Llegó mi hora: entraré de lleno en la práctica del "meimportaunculismo"

Llegó mi hora: entraré de lleno en la práctica del "meimportaunculismo"

Ha llegado la hora de negarme a obligaciones "inaplazables". Ya hice lo mejor posible, salvando vidas, siendo un médico honesto y estudioso. Soy un feliz pensionado

Por: Fernando García Ortega, M.D
abril 18, 2023
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Llegó mi hora: entraré de lleno en la práctica del

Ha llegado la hora de negarme a compromisos y obligaciones "inaplazables". Ya hice lo mejor posible, salvando vidas, siendo un médico honesto y estudioso.

He forjado una maravillosa familia con mi bella esposa y dos hijos, mujer y varón, igualmente hermosos, a cuál más de buenas personas. Y están en la cima de su existencia. Son juiciosos y felices.

En pocas palabras, he dejado huellas.

Después de vivir el ajetreo capitalino e irme a vivir la placidez de la provincia, me he convencido de que lo único inexorable es el tiempo, tesoro efímero, que estoy resuelto a gozar al máximo: es el lapso del egoísmo, del yo antes que los otros. Por eso haré lo que quiera, siempre que la ley y el dinero lo permita: amar intensamente; viajar, participar en tertulias; politiquear cada dos años; asistir al cine o al teatro. Y no han de escasear parrandas de vez en cuando ¡porque vagos -por fortuna-nunca faltan!

Murió la rendición de cuentas. Que los demás sigan con sus imprescindibilidades" y afanes.

Ahora como es natural, asistiré más frecuentemente a la EPS que a las discotecas; me la paso en entierros, en vez de las pachangas infernales de otrora.

Ya empiezo a pensar que será de mi único y adorado nieto de tres meses, dentro de veinte años. Si aún estaré vivo, pues la inmortalidad no existe. De eso estoy seguro y convencido de que sería una mamera completa vivir eternamente.

La vida es experiencia, historia acumulada, derrumbe de mitos, liberación de miedos infundados y condenaciones, alejarse de la gente pesada y tóxica.

Soy ahora exento de prejuicios.

Ahora me conformo con poco, estar solo o acompañado, hablar de todo, lo banal y lo profundo, de lo trascendental y lo superficial. Iré a las exposiciones artísticas, al bullicio de los conciertos.

Procuraré amoldarme a las caminatas, sin dejar de sentarme a jugar cartas con mi mujer y sus amigas. Y jugaré billar más seguido, que tengo marranos a montones.

También estoy releyendo a Hemingway, a Borges, a Sartre, a Gabo, a Víctor Hugo, a Poe. Y escuchando a Mozart a Schubert y a Bach, a List y a Strauss, sin olvidar el bolero de Olga Guillotina, la salsa antillana de Oscar de León ni a Juan Gabriel. Y estoy empecinado en ampliar los conocimientos sobre el tango inmortal, que es un bolero con puñalada al decir de mi papá.

Tengo que hacer dos cosas que todo ser debería lograr antes de morir. Escribir un libro - que tuve siempre en ciernes- y pedir perdón si todavía es posible, a quienes ofendí en algún momento.

Finalmente siempre será un placer meterle un madrazo a todo el que lo merezca. Además, ya no hay motivo para seguirme conteniendo, porque he alcanzado la escasa y merecida fortuna de verme pensionado, hago parte del selecto grupo de este país que estando echado plácidamente, abrazado con mi mujer viendo Netflix, estará devengando.

 

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