Ante el nulo éxito de Donald Trump en los tribunales electorales y de justicia en su pretensión de detener la proclamación de Joe Biden —ganador de los votos electorales y populares—, se han iniciado a regañadientes los protocolos iniciales de la transferencia de poder. Empecinado, el derrotado sigue sin reconocer el triunfo de Biden. Solo le queda la muy remota posibilidad de triunfar en la Corte Suprema de Justicia donde tiene mayoría de seis votos, tres de magistrados nombrados por él. El “empalme” se desarrolla con tropiezos y la demora pone en problemas la gobernabilidad. Más grave, la seguridad nacional. Su partido le abandona y corre el riesgo de que le salga un tercer partido, el “trumpismo”. La fila de espera de posibles candidatos republicanos a la presidencia se resiente. La nación y el mundo ven esta situación con preocupación. Muchas instituciones, tradiciones y conductas están siendo afectadas y los Padres Fundadores están muy tristes. Me centraré en una tan importante como el derecho, la Cortesía. O, más importante que las propias leyes, al decir de Edmond Burke.
Los republicanos están divididos
El senador Mitt Romney, candidato republicano en 2012, fue contundente al afirmar: “Luego de fracasar en su intento ante las cortes, el presidente ahora ha recurrido a la presión descarada contra funcionarios locales y estatales para quebrantar la voluntad popular y alterar las elecciones. Es difícil imaginar un acto peor, más antidemocrático, viniendo de un presidente en ejercicio”. Partidarios del derrotado han iniciado marchas sobre Washington y varios funcionarios suyos han recibido indultos cuestionables. El 70% del PR cree que hubo fraudes y conspiraciones, otros del mismo PR califican de loca y sin fundamento la posición del vencido en elecciones libres, justas y democráticas. Hasta ahora las más limpias de la historia electoral de Estados Unidos, lo que podría suponer revivir la transición de John Adams hacia Thomas Jefferson, que fue voluntaria y pacífica. Como también lo fuera la de Clinton—Bush cuando la grandeza de espíritu y patriotismo de Al Gore le llevó a conceder el triunfo a Bush apenas transcurridos unos diez días y pese al asunto de las maquinitas de Florida. Gore perdió por apenas 500 votos. Nixon, pese a que todavía había pendientes algunos resultados electorales, concedió y felicitó a J.F. Kennedy.
Los demócratas califican la actitud de Trump como acto de traición a la Unión Americana
Consideran que Trump al haberles pedido a las juntas electorales locales que no certificaran la victoria de Biden como les correspondía, ha incurrido en posible delito de abuso de poder, traición y conducta antipatriótica que sigue desgastando la democracia en Estados Unidos. Actitud que Joe Biden ha calificado de “un acto de irresponsabilidad de Trump”. Familiares de este lo han calificado de irrespetuoso, egomaníaco, mentiroso, sin empatía, burlón (como aparece en la foto en que se aferra a la bandera), mal perdedor y con tendencias dictatoriales. Amén de vivir en permanente realidad alterna y clima de conspiraciones fantasiosas, donde Trump se regodea. Empero, la General Service Administration (GSA) presionada por la contundencia de los resultados electorales favorables a Biden ha tenido que ir entregando dineros, oficinas e información de seguridad nacional al nuevo equipo. Paralelamente, se ha presentado una demanda federal contra la campaña de Trump por su infundada pretensión de querer anular los resultados de unas elecciones libres, justas y democráticas, ante el juez federal Emmet G. Sullivan, el mismo que lleva el caso de Michael Flynn. Es de anotar, que diferentes observadores internacionales certificaron la pureza del evento electoral del 3 de noviembre.
Expertos en historia política de los Estados Unidos manifiestan gran preocupación
Califican de absurdo el empecinamiento del derrotado. Afirman: “Nunca habíamos visto algo semejante como lo que está pasando. Trump está utilizando todos los poderes de la presidencia para permanecer en el poder a pesar de lo obvia que fue su derrota”. Es algo nunca visto, ningún presidente se ha negado a salir de la Casa Blanca. Está violando una tradición de caballerosidad y cortesía iniciada por la transición entre Cleveland—McKinley el 4 de marzo de 1897. Esperan muchos que Trump no logre la hazaña de Cleveland de ser el único candidato que regresó al poder luego de perder la reelección inmediata.
Lo que está sucediendo es bastante complejo
Esto exige ver el problema bajo ópticas, saberes y pensares diferentes. No basta la óptica unidimensional. La conformación del poder en una sociedad pone en marcha demasiados resortes. Haré énfasis en las nociones e institutos de la cortesía, el protocolo, los buenos modales y similares, que pueden ser ilustrativas de ciertos rasgos de personalidad ante la derrota y de cómo se suelen dar las transiciones de poder en Estados Unidos y algunos otros países. Las buenas maneras en la vida social y en el campo de la política tienen historia. Por ejemplo, en 1896 durante la transición William Jennings Bryan - Grover Cleveland el saliente presidente pronunció el primer "discurso" de concesión apresurándose a enviarle un telegrama conciliador y de felicitación al ganador, William McKinley. La elección se dio por voluntad del pueblo y esta es ley, dijo Bryan. El perdedor sintió que su mensaje era una cortesía común. Desde entonces todos los candidatos perdedores han seguido su ejemplo. Trump ha roto la tradición. Es el décimo titular en perder la reelección.
De las buenas maneras ya se ocupaba Ptahhotep (25 a.C.) en el antiguo Egipto
En sus Máximas expuso las reglas del buen comportamiento y los buenos modales en la vida privada y pública. Con ellos se aseguran la armonía social y el orden cósmico. La corte funciona y se facilita evitar las personas “tóxicas”. Se aprende a mantener el autocontrol. En Trump es evidente que lo que falla en él no es el autocontrol sino todo lo contrarIo, un exceso de cálculo que le está llevando a iniciarle una feroz oposición a Biden a fin de hacerle la vida imposible a él y al pueblo norteamericano. Y a los inmigrantes —como lo fueron los suyos, llegados de Alemania—; aquí vale la pena citar el caso de la Ingeniera Aeroespacial de la NASA, Diana Trujillo, nacida en Cali, hecha a pulso sola, con su propio esfuerzo, para rendir homenaje no solo a los que llegaron antes sino también a los que lo están haciendo y contribuyen al desarrollo de su nuevo país.
Las buenas maneras tuvieron hogar en la filosofía griega
Es la Areté. La excelencia de alguien o de algo. Una necesidad, según los sofistas, Platón y Aristóteles. Un sentido de prominencia en el cultivo de las virtudes. Una búsqueda de lo mejor de las cualidades cívicas, políticas, morales e intelectuales que educan y capacitan para pensar, hablar y obrar con éxito, moderación, equilibrio y justicia. En aras de formar un ciudadano útil, perfecto, prudente, digno, honorable, valiente, hábil, disciplinado, gimnasta, orador, pensante. Civismo y ética. En su turno, gobernante y gobernado. Caballeroso y noble. Si muertos por la patria, ensalzados por Pericles; Trump, en el sagrado territorio que es para los norteamericanos el Cementerio de Arlington, dijo que los que allí yacían no eran sino unos idiotas porque con su muerte no habían sacado ningún beneficio. Ellos, como los difuntos héroes de Atenas, también son dignos de figurar en el escudo de Aquiles, bastaría pensar solo en los caídos en el Día “D” para rendirles un sentido homenaje de agradecimiento. Solón de Atenas agrega, un buen ciudadano conocedor de sus límites personales y de los que le trazan las leyes. Sin hybris o desmesura. Sin deshonor. La Constitución de Atenas ata, limita al gobernante, le fija período; y terminado este, llegará otro buen ciudadano. Las actitudes de soberbia de Trump hacen de él un ser atormentado por la Desmesura y las ansias de poder. O, ¿del temor a futuras investigaciones? Algunas ha logrado detenerlas por tener el 100% del Partido Republicano y un Fiscal General a su favor, sometidos a presiones de cierta militancia extremista.
