El 1º de abril comenzó la inducción de 2.309 estudiantes nuevos en la Universidad del Atlántico. Obtuvieron un valioso cupo por encima de miles de estudiantes que se presentaron al nuevo y polémico proceso de admisión, implementado por el suspendido rector Carlos Prasca, del cual no se habla después de los escándalos por presunto acoso sexual. En los pasillos de la universidad se dice popularmente que “el que se va, no vuelve”, esto porque la suspensión es por tres meses.
En su lugar, el Consejo Superior designó, en sesión del 9 de marzo, como rectora (e) a la doctora Maryluz Stevenson —vicerrectora administrativa y financiera—, elección inesperada después de varias votaciones y el afán del gobernador Verano por salir de la sesión. Su designación la respalda su hoja de vida, pero sobre todo que era la candidata que generaba menor resistencia, teniendo en cuenta que el CSU es un órgano político.
El 11 de abril cumplió un mes la nueva administración y ya iban dos días de clases, es un tiempo oportuno para dar una bienvenida con disposición de construir universidad, partiendo del principio de buena fe. La rectora (e) fue recibida en medio de una toma pacífica de la rectoría por parte de un grupo de estudiantes, con los que posteriormente pactó el levantamiento de la toma a cambio, fundamentalmente, de establecer unas mesas de trabajo públicas para discutir diversos temas de importancia en el alma máter. Estas mesas son una iniciativa interesante, independientemente si se está o no de acuerdo con la forma de conseguirla, que se han desarrollado durante el período de receso intersemestral, pero que deben profundizarse después del receso de Semana Santa para garantizar una participación mayor.
En el mismo sentido, y teniendo en cuenta lo manifestado por la rectora, en cuanto a trabajar por la acreditación y los procesos misionales de la universidad, además de afirmar que es “… una mujer de puertas abiertas que trabajará de la mano con todos los entes de la universidad”, una de las acciones más importantes que debe realizarse y mantenerse permanente es reunirse con los semilleros de investigación y construir una hoja de ruta para mejorar y ampliar las condiciones para los investigadores, en la perspectiva de la acreditación institucional y el cumplimiento de los objetivos misionales. La idea la escuché de un notable egresado, sería un mensaje muy positivo.
Por otra parte, está la tan comentada “gobernabilidad”. Es necesario que la rectora lidere un proceso de construcción colectiva de una convivencia pacífica al interior del alma máter con todos los actores universitarios, incluso con aquellos que se encapuchan y paralizan la universidad. Así se reconocerá a la universidad como espacio sagrado y, lo mas importante, se evitará que las cosas se compliquen y tengamos que lamentar tragedias.
El encargo es corto, sin embargo, es un extraordinaria y pertinente oportunidad para, por lo menos, dibujar la hoja de ruta a seguir para desarrollar un proceso, con todos los estamentos de la universidad, de construcción colectiva de un reglamento estudiantil y un estatuto general —en orden de prioridad— que estén acordes a la Constitución, la legislación en educación y, no menos importante, con la realidad de las necesidades y oportunidades de los estudiantes y la Universidad del Atlántico.
Hagamos del espacio físico y abstracto que llamamos Universidad del Atlántico, nuestra universidad.
Posdata: En la democracia universitaria hay distintos medios para manifestarse, esta vez desde las líneas, la próxima desde las aulas y los pasillos, pero jamás con violencia, siempre dañina.