Estuve hace unas semanas en la Cámara de Comercio presenciando el informe de Calidad de Vida de Medellín 2016, que presentó “Medellín cómo vamos”, y luego en la respuesta que dio el señor Alcalde a ese mismo informe, en el cual se mide la transformación que vive la ciudad en temas de educación, salud, empleo, seguridad ciudadana, vivienda y servicios públicos, medio ambiente y gestión del riesgo, movilidad y espacio público, desempeño económico y competitividad, pobreza, desigualdad y demografía. La medición de referencia es anual, real y veraz, según datos entregados en su gran mayoría por la propia administración municipal y libre de distorsiones políticas.
La metodología utilizada por dicho programa de la sociedad civil, es un seguimiento sistemático a las condiciones objetivas y subjetivas que impactan la calidad de vida de los habitantes de la ciudad. En este caso, la medición es objetiva y analiza su evolución, tomando la información de línea de base con que cuenta la ciudad para cada uno de los indicadores y enfatiza en lo ocurrido en el año que rinde el seguimiento. Así, la rendición del año 2016, se mira con relación al periodo de referencia.
Como habitante de Medellín, muchas cosas planteadas en ese espacio, donde se evalúan los logros, avances y retrocesos de ciudad, me despertaron inquietudes y preguntas.
Observando los indicadores presentados se percibe un progreso de ciudad desde el 2004 y un freno abrupto en 2016, frente al ritmo de cambio positivo que traían las dimensiones de calidad de vida.
Me puse en la tarea de averiguar de dónde surge esa transformación de Medellín en cuanto al desarrollo integral que refleja esta medición. Como yo, hay muchos jóvenes y adultos que desconocen el origen de dicha mutación progresiva de la ciudad de la eterna primera. No me conformaba con la respuesta de quienes reducen la explicación diciendo que “Medellín es signo de la pujanza paisa”. Entonces empecé averiguar y me encontré un verdadero hito: la llegada al poder del movimiento “Compromiso Ciudadano”, que fue capaz de materializar una nueva visión de futuro para la ciudad.
La transformación que tuvo Medellín en la década pasada no fue errática ni al azar. Fue el resultado de un grupo de ciudadanos que estaban hastiados de la tradicionalidad politiquera que gobernaba y de las graves condiciones en que la ciudad se debatía. El giro de 180° que dio la ciudad se comenzó a gestar desde 1998, cuando ese conjunto de ciudadanos empezó hacer una política distinta a lo que se venía haciendo, despertó de su letargo al habitante del territorio, invitándole a la corresponsabilidad en el cambio, diciéndole “No más de lo mismo”.
Pero en esas elecciones no salieron elegidos. Esto no fue impedimento para que ese grupo soñador siguiera trabajando en el territorio y hablando con los ciudadanos, hasta las elecciones del 2003 cuando gran parte de los votantes creyeron en ese movimiento que se conoce como compromiso ciudadano y le dieron un mandato a Sergio Fajardo que superó todas las expectativas.
El gobierno de “Compromiso Ciudadano” en Medellín incluyó dos periodos de alcalde, de 2004 hasta 2011. Si hubiera querido permanecer en el poder, como lo hacen otros grupos políticos y hubiera tenido candidato de su movimiento a la alcaldía siguiente, tal vez la historia de Medellín sería totalmente distinta. En esos ocho años se produjo una gran trasformación de ciudad. Flameaban las banderas de la educación y la inversión social, bajo los lemas: “Medellín la más educada” y “Medellín obra con amor”.
Las obras y programas de esos dos periodos en la alcaldía fueron tan positivos para la ciudad que hoy siguen haciendo parte de las acciones de gobierno y muchos se convirtieron en referentes nacionales: Los parques biblioteca y la transformación que tuvo el territorio alrededor de ellos; los centros de desarrollo empresarial y el capital semilla, empujando al emprendimiento social en las comunas; Ruta N como centro de innovación y negocios, se creó con el ánimo de consolidar condiciones que favorezcan negocios y emprendimientos del sector de las tecnologías de la comunicación y la información; el presupuesto participativo modelo de incidencia comunitaria en la priorización de la inversión apoyado en los planes de desarrollo de cada comuna y corregimiento, fue copiado en otras regiones del territorio nacional; la feria de la transparencia mostrando a la vista de todos, cómo se invierten los recursos públicos, acompañada de una lucha frontal contra la corrupción; el sistema integrado de transporte de la ciudad, aunque falta mucho, pero en esos 8 años se le apostó a su avance y se hizo acompañado de los proyectos urbanos integrales, mediante la acción articulada en los territorios más vulnerables bajo el llamado urbanismo social, ligado al programa “Medellín solidaria” para la atención a las familias en situación de pobreza extrema; los jardines infantiles Buen Comienzo, hoy modelo copiado a nivel nacional, cuidando y alimentando al niño desde su gestación a través del programa “madre gestante”, las ludotecas infantiles y las escuelas populares del deporte; los colegios de calidad adecuación y construcción de infraestructura, dignificando las condiciones de este servicio, reforzado con la capacitación de los docentes; el programa “Camino a la Educación Superior” brindó el acceso a cualquier universidad mediante las becas de EPM sumado al fortalecimiento de las instituciones universitarias municipales; Los programas para la juventud, como “altavoz” y la prevención integral del embarazo adolescente; la democratización del fomento a la cultura mediante las convocatorias abiertas; la apuesta por un enfoque de género institucionalizado, con la creación de la Secretaría de las Mujeres y sus programas de transversalización.
Este inventario, muy incompleto, es apenas una muestra de todo cuanto ha hecho que Medellín sea hoy considerada un modelo de ciudad en América Latina y de resiliencia para el resto del mundo.
Para quienes habitamos la ciudad y quienes han crecido en este territorio, tal vez sea imperceptible la transformación social. El día a día nos hace ver los grandes cambios físico espaciales, socio económicos y políticos que experimentó la ciudad, como si siempre hubiesen estado ahí. Pero el turista nacional o extranjero que viene a Medellín sí ve la metamorfosis positiva de la ciudad.
Por ello, es necesario invitar al habitante de Medellín y de Colombia, a hacer memoria sobre lo que aquí ocurrió, a despertar de ese estado taciturno y a contribuir para llevar esa inteligencia resiliente y transformadora a gobernar el país, en un momento en que reconciliación y reconstrucción, exigen una visión prospectiva con una nueva mirada de largo plazo.
En un país polarizado, donde corrupción y falta de ética siguen teniendo tanto poder, urgen caminos de convivencia y de diálogo, bajo liderazgos de creatividad e inteligencia. En manos de la juventud está el futuro de la patria. Por eso, la alternativa de Sergio Fajardo, quien demostró su capacidad gobernando a Medellín y a Antioquia, aparece como una figura icónica de transformación. Es una gran oportunidad para Colombia. Por el bien de nuestro país, llegó el momento del compromiso ciudadano.