Como en el bolero protesta Escríbeme del venezolano Guillermo Castillo Bustamante, Salvatore Mancuso, exjefe paramilitar, responde con una carta dando explicaciones a la solicitud del político Álvaro Leyva Durán.
El bolero mencionado guarda relación con situación actual de Mancuso, pues esa pieza musical fue compuesta en una prisión cuando su autor estaba detenido por la dictadura de Marcos Pérez Jiménez. En ella dice Castillo Bustamante: “En tus cartas mi esperanza/ mis temores, mis alegrías/ aunque sean tonterías, escríbeme, escríbeme”.
Pues bien, desde Estados Unidos el penado aporta puntos de vista interesantes y sobre los que cincuenta millones de politólogos en Colombia tendrán sus opiniones, que ojalá sean expresadas.
Debe resaltarse el trato respetuoso de Salvatore Mancuso hacia su alter ego, Rodrigo Londoño, excombatiente de las Farc. En su esquela nunca usa siquiera el apodo de lucha de aquel y lo trata por su rango de guerra, comandante. Ya eso es un adelanto en un país como Colombia donde las discusiones se saldan con lo que profieren los sicarios de la palabra, propios o contratados en Estados Unidos, o con las masacres de diaria ocurrencia.
Si algún negociador no muestra consideración por el otro, cualquier esfuerzo por alcanzar la paz está perdido. Se debe recordar al mariscal alemán Erwin Johannes Eugen Rommel, conocido como el Zorro del desierto por su sagacidad en la táctica de tanques durante las dos Guerras Mundiales. Su prestigio militar, inclusive entre sus contrincantes, se reflejaba en una faceta extraordinaria. Cuando eran capturados oficiales aliados, los invitaba a su mesa a compartir los alimentos como muestra de deferencia. Lo que va de Pedro a Juan en la podrida guerra nacional.
Por otro lado, Mancuso carece de razón cuando se queja en general de un desigual trato judicial, pues el reproche debe dirigirlo a quien lo extraditó, Álvaro Uribe Vélez, pero después asevera en su misiva la responsabilidad del expresidente al respecto. Afirma que este lo sacó del país para cubrir posibles delaciones sobre el prontuario paramilitar de varios políticos colombianos.
Así mismo, es destacable la vehemencia con la que propone un acuerdo nacional para que todos los actores de la guerra fratricida nuestra comparezcan ante el sistema de Justicia Especial para la Paz y con la que responsabiliza directamente a Uribe Vélez de conformar escuadrones armados con el total apoyo del Estado.
Todos los actores implican militares, paramilitares, guerrilleros, civiles en calidad de funcionarios y/o financiadores sin cuyos recursos la guerra hubiese sido insostenible. Se trata de realizar un pandemónium de donde salga la verdad verdadera, que es lo esperado por las víctimas. Imposible no estar de acuerdo con Mancuso de que la reparación cierta es la confesión total de los delitos de guerra. Por parte del exjefe paramilitar se espera también repare el silencio cómplice en que se mantuvo, sea que vaya a Italia o lo traigan a Colombia.
Además, resulta razonable al nivel de certeza su temor de ser asesinado por los mismos que ayer lo apoyaron y puede dudarse de qué tan interesado podría estar el establecimiento en protegerlo, ya que Salvatore Mancuso al hablar equivale a un cuchillo para sus propias gargantas. Inimaginable ver en el supuesto funeral de Mancuso impostando condolencias a Francisco Santos, Álvaro Uribe Vélez, José Miguel Narváez (preso por sus ejecutorias en el extinto DAS e implicado en la muerte de Jaime Garzón), para citar solos los que Mancuso menciona en su carta. O sí, serían capaces de asistir con sus caras lavadas como es de uso entre delincuentes.
En fin, el balón ahora en poder de las Farc y de Salvatore Mancuso debe compartirse con los corresponsables de la guerra y tienen que participar sabiendo que “la verdad es la verdad”, según el remitente de la cárcel de Irwin (Iowa, Estados Unidos). Hay que seguir “honrando a las víctimas, al país con la verdad, entre todos”, según el ítalocolombiano. Se esperan cartas desde El Ubérrimo.