En Grecia el protocolo deportivo desarrollaba los principios de la Areté
Los Juegos Olímpicos eran ritos, ceremonias, ofrendas y sacrificios a los dioses, pautas para los competidores, protocolos para combates reglados, pruebas sometidas a principios, lauros, música de clarines, barras, saludos, divisas, fuego olímpico, sorteos, competencias, pódium. Ceremonia y símbolos. Órdenes estrictos de precedencia. Ganadores y perdedores. Los primeros caballerosos con los segundos y estos, respetuosos con sus vencedores. Como en las artes marciales: el perdedor felicita al ganador sin importar qué tan estropeado ha quedado. Trump no solo ha sido mal perdedor, sino que a aquellos de sus colaboradores que no le han seguido en su juego de tratar de desconocer el triunfo de Biden o lo han felicitado, como corresponde, los ha destituido de manera fulminante. Por otro lado, varios jefes de Estado comenzaron a felicitar a Biden pocos días después del 3 de noviembre y a la fecha Putin y AMLO ya lo han hecho. Como siempre, Trump furioso. Injustamente, porque a él le rindieron muy temprano los honores de ganador.
Las normas de areté, protocolo deportivo y precedencia darán curso a la cortesía
Es decir, al conjunto de usos sociales que rigen los comportamientos de las personas entre sí para actuar con decoro, corrección, deferencia, distinción, educación, tacto, urbanidad, cortesanía, amabilidad, civilidad, “saber vivir”, actuar de acuerdo con los buenos usos. Sin patanería, sin grosería. Las groserías de Trump soltadas en la Oficina Ovalada son de ingrata recordación por los miembros de su gabinete. Cortesía es comportarse a la italiana, con politezza. Limpiamente. Tanto los gobernados como los gobernantes. Trump comenzó a demostrar su falta de fair play desde las primarias de su partido en 2016 al decir que no aceptaría los resultados si le fueran adversos; luego lo hizo con Hillary Clinton, los resultados electorales debían ir a su favor so pena de no aceptarlos; en la campaña con Biden dijo en unas cien ocasiones que solo perdería si Biden se robaba las elecciones. Es decir, que Trump siempre condicionaba su aceptación de resultados a lo que “él” consideraba elecciones honestas y no a lo que las autoridades electorales dijeran. También desprestigió a la prensa y creó dudas sobre si las elecciones iban a ser democráticas, lo que ha sido desmentido por las autoridades electorales y judiciales al dejar ellas constancia de que fueron libres, justas y democráticas.
Llevada al plano internacional, la cortesía es de estricto cumplimiento
Es instituto de estrictos acatamientos regido por un conjunto de reglas que cooperan al mantenimiento de las buenas relaciones entre los estados, en pro de perfeccionar el derecho internacional. Es la cortesía diplomática. Es la urbanidad entre representantes de naciones. Son las buenas maneras que disminuyen las tensiones y mitigan la violencia o la dureza en los comportamientos. Difícil olvidar y no sentirse indignado con el empujón que Trump le diera a Primer Ministro de Montenegro en asamblea de la OTAN cuando lo apartó con brusquedad para quedar él en primer plano; pero, cuán grande quedó el vejado al contenerse como un verdadero caballero.
La cortesía en los discursos educados
Se expresa por medio de construcciones lingüísticas culturales, eufemísticas y ciertos tonos de voz para —con palabras más suaves o decorosas— sustituir otras consideradas tabú, de mal gusto, groseras o demasiado francas. En asuntos de gobierno y relaciones entre gobernantes y de estos con sus gobernados la escogencia de las palabras, el manejo del rostro y la gestualidad deben ser muy precisos y sin dejar traslucir gestos de amenaza que “ennegrezcan” la faz del contrario. “Corrección facial” sin rostro amenazante, con distancia social. La cortesía es elemento fundamental de la interacción social, de la sociabilidad humana. En el caso de Trump sus abogados y consejeros legales ante sus reacciones de furia, le han ido abandonado los casos y renunciando a los poderes.
La cortesía se expresa con los buenos modales
Dando cumplimiento a las normas de conducta que hacen valorar a una persona como correcta, educada, refinada y respetuosa con otras personas. Es regulación de la conducta humana, con sanciones por violación de las reglas de cortesía y de moral que, por lo demás, pueden o suelen ir juntas. La desaprobación social por la burla, el bulling, la broma pesada y similares pueden ser sanciones más fuertes que las del derecho. En Francia “le ridicule tue”, hacer el ridículo mata. Algunas de las cortes de justicia que han conocido de las demandas de Trump han visto con ciertas sorna los argumentos presentados, por ejemplo, por un Rudolph Giuliani totalmente desconocido, menor, casi risible.
Erasmo de Roterdam codificó la cortesía
Los buenos modales de la cultura grecolatina fueron recogidos y ampliados por el Renacimiento. Aportación de Erasmo con su obra De civilitate morum puerilium (1530). Son reglas sobre el buen comportamiento a manteles, el bostezo, las riñas y los arañazos. Bajo un principio: ignorar fácilmente los defectos de los demás, pero no caer en ellos nosotros mismos. Buena educación y crianza, buen gusto social, civilidad, buenas maneras, cortesía, cortesanía, y más tarde urbanidad. Superación de la rusticidad de la Edad Media. llegada del gentilhombre de alto linaje, del cortesano. Los modales de Trump no son buenos, con frecuencia son inaceptables o insoportables, por ejemplo, cuando dice que es absoluto su derecho de hacer lo que le venga en gana con la justicia; Luis XIV creía lo mismo, pero de vez en cuando se ruborizaba, Donald jamás. Tal es su calidad de mitómano impenitente y su descomunal grosería.
Baltasar Castiglione afirma la cortesanía
En El cortesano (1528) describe el ideal de vida del Renacimiento y propugna por un modelo del caballero perfecto y diestro en muchos aspectos: en las armas, las letras, la conversación, el buen trato (por ejemplo, no burlarse de las otras personas, en lo que Trump es sangrientamente descortés como cuando se burla de la forma de vestir de los demás o de los acentos de la gente del sur del país), la elegancia, la música. En esto, sigue a Cicerón en lo referente a la educación del gentilhombre refinado de las cortes italianas. La burla más execrable de Trump se dio cuando se mofó de John McCain al decir que no fue un héroe de guerra por dejarse capturar, a sabiendas de que al caer su avión se había partido las dos piernas y un brazo sufriendo humillaciones de todo tipo por sus captores.
Giovanni Dalla Casa refina los modales
En El Galateo enfatiza en la necesidad social de las buenas maneras, del buen relacionamiento entre los hombres en un nuevo mundo refinado en la higiene, el timbre de la voz, la lengua, las palabras convenientes en las conversaciones, los gestos, el saber estar en el lugar adecuado, vestirse, beber, comer o andar, tener gracia, desenvoltura o disimulo, ser agradables en las reuniones, las tertulias y los salones. Con Giovanni, la palabra “etiqueta” deviene en sinónimo de buenos modales. Los muy malos modales de Trump quedaron retratados cuando tuvo gestos y palabras racistas contra un hombre de exquisita finura como lo es Barak Obama y su digna familia. También quedó manifiesta su falta de caballerosidad cuando dijo, después de un debate político, que a la presentadora de FOX Megyn Kelly le salía sangre por los ojos y “por otros lados”. Y su ordinariez resalta cuando dijo —y fue grabado— que él podía agarrar por las posaderas a cualquier mujer “sin ningún problema”.
El concepto de cortesía quedará muy vinculado al concepto de urbanidad
Urbanidad es equivalente a buena educación, civismo, cortesanía, a forma fina de actuar adquirida en el trato de la gente de educación cultivada. Es la urbanitas latina o el espíritu de la ciudad —urbs— por oposición a la rusticitas del campo. Es Versalles, no París. Son los cortesanos de Luis XIV. Es la cortesía que toma la forma de control social y refuerza el Absolutismo. Es civilidad de la “buena sociedad”, de los buenos modales, la contención en la demostración de la afectividad, los códigos de conducta de las maneras cortesanas, sus etiquetas y ceremoniales. La falta de urbanidad de Trump se hizo patente cuando —nuevamente— despidió por Twitter al director del FBI, al Fiscal General, a secretarios de Estado y muchos otros funcionarios con insultos, velaciones y total desconsideración.
La cortesía ya venía de la Edad Media, vía las artes liberales
Procedía del Trivio (gramática, dialéctica y retórica) y del Cuadrivio (aritmética, geometría, astronomía y música) ayudas para encontrar el cómo, el cuándo y la razón de las cosas. Reunión de las ciencias con las artes para profundizar los conocimientos humanos, para alcanzar la areté. El dominio de las artes liberales que distinguen a la persona culta, brilló por su ausencia durante los cuatro largos años que Trump estuvo en el solio presidencial; en efecto, no creó una doctrina, no pronunció un discurso hermoso y sentido como los de Lincoln tratando de pegar ese jarrón delicado que fuera la unidad nacional durante la Guerra de Secesión, no fue un JFK frente al Muro de Berlín. Nada. Solo palabras de rústico gañán o de urbano gamberro.
Areté, cortesía y protocolos formarán los conceptos de civismo y precedencia
Al buen comportamiento ciudadano, al altruismo y la virtud de la areté se les agregará la dignidad, los criterios de etiqueta, precedencia y antelación en el orden o en el espacio con el fin de afianzar el bien común por medio de la preeminencia acordada a unas personas o situaciones —sobre otras— en los actos oficiales y según su importancia. Desde el Código de Hammurabi los asuntos de buena educación estaban recomendados. El error retrata a la persona que lo comete. Y Trump los cometió casi todos, en lo nacional y en lo internacional. En la vida privada y como vecino de Mar-a-Lago.
Las reglas de etiqueta crean normativas y convenciones sobre el buen comportamiento social
Desde 1750 la Étiquette de la corte de Versalles —bajo Luis XIV—, atravesó el Canal de la Mancha gracias a Lord Chesterfield, para regular el buen comportamiento de adultos e infantes en asuntos sociales. Con este arribo aumentó la civilité de la corte victoriana, se inició el “horacismo” (Suaviter in modo), el “dandismo” y el “gentleman”. Las Luces de la Ilustración aumentarían la necesidad de admitir y practicar normas y comportamientos corteses, adobados con el buen “ingenio” y un “espíritu” brillante (les grâces) que demostrase civilidad en la interacción social del “gentillehomme” en oposición al “buen salvaje” de Rousseau. El Arte Social de los cortesanos, enfrentado al estado de naturaleza primigenio. De este estado —pero de mal salvaje— hizo gala Trump, mas sin la grandeza de un paseante solitario y culto. Carente de la grandeza de un Gerónimo y de la gravedad de Toro Sentado, Donald habría deslucido al interior de un tipi de serenos jefes sioux fumando la pipa de la paz. Más, la habría cambiado por una chupeta con sabor de amertume.
Los comportamientos correctos exigidos por la cortesía y el protocolo serán los “buenos modales”
Lo serán en tanto que conductas aceptadas socialmente por no trasgredir los principios de autorregulación, vigilancia social y sociabilidad humana dirigidas por el autocontrol y el compromiso en los asuntos del giro ordinario de la vida en grupo, como una forma de mantener el orden social y adecuar los modales al estatus social, a la posición de los individuos dentro de la red social y la capacidad de poder negociarla. Comportamiento respetuoso, fuertemente vigilado por los “iguales” en la clase y la identidad puesto que se trata de no ser como los “otros” —los patanes— como lo señalarían más tarde las especialistas del género Emily Post, Amy Vanderbilt y Miss Modales. ¿Qué dirán o habrían dicho estas rectoras de la elegancia y las buenas maneras de un Donald dejando atrás y sola a su muy digna esposa en ceremonias oficiales?
En el Nuevo Mundo George Washington da lecciones de cortesía y civismo
Giran sobre el respeto al otro —sea amigo o enemigo, superior o inferior— y sin tener en cuenta el contexto. No para adularlos sino para agradarles. Sin afectación. Conservando el rango, el mérito, la dignidad y las precedencias. Con cortesía y modestia. Sin arrogancia, soberbia, envidia, burla, perversidad, obstinación, empecinamiento. Evitando lo incivilizado. Por ejemplo, la impuntualidad, donde Trump fue siempre abundante al llegar casi siempre tarde a las sesiones de las cumbres internacionales. O, abandonándolas antes del tiempo y por fuera del protocolo. Un respeto que mantiene viva la chispa del fuego celestial de la conciencia. Viendo a Donald, George se habría preguntado: ¿tiene este una?
Benjamín Franklin también aboga por la cortesía
Recomienda sujetar la pasión por la reflexión. Actuar con responsabilidad. Sin ofender al otro, ni deseándole el mal, porque este puede volverse. El error es humano, arrepentirse divino. Persistir en el error, es diabólico. La humildad hace a los grandes hombres dos veces honorables. La peor rueda del carrito es la que hace más ruido. Los sabios no necesitan consejos. Los tontos no los tomarán (Donald jamás los recibió y a aquellos que tuvieron la bondad de tratar de dárselos, los declaró insubsistentes con desvío de poder). El valor neto de las personas generalmente está determinado por lo que queda después de que sus malos hábitos se resten de sus buenos hábitos. Por pequeños golpes cayeron grandes robles (y supuestos grandes negocios, siempre al borde de la quiebra o flotando en ella). Poseer la riqueza, no ser poseído por ella. Siempre con mucha fe en la Constitución acabada de promulgar. Pero, pasados 250 años ¿qué iba a quedar de ella con un desbocado en el poder?
Pierre de Coubertin lleva las reglas de la Areté griega, el protocolo y sus etiquetas a los buenos modales deportivos
Las traslada a los Juegos Olímpicos modernos, bajo el signo de la unión y la hermandad sin ánimo de lucro y solo por el deseo de conseguir la gloria y competir por competir. Lo dijo Ethelbert Talbot «Lo importante no es vencer, sino participar”. Siempre bajo la consigna de juego limpio y exclusión de las conductas y faltas antideportivas. Son las reglas del fair play, del comportamiento leal, sincero, fraterno y correcto en el deporte en especial hacia el oponente. Es el jugar sin hacer trampas, groserías o buscar peleas, manteniendo una buena convivencia personal con los compañeros y los rivales. Con la “deportividad” de ganar sin denigrar del perdedor, y de este de no ridiculizar u ofender al ganador. Saber ganar, saber perder. Respetar al adversario (¿qué decir del trato descortés recibido por la contendiente Hillary Clinton en los debates de 2016?). Ser capaz y valiente como para asistir y tomarse una buena cerveza en Oxford, en ese Tercer Tiempo que reúne a los que acaban de ser vencedores y vencidos. Fair play es profesar respeto al contrincante, a las reglas del juego, a no ofender, humillar ni maltratar a ningún participante de la contienda, y saber asumir la derrota con dignidad y disfrutar la victoria con sencillez y respeto. Saludo amistoso al adversario y felicitarlo si es el ganador. En el deporte y en la política. Si agregásemos en los negocios, ¿cómo quedaría Donald? ¿Fired?
Los protocolos en las tomas de posesión de poder miden la cortesía de los contendientes
Son ceremonias y ritos políticos que le permiten al sistema teatralizar el poder para que el pueblo acepte al nuevo gobernante y se refresque la legitimidad de la nación por medio de un nuevo jefe de Estado, sea en régimen presidencial o parlamentario. Estas formas y protocolos vienen de la historia, inclusive de la religión. Celebran la alternabilidad del poder político para que los gobernados sientan o tomen conciencia de que la autoridad se renueva mediante la realización del ceremonial establecido en la propia Constitución. Señalan que el poder no ha sido acaparado y si ha triunfado la oposición, manifiestan que la nueva ídem tiene esperanzas de regresar. Es celebración cívica y si el pueblo es maduro políticamente, los procesos de conciliación nacional —tras la lid por el poder político— serán pacíficos. Es llegada de nuevas caras y nuevos programas de gobierno. Desintoxican del bombardeo de la propaganda electoral. Dan al pueblo la sensación de que el cambio de poder se ha hecho no por la fuerza sino igualmente mediante símbolos y rituales que facilitan su aceptación. George Balandier: Es la escenificación de lo revocable y lo sucesivo. El rito político cierra en cierta forma el periodo conflictivo de la lucha electoral y da la esperanza de un retorno pacífico a la normalidad del país. Son simbolismos importantes que regulan las relaciones entre los gobernados y los gobernantes.
La salida de Trump se asevera ignominiosa
De Trump se dice que no hizo una tragedia, que solo hizo una farsa. Su afán por no querer entregar el poder ante la derrota es ridículo. Sus acciones legales han resultado improcedentes, nulas. Impertinentes. Dañan la democracia más sólida de la historia. Pedirles a los delegados de su partido que anulen votos electorales sin respetar la regla de la evidencia, es acto delictuoso. Hacer lo mismo con los congresistas de su partido es acto de traición a la patria y al propio partido (del cual no es sino un outsider). A esto nuevamente se opuso con valor civil el senador Mitt Romney: "Es difícil imaginar una acción peor y más antidemocrática por parte de un presidente estadounidense en funciones". Como es peligrosa y antidemocrática la colecta de dineros que ha iniciado Trump para financiar los abogados que presenten demandas ante los tribunales y seguramente ante la Corte Suprema de Justicia. Claro que no ha faltado quien diga que el verdadero fin de esta “vaca” es preparar desde ahora la campaña de reelección en 2024, tomando como bandera la división del país y el enfrentamiento entre grupos raciales, sociales y de la producción. Con 70 millones de votos como baza de partida, esta —la futura lid electoral— se asevera bien dura para la democracia norteamericana.
¿Qué dirían los padres fundadores?
Tratar de presionar a los jueces electorales —varios de ellos republicanos— es abuso de poder, es atentar contra el principio de separación de poderes. Muchos de ellos —amenazados, asustados o disgustados— terminaron renunciando a sus cargos. Retrasar la transición pacífica del poder pone en peligro la seguridad nacional. También la salud de la nación por un COVID-19 unchained. Tanta insensatez, tanta intransigencia seguramente afectará la próxima gobernabilidad, la fe en las instituciones democráticas y seguramente la existencia del propio Partido Republicano y, de contera el bipartidismo histórico, llevado en el ADN norteamericano como legado de la antigua metrópoli. Prolongar el proceso normal de duelo de la pérdida de las elecciones es peligroso, la venta de armas ha aumentado durante la pandemia y las elecciones. Los padres fundadores quisieron asegurarse de que la pasión de las multitudes no pusiera al candidato equivocado en el cargo más alto del país. ¿Con Trump fallaron? Ciertamente y están muy afligidos, tristes.