que dejó “gringos” a la mayoría en el que se mostraba gente corriendo por la calles de Cali, dirigiéndose hacia el Estadio y pasando por todos los sitios icónicos de la ciudad. Todo muy bien hasta ahí, la gente vitoreaba, se emocionaba y llenaba de orgullo al ver a su ciudad de esa manera, hasta que los letreros que empezaron a aparecer eran todos en inglés. Habían unos que le traducían al de al lado pero por el semblante de la mayoría, el desconcierto fue masivo.
El desfile de los países participantes salió muy bien: las tribunas animaban y se divertían y los atletas sonreían y disfrutaban del panorama tomándose fotos y saludando con una gran sonrisa en sus caras. La pronunciación en inglés de la mujer que anunciaba los países no era la mejor, pero a pesar de eso, el sonido y la organización salieron impecables. Después de esto salieron los miembros directivos del comité organizador, el presidente de los Juegos Mundiales y el vicepresidente de la Nación, a decir unas palabras. Rodrigo Otoya, presidente del comité organizador, dijo su discurso con unas cuantas equivocaciones y hablado un poco duro en algunas ocasiones. El vicepresidente Angelino Garzón empezó disculpándose porque el presidente no pudo asistir y la reacción del público fue inmediata: chiflidos y una desaprobación unánime se apoderó de las tribunas. Sin embargo logró animar al público con su retórica y sus palabras de aliento y motivación. Al presidente de los Juegos Mundiales nadie le entendió pues dio su discurso en inglés. Debió haber hecho un cursito de español al menos, sabiendo hace cuatro años que el evento se iba a ser por primera en Latinoamérica.
El inicio de la ceremonia se dio con el himno de la República bajo la voz de una cantante vestida como Jovita Feijó que dejó sordo a más de uno. Por algún motivo de falla técnica, los primeros veinte segundos del himno vinieron acompañados de un acople intenso, un sonido increíblemente agudo y ensordecedor. Desde donde me encontraba ubicado la ceremonia como tal no fue mayor cosa, pero al ver las imágenes desde el tercer piso de occidental, se notó el trabajo y el empeño que le dedicaron a la coreografía. La pólvora sólo salió del techo del lado occidental por lo que todos los que se encontraban debajo se perdieron de la mayor parte. Gracias a Dios nadie salió quemado porque unas que otras bengalas cayeron al piso todavía encendidas. Al final, todo muy bonito y organizado según me contaron pues desde el sitio de prensa no se logró notar la magnitud del evento.
La salida del estadio fue bastante caótica, menos mal no hubo una catástrofe, pues definitivamente el Estadio Olímpico no tiene nada de olímpico y las salidas están pésimamente mal diseñadas. La peor pesadilla para un claustrofóbico sería ésta, la gente se amontonaba por más organizada que estuviera y los niños lloraban del hacinamiento y la congestión, se empujaban entre sí mientras el calor aumentaba. A pesar de los pequeños contratiempos, todo salió muy bien y Cali ahora se prepara para las justas de esta semana. Esperemos que se aprendan de los errores y logremos hacer un evento sin tantas colombianadas juntas, como siempre sucede.