El señor Mario Manuel León Pulido me adivinó el pensamiento en una nota ciudadana que publicó hace unas pocas horas sobre Liss Pereira. Las palabras de frustración de la comediante ante su soledad me conmovieron en el alma porque me identifico con su situación, me provocaba meterme en el televisor, abrazarla y decirle "te entiendo, yo he pasado por eso".
Los colombianos hemos sido espectadores de un matoneo en prime time. El delito: ser diferentes. Liss Pereira no encaja en el mundillo de la farándula, glamur e hipocresía del resto de participantes, los de la voz fingida. El castigo: la destrucción de la persona; las cuatro fieras en manada buscando que se derrumbe mientras el resto de participantes, con su indiferencia, contribuyen con el castigo por temor a la furia de la jefa de jefas, que sin dar una sola orden hace que sus tres babys actúen al acomodo de sus pretensiones (adivinen a qué líder político se parece).
Pero la diferencia de esta mujer conmigo es que no se derrumba, ella resiste. El aislamiento te condena siempre a la pérdida de la autoestima, ella lo admite: "Cuando estoy con los jurados me tiembla la voz", se pierde la seguridad en uno mismo. Cuando te condenan a almorzar solo, como le ha tocado a Liss, empiezas a rumiar tus pensamientos, la soledad te vuelve un ser huraño y eso te aísla aún más. Y rematan la faena las cuatro babys con sus desplantes, indirectas, ridiculización y burla. Entre más acabada esté la víctima, más descarado se vuelve el ataque porque menos solidaridad recibe de quienes no participan del matoneo. La amargura que siembran en la víctima hace que no genere empatía entre los tibios, los neutrales.
En los últimos capítulos Liss Pereira ha estado al borde de la eliminación, no por culpa de los jurados, que afortunadamente se han mantenido al margen, más bien porque por más verraca que sea Liss, un ataque de todos contra una termina haciendo mella.
Faltan pocos capítulos. Ojalá resista, me encanta su autenticidad, sus diminutivos, su sencillez, hermosa Liss, la ternura de la mujer santandereana que tan bien contrasta con su bravura.