Fotografía: Laura Romero Angarita
“Nunca, Señor, debí haber confiado en ella, ni decir que le iba a dar recomendación, me hubiera librado de estar en este lugar, donde me he separado de mis hijos, donde no los pude terminar de criar, y que no he podido ver mis hijos en otro nivel y no en el nivel en que se encuentran ahora: una con 3 hijos, la otra con dos y mi hijo preso”, cuenta Lisbeth del Rosario Álvarez, quien lleva 7 años y 6 meses en el Centro de Rehabilitación Femenina El Buen Pastor de Barranquilla, por el delito de secuestro simple agravado. La Fiscalía reconoció a la víctima del secuestro como una “bebita de veintiseis días de nacida”. Lisbeth fue condenada el 10 de agosto de 2007 por 192 meses: 16 años de prisión.
Lisbeth del Rosario, barranquillera de 45 años, se presenta como una mujer cabeza de hogar, católica y fiel seguidora de la Virgen del Carmen. Es morena y de contextura gruesa. No hay canas que se asomen en su pelo pero su rostro se ve desgastado y pálido. Está vestida con una pantaloneta negra que le raspa las rodillas y una manga sisa amarilla que le ilumina la piel. Aquí no hay uniforme. Camina lento y arrastra sus chanclas, como si le pesara la vida. Carga un bolso rojo de Coca Cola, en el que tiene telas y agujas para el bordaje de mochilas. En los 7 años y 6 meses que han pasado se ha dedicado a bordar y a practicar su profesión cuando se lo piden: enfermería.
Las reclusas la llaman “mamá Lisbeth” o “tía Lisbeth”. “Yo siempre les he comunicado la verdad y es que yo estoy aquí digamos que por un gancho ciego, entonces ella se ríen y me dicen ‘ay tía, pero tanto tiempo’. Yo les digo ‘pa’ que veas tú mija, es difícil creerlo porque uno detrás de una reja es culpable, sea o no seas, eres culpable. En ti está lo que está, uno no puede cambiar eso’ ” dice. El gancho ciego del que habla Lisbeth está en una recomendación que ella le hizo a su comadre, Génesis, cuando ella le preguntó si Lisbeth conocía de un lugar para que le cuidaran a su hijo.
-“Comadre, como a usted la conocen tantas personas, usted por casualidad, ¿no tendrá quien me pueda cuidar al niño?”-
-“¿Y pa’ dónde va usted?”-
-“Es que me salió un trabajo fijese, y no tengo quien me lo cuide”-
-“Ah ya, ¡listo comadre! Por eso no se preocupe. Mire yo tengo a mi amiga Edith que tiene un hogar de bienestar y ella cuida niños, pero a ella hay que pagarle, no sé si son 2 mil pesos o 5 mil, pero a ella hay que pagarle. Eso queda en el barrio la Chinita”-
-“¿Y cuándo me puede acompañar por allá?-
-“No. Yo no puedo ir porque usted sabe que estoy trabajando, pero yo le mando una notica y le doy la dirección donde ella vive y usted habla con ella”.
En la nota Lisbeth le escribió a su amiga Edith: “ahí te mando mi comadre para que me hagas el favor y le cuides al niño. Él es ahijado mio y ella no tiene quien se lo cuide porque ella va trabajar, te agradezco que no le vayas a cobrar mucho y me haces el favor y me llamas a este número, atte: Lisbeth”. Edith tenía un hogar de bienestar en el que cuidaba a los niños por día y por noche, como una guardería. A los dos días de enviar la nota, el Gaula capturó a Lisbeth a las 12:30 de la noche en su casa en El Sitio, Magdalena, cuando ella estaba dormida. No sabía qué pasaba y no paraba de llorar. Cuando el Gaula la encerró en un cuarto, llegó Edith, también capturada.
-“Imagínese que Génesis, la que usted me recomendó, esa niña no es de ella”- le dijo Edith.
-“Yo no te recomendé una niña, ella es mi comadre y ella iba a llevar al niño, ella me dijo fue el niño”- respondió Lisbeth.
La niña que llevaron donde Edith era la hija de Nabis, una amiga de Génesis. Toda esta información nunca la supo Lisbeth. Tiempo después ella se enteró de que la idea era llevar a la bebé donde Edith y llamar al marido de Nabis para hacerle creer que su hija había sido secuestrada. “Nabis y Génesis iban a darle era un escarmiento al señor. ¿Qué escarmiento?, hasta ahí no sé. O sea, le iban a hacer pasar un susto para que él viniera nuevamente con la señora, porque el vivía con otra mujer en Barranquilla”. El marido, al enterarse del secuestro de su hija, llamó al Gaula y ahí empezó toda la red de capturas, en la que cayó Lisbeth.
Ante la ausencia de pruebas en el caso, el abogado de Lisbeth, asignado de oficio, la asesoró de una forma muy particular. Hoy ella no recuerda su apellido pero sí el día en que “José Luis” le pidió con afán que firmará un documento que él había escrito. Al leerlo ella le reclamó que ahí decía que ella se declaraba culpable del secuestro. Él le respondió: “señora, ¡apúrese! Tengo mucho afán, necesito que firme para que salgamos rápido de esto”. Presionada y aturdida, Lisbeth firmó su propia condena. Edith, Génesis y Nabiquedaron libres de toda culpa.
Centro de rehabilitación feminino El Buen Pastor de Barranquilla
Hoy Lisbeth tiene libertad condicional, con una caución de 5 salarios mínimos que ella no puede pagar. Por eso sigue detenida. Cada mes tiene un permiso de 72 horas que usa para visitar a su hijo Omar en la Cárcel Modelo en Barