Es natural expresar desagrado por muchas administraciones públicas, evidentemente tal situación es generada por presuntos actos de corrupción cometidos otrora. Por nombrar cualquier episodio nada agradable a la opinión pública, está el de un par de exalcaldes —uno reemplazó al otro— señalados por la Fiscalía de haber cometido presuntamente un delito sensible, pero irónicamente "común" en la administración pública como el peculado por apropiación. Hechos como estos, en cada rincón de la república, no solo en los municipios remotos sino casi en general, crean un concepto errado de la política, por antonomasia de la cosa pública. No es el caso agitar aguas o señalar sin justa causa, es cuestión de revisar el pasado, ver las fisuras, reflexionar y, así, proponer una puesta en marcha distinta a lo que el país y, específicamente, el municipio en este espectro.
Para salir de ese embrollo penoso en pleno siglo XXI se debe tener conocimiento básico sobre cómo funciona el poder público, facilitando el cálculo de identificar lo bueno y lo malo; sencillamente se debe elegir un perfil junto a su propuesta de gobierno que responda a intereses generales y no individuales. Tema esencial en las democracias.
El ambiente político como el politiquero arrancó. Dicen en el ardor popular: Estamos en tiempos de política. Pero, ¿bajo qué lógica actúa esa política? Esa pregunta debe rondar nuestra conciencia, pues, conociendo el pasado, no personal, que también importa, sino en la administración pública o de recursos públicos se deduce hacía donde va el barco.
Una persona ideal que represente un verdadero avance en materia administrativa y social, para mí concepto, debe estar cultivada en las mieles del conocimiento, eso no significa ser erudito o doctor titulado, pero por lo menos reconocer que sin educación no hay progreso, las sociedades europeas, norteamericanas, hasta en las grandes metrópolis de Latinoamérica lo entienden y, mucho más, las ciencias.
En ese orden debe arrancar su presentación, estar cultivados en un reconocimiento por la educación como motor de desarrollo. Por otra parte, las manos oscuras de las mafias siempre apuntan a municipios de baja categoría administrativa para atentar contra el presupuesto público —de usted y mío— como una caja menor o una inversión. Lo anterior, un secreto a voces que desangra lo que somos. Esa lógica mencionada exige dos cosas por ahora, la primera, una apuesta por la educación, la segunda, no permitir que la mafia penetre en la estructura de gobierno.
Otro apunte que conformaría tres de cuatro características que pienso son esenciales, es no haber atentado en tiempo atrás contra los recursos de todos los habitantes. Es decir, constatar que no exista evidencia que demuestre voluntad hacía una conducta punible. Así existen menos probabilidades de equivocarnos al elegir. Por último, el plan de gobierno es crucial, siendo este la hoja de ruta que tienen los mandatarios para enfocar sus esfuerzos, reflejando lo que piensan y su análisis sobre los problemas que aquejan a la sociedad, brindando soluciones. Igualmente con los coadministradores. Temas como el cambio climático, desarrollo sostenible, educación, policías públicas, reducción de la pobreza, vivienda e infraestructura sobran en la agenda de países avanzados. Y nosotros, ¿cuándo? Es hora de elegir bien, pensando en el presente y el futuro.