Llegó la hora de unir a las víctimas
Opinión

Llegó la hora de unir a las víctimas

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julio 15, 2014
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Acordar la terminación del conflicto colombiano y caminar hacia la paz sí es posible, lo que no es posible es hacerlo sin la participación y el perdón de las víctimas. Ellas son las que han puesto la cuota más alta de dolor y sangre en esta guerra, y además son las únicas legitimadas para perdonar.  Nadie, absolutamente nadie puede hacerlo por ellas, y un Estado que intente suplantarlas en ese proceso tan íntimo y esencial corre el gravísimo riesgo de deslegitimarse. El perdón no puede decretarse y el olvido no puede legislarse, por eso  nadie sino las propias víctimas, son las que deben participar y representarse a sí mismas en la mesa de La Habana.

Pero este comienzo tiene algunos inconvenientes prácticos que el gobierno y sobre todo las Farc tienen que entender:

1. ¿Quién puede perdonar crímenes contra la humanidad, y con qué criterios, máxime cuándo los victimarios no han pedido perdón, no han reconocido sus culpas y no han manifestado ningún arrepentimiento?

2. No creo que haya en Colombia una sola madre o esposa que le interese ir a la Habana a tomarse una foto con el asesino de su hijo o de su esposo, y no creo que exista una sola víctima que le interese participar en una "reunión social" con su secuestrador. No, y mil veces No. Para las víctimas, viajar a La Habana solo tiene sentido si es para recibir la anhelada verdad sobre los hechos victimizantes y una petición sincera de perdón por parte de su victimario. Y más que como un hecho terapéutico individual para tramitar en forma adecuada todas esas experiencias de dolor. Ese encuentro debe entenderse como un gigantesco aporte moral de las víctimas para iniciar con solidez un proceso histórico y responsable de construcción de una ética ciudadana del perdón y una cultura de reconciliación que le sirva a esta sociedad enferma de violencia para sanarse en el posconflicto.

3. Las víctimas tenemos muy claro que este no debe ser un proceso de venganza sino de sanación histórica, y esperamos que los victimarios algún día lo entiendan así. Es más, desde lo personal ya muchos hemos perdonado a nuestros verdugos, pero desde lo ciudadano y lo colectivo consideramos que este punto del proceso de paz es fundamental para sanar heridas acumuladas en más de cincuenta dolorosos años de conflicto. A diferencia de los temas anteriores  este debe desarrollarse sin secretos ni confidencialidad, de cara al país, de manera abierta y pública, y con absoluto respeto por la dignidad y los derechos de las víctimas a la verdad como primera y más importante medida de satisfacción; a la justicia aceptando que pueden aplicarse medidas alternativas que no constituyan impunidad para transitar de la guerra a la paz.

Las víctimas deben tener derecho a la reparación integral por parte de sus victimarios —debe exigirse a las Farc crear un fondo especial para reparar a sus víctimas—, a la inclusión laboral, social y política en el posconflicto, y no pensar exclusivamente en la inclusión de los victimarios (Ejemplo: si van a darse oportunidades laborales y circunscripción política especial para los victimarios, ¿por qué no pensar en algo igual para las víctimas?).

Debe quedar absolutamente claro el qué y el cómo de las garantías de no repetición a que los victimarios se obligarán a cumplir con la sociedad colombiana; además, debe haber claridad sobre cuáles van a ser los mecanismos de control y las sanciones por el incumplimiento de los compromisos adquiridos en la mesa. El perdón no implica renunciar a los reclamos de justicia, a las exigencias de verdad y a nuestro elemental y mínimo derecho a no ser revictimizados.

 4. Son tantas las víctimas que resulta imposible trasladarlas todas a La Habana, razón por la cual debe encontrarse un mecanismo que les permita ser escuchadas y obtener respuestas de sus victimarios. Esto requiere tiempo y espacios adecuados, además de que no pueden ser artificiosamente representadas por organizaciones de víctimas que hoy abundan; y recuérdese que el diablo está en los detalles, y que el no hacer bien esta tarea procedimental puede llevar al fracaso de lo esencial: el proceso de reconciliación.
Nada de lo anterior será posible si no se superan tres evidentes obstáculos hasta hoy:
Primero, la arrogancia de las Farc que las ha llevado incluso a burlarse de las víctimas. Segundo,  la metodología utilizada en los foros anteriores ha permitido que las víctimas de las Farc queden invisibilizadas ante la presencia mayoritaria de víctimas del Estado.
Y tercero, llegó la hora de la unión ciudadana: víctimas, sociedad civil y gobierno deben ser uno solo en la mesa de La Habana. Pero también es la hora de que el gobierno se ponga la camiseta de los ciudadanos más afectados con la guerra y juegue definitivamente del lado de las víctimas en este, que sin lugar a dudas, es el partido más importante de la negociación.

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