El abogado Gerardo Vega, quien durante años se ha dedicado a investigar el despojo de tierras y a representar a las víctimas del paramilitarismo desde su Fundación Forjando Futuros legalizando las tierras que reclaman, llega a la dirección de la Agencia Nacional de Tierras.
El presidente Gustavo Petro hace el nombramiento en medio de la tensión en el norte del Cauca que ha provocado las disputas por la tierra que se ha dado entre indígenas, comunidades afros y dueños de ingenios. La gestión del gobierno ha agravado la situación después de que la vicepresidenta Francia Márquez y el ministro del Interior, Alfonso Prada, dieron la orden a comunidades de no continuar invadiendo estas tierras y les dieron un ultimátum de 48 horas para que desalojaran las haciendas o de lo contrario las autoridades se verían obligadas a intervenir.
En esta carta el Consejo Regional Indígena del Cauca (CRIC) se manifestó sobre los últimos acontecimientos en el departamento:
“Ahora que se cumplieron las 48 horas, enviamos esta carta al mundo para contarles de nuestra lucha y del peligro que nos acecha y lo que vamos a hacer ante el peligro. El gran jefe manda a decir que somos invasores y nos da 48 horas para que abandonemos nuestra lucha y la tierra donde luchamos o nos caerá todo el peso de la ley del estado colombiano.
Primero les contamos de nuestra lucha. Este 2 de septiembre cumplimos 17 años de haber retomado las vías de hecho para luchar por la tierra, una lucha que tiene raíces en 1538, cuando nuestro pueblo decide declararles la guerra a los invasores. Los invasores se apoderaron de nuestra tierra y nos desplazaron hacia las montañas, los invasores hicieron del despojo una forma de vida, el cómo de su civilización, y hoy tienen en su poder las tierras más fértiles y tienen documentos que prueban que son propietarios y son un poder organizado que mueve los hilos de la política y la economía y la justicia y los medios de comunicación en Colombia para mantener los documentos al día y explotar más y más la Madre Tierra hasta quitarle la piel y chupar su sangre y escarbar en sus entrañas y a esto le llama progreso, desarrollo.
Para nosotras y nosotros, familias del pueblo nasa del norte del Cauca, la tierra es Uma Kiwe, nuestra madre. Todo lo que hay en ella tiene vida, toda ella es vida, todos los seres son nuestros hermanos y todos los seres valemos por igual. El invasor nos adoctrinó para enseñarnos que los humanos estamos por fuera de nuestra Madre y que somos superiores a ella, pero en el fondo de nuestro corazón, nasa üus, sabemos que la gente somos Uma Kiwe así como el cóndor y la mariposa y el maíz y la piedra son Uma Kiwe. El invasor nos adoctrinó para enseñarnos que el páramo es un recurso que produce dinero, que al talar la selva podemos aumentar las cuentas bancarias, que al escarbar la entraña de Uma Kiwe con grandes tubos podemos acceder a una vida de bienestar. Esa es la palabra del invasor y la llama el objetivo, el plan de vida.
Las tierras del valle del río Cauca, donde ahora vivimos, desde donde hacemos nuestra lucha, es la casa y hogar de cientos de animales, plantas, rocas, aguas, espíritus en una forma de vida que en español le llaman bosque seco tropical. El invasor destrozó todo, esa casa y hogar ya no existe, le ha dañado el rostro a la Madre Tierra. En su afán por imponer su civilización, los que poseen los documentos de estas tierras sembraron todo el valle del río Cauca de caña de azúcar y son 400 mil hectáreas donde la caña está sembrada hasta la orilla del río. En otras regiones de Colombia el invasor desplazó con la guerra a las comunidades y sembró palma en miles y miles de hectáreas y en otras regiones han desplazado comunidades para construir represas o para sacar oro o para sacar petróleo.
Y una vez, en una región que se llama Antioquia, el río Cauca se rebeló y dañó las máquinas y los equipos de la represa y se desbordó y la gente que ya había sido desplazada por el proyecto hidroeléctrico tuvo otra vez que desplazarse porque otra vez se inundaron sus tierras. Por estos hechos no hay culpables, a los invasores del río Cauca, a los desplazadores de esas comunidades y a los que cometieron las masacres para imponer el desarrollo, todavía no les ha caído todo el peso de la ley del estado colombiano. Y así, cada rincón de este país que llaman Colombia, la democracia más antigua y estable de América Latina, está hecho de parches de proyectos de desarrollo instalados donde la guerra desplazó comunidades enteras, donde los bosques, páramos, sabanas, montañas, selvas y llanos fueron o van siendo arrasadas para que unas cuantas personas gocen de las mieles del desarrollo.
Nosotras y nosotros, familias indígenas del pueblo nasa que caminamos la plataforma de lucha del CRIC, nuestra organización, no creemos en ese desarrollo y no creemos en esa civilización que impone la muerte a través de leyes y acciones legales para generar monedas. Nos adoctrinaron para que creyéramos en su civilización y nos dijeron que los humanos somos superiores a los otros seres, pero vemos que entre los humanos hay niveles, unos que son superiores que otros, los superiores se llevan toda la riqueza y los inferiores tenemos que vivir arrinconados en los rincones que el desarrollo nos deja disponibles, pero nos dicen que si nos esforzamos o nos vendemos podemos pasar al nivel de los superiores. Esa forma de vida no nos gusta, no la aceptamos.
Por eso es que hace 17 años, un 2 de septiembre de 2005, bajamos de las montañas a hacer una lucha que hoy continuamos y que hemos llamado liberación la Madre Tierra. Porque decimos que la gente no seremos libres mientras Uma Kiwe esté esclavizada, que todos los animales y los seres de la vida somos esclavos mientras no consigamos que nuestra madre recupere su libertad. En ese tiempo, septiembre de 2005, tuvimos un error táctico, como dijo un liberador, y negociamos un acuerdo con el gobierno de Uribe, error que nos costó un retraso de nueve años. Pero luego volvimos para entrar en las fincas de la agroindustria cañera en diciembre de 2014, o sea que ya estamos por cumplir ocho años, y en estos ocho años la democracia más antigua y estable de América Latina no logró desalojarnos de las fincas a pesar de más de 400 intentos, y no vamos a salir, y hemos ido avanzando con entrar en estas tierras, tanto que ya contamos 24 fincas en proceso de liberación, son ya ocho mil hectáreas.
Hasta aquí llega esta carta, pero nuestra palabra sigue de largo. Nuestra palabra la escribimos en las fincas donde estamos liberando, ésa es nuestra primera palabra. Los documentos, las cartas, los videos, la radio…, la segunda palabra, nos sirve para contar al mundo lo que hacemos, el peligro que nos acecha y cómo seguiremos caminando ante el peligro. Gracias a las luchas y pueblos del mundo que nos escuchan y se solidarizan con nosotras y nosotros. Como ya hemos dicho en “esta es nuestra casa para vivir y luchar I”, la mejor forma de apoyarnos es fortalecer su lucha: al capitalismo le va a quedar muy difícil desalojar o caerle con todo el peso de la ley a miles y miles de luchas a lo largo y ancho del mundo".
Proceso de liberación de la Madre Tierra
Pueblo Nasa, norte del Cauca, Colombia.
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