Para los que hoy estamos rondando por los cuarenta años, Brendan Fraser no es un actor desconocido: hace parte de los recuerdos memorables de la adolescencia. Películas como La momia, George en la jungla, Al diablo con el diablo, entre otras, lo hicieron muy conocido entre los gamberros de nuestra generación. Los tabloides, en su momento, dijeron que se había perdido de los grandes estudios por un tema de obesidad y depresión, algo que no era falso y que realmente lo terminó inspirando para su fenomenal regreso.
Son contados lo actores que pueden volver a respirar los aires hollywoodenses después de haber tenido su oportunidad, o que logran consagrarse con una película en la que demuestran todo su talento y, por ende, se ganan un Oscar al mejor actor. Recuerdo, por ejemplo, a Mickey Rourke. Después de ser en los ochenta una promesa cinematográfica, de hacer películas de bajo presupuesto, haber caído en las drogas y, por supuesto, en el alcoholismo, Mickey regresó a la alfombra roja de los Oscar con El luchador. Sin embargo, esta cinta no le alcanzó para consagrarse, más sí para que los productores le dieran otra oportunidad.
El caso de Brendan Fraser en totalmente distinto, porque regresó para alcanzar la gloria. Además, amigo lector, podemos decir que la película que lo consagró estaba hecha a su medida: lo sacó de las cintas de aventura y de comedia que tienden a encasillar a cualquier actor. Son de esas producciones que obligan a cualquier interprete a sacar lo mejor que tiene adentro, y que le dejan al crítico la enseñanza de que siempre puede haber un resurgir. Esa oportunidad la aprovechó muy bien Fraser, por lo que hoy ya está en la lista de las grandes pléyades que han conseguido consagrarse en los Ángeles.
La Ballena deja un mensaje bastante profundo, nos enseña lo que viven las personas que luchan contra lo obesidad. Dije que es una cinta hecha a la medida de su interprete, porque este realmente sufrió en carne propia verse pasado de kilos, no tener un trabajo y deprimirse hasta más no poder. Sin duda, el hecho de verse así le dio la fuerza necesaria para aceptar el reto de dejar la piel en la cámara, expiar sus penas y levantarse como solamente lo pueden hacer los hombres resilientes.
Considero que también es una película que toca las fibras más sensibles de la cultura norteamericana, en la medida que se muestra el otro lado del consumismo desmedido que promueve el capitalismo salvaje. Cualquiera que sea la reflexión que se tenga, lo que está claro es que no siempre Hollywood permite regresos tan sonados, ni mucho menos cuando el actor no ha tenido una consagración que permita dicho regreso. En conclusión, solamente los grandes pueden brillar como en el día de ayer brilló Brendan Fraser.