Como señala Ceceña, a Venezuela, que es un eslabón principalísimo del corredor energético mundial, se le está haciendo una guerra (ver http://bit.ly/2tnPtV6 ).
Se trata de una guerra en los términos diseñados por los laboratorios imperialistas para ser adelantada en formas asimétricas.
Pero quizá lo más novedoso de las intervenciones de este siglo es su carácter reptante.
Avanzan, dice Ceceña, a ras del suelo de manera silenciosa, colándose entre la gente, comiéndose los tejidos comunitarios y sembrando miedo, confusión e incertidumbre. El estallido viene después. Primero se carcomen las bases de los vínculos sociales, los que hacen a “la gente” ser “pueblo” con un sentido explícito, así como las bases del entendimiento colectivo o sentido común, a través de un cuidadoso trabajo de socavamiento simbólico, bombardeado desde los medios masivos de transmisión de datos e imágenes (Ver http://bit.ly/2tnPtV6 ).
Esto viene pasando desde hace rato y ya no suena novedoso, a pesar de que propiamente es un modo de hacer la guerra que solo se sistematizó en el siglo XXI, combinado con la estrategia de espectro completo (abarcar todas las dimensiones de la organización social y de la geografía) y con la idea de aplicar todos los mecanismos simultáneamente y sin reposo.
Esta modalidad de dominar, o de hacer la guerra, tiene como inspiración el estudio del comportamiento de los sistemas complejos, que se han constituido de manera natural, y más particularmente el de las abejas. La asimilación del comportamiento de las abejas deriva en una estrategia de ataque al modo de un enjambre: todos al mismo tiempo pero de diferentes maneras y desde direcciones distintas. Gran parte de la fuerza del ataque proviene de la confusión que se genera pues el atacado no identifica tan fácilmente de dónde viene la ofensiva, y tampoco tiene reposo como para observar o pensar con cuidado cómo defenderse de ella. Más que un enjambre lo que se despliega es una red o un conjunto de enjambres: atacan el abasto, la capacidad de compra, la movilidad, los servicios básicos, la tranquilidad en el barrio, la organización comunal, los sentidos comunes, y todo en una modalidad similar a la que se desata cuando alguien patea un panal de abejas. Según David Faqqard, oficial de la Fuerza Aérea de Estados Unidos, “implica un ataque convergente por muchas unidades”. Es un modo de hacer una guerra que no parece tal, pero que cuando ya está es absolutamente abrumadora, continua Ceceña.
Desde el triunfo del Presidente Hugo Chévez, a Venezuela se le ha aplicado esta modalidad bélica.
La misma se ha refinado en los años recientes y desde el primero de abril del 2017 la arremetida es brutal, después de la cruel andanada del primer semestre del 2014 que dejo muchos muertos por cuenta del salvajismo agenciado por Capriles Radonski y Leopoldo López.
En reciente reunión de la dirigencia ultraderechista violenta, que promueve las más diversas acciones terroristas, se determinó, a la luz del día, que la hora cero había llegado para destruir el gobierno constitucional del Presidente Nicolas Maduro.
La “hora cero”, indica que la conspiración fascista se dirige hacia “la fase superior de la lucha”. Freddy Guevara, ha dicho que podrían avanzar a una huelga general.
Entre tanto, los directivos de la MUD han planteado realizar el 16 de julio un pretendido plebiscito como una consulta manual y simbólica en iglesias, plazas y otros lugares públicos, al margen del Poder Electoral.
Todo con el fin de bloquear la Constituyente comunal bolivariana que ya está en la recta final de su conformación a partir de las bases comiciales establecidas.
Al tiempo con esta agenda, arrecian los eventos de violencia promovidos por los integrantes de las bandas opositoras como el sucedido en la Asamblea Legislativa en que grupos colectivos y populares fueron agredidos por las escuadras paramilitares de la ultraderecha.
Por supuesto, el punto que demanda mayor análisis político es el del Plebiscito programado y los sentidos que agencia.
Al respecto, desde el propio campo de los promotores se considera por Penfold que existen varias maneras de analizar el anuncio de la MUD en torno a la decisión de organizar un plebiscito el 16 de julio como mecanismo de consulta para presionar al gobierno a revertir la Asamblea Nacional Constituyente (Ver http://bit.ly/2tXVARx ).
La primera, dice, es una visión estática que describe una oposición que logró un consenso amplio, entre una diversidad de agrupaciones partidistas que aceptaron públicamente operacionalizar un proceso de desobediencia civil a través de un mecanismo refrendario, que aún sin ser organizado por el Consejo Nacional Electoral, sino a través de una ciudadanía que se abroga el artículo 333 y 350, intenta legitimar su ambición de reestablecer un orden constitucional cuestionado por ellos mismos desde tiempo atrás.
Con esta iniciativa, la oposición intenta retomar la ofensiva política ante el gobierno que logró durante las últimas semanas mostrar sin pudor tanto su capacidad de control institucional como su músculo militar. Con esta decisión unitaria, la calle ahora se organiza en torno a un objetivo diferente y no simplemente en función de una movilización social guiada por la protesta. Aunque la oposición sigue sin engranarse políticamente con el “izquierdismo” centrifugo —pues el acuerdo no incluyó a ninguna agrupación política distinta a las que ya hacían vida en la Unidad—, esta opción abre un nuevo espacio que ahora tiene el reto de probar que tiene una amplia acogida popular y que puede ser articulado con sectores más amplios de la sociedad. En paralelo, tanto la Asamblea Nacional como la Fiscalía General de la República, continúan en su esfuerzo por remover a los magistrados del TSJ para romper el control del Ejecutivo sobre el poder Judicial.
La segunda lectura del acuerdo es dinámica. La oposición tomó la decisión de organizar un plebiscito sin la venia del CNE como una forma de escalar el conflicto ante la arremetida del gobierno tanto en el uso de la represión como en su compromiso de continuar avanzando con la convocatoria de la Constituyente. Frente a este cambio estratégico, el gobierno seguramente ahora pasará a tratar de desmontar esta iniciativa consultiva que constitucionalmente correspondía ser organizado para poder convocar una Asamblea Nacional Constituyente. Lo más probable es que el gobierno responda nuevamente con un ataque político dirigido a la Fiscal General de la República; por lo que nadie se debe sorprender si esta semana o la próxima el TSJ decide separarla del cargo, usurpando nuevamente las prerrogativas de la Asamblea Nacional. A esta acción, que la oposición ya debe haber anticipado, se anunciará otra batería de respuestas para poder hacerle frente a esta nueva agresión institucional, lo cual continuará intensificando aún más el conflicto venezolano… Y así sucesivamente hasta que ocurra algún nuevo quiebre político.
Lo cierto es que el país acelera su espiral de enfrentamiento y por lo tanto de violencia política. Es indudable que el gobierno va a seguir insistiendo en su opción Constituyente, remover a la Fiscal General, bloquear la realización del plebiscito el 16 de julio y blindar el proceso electoral organizado por el Consejo Nacional Electoral a realizarse el 30 de julio. La oposición apuesta a que incluso a partir de estos anuncios cualquiera de las acciones anteriores por parte del gobierno pueda generar reacciones inesperadas de diversos actores, tanto en el plano nacional como internacional, que precipiten una serie de eventos que permitan profundizar las grietas tanto dentro del mundo chavista como en la esfera militar y facilitar así un proceso de cambio político.
A estas alturas para todos los actores nacionales relevantes es evidente lo que está ocurriendo en el país: acabamos de entrar en una fase aún más peligrosa en la confrontación política, en una lucha que es cada vez más enconada y sin la mediación de ninguna institución creíble, y que tan solo un actor internacional, con mucha filigrana diplomática, va a poder desmontar. En otras palabras: continúa la escalada y se profundiza la crisis de gobernabilidad. Se aceleran los tiempos. Y se elevan las apuestas, afirma Penfold, en una perspectiva sesgada que antepone los deseos a las realidades objetivas del campo político estructurado en la coyuntura (Ver http://bit.ly/2tXVARx ).
Lo que infiero de este cuadro es que a quien le llegó la hora cero es a la oposición escuálida, pues cada vez es mayor su soledad en diversos ámbitos de la sociedad y el ámbito regional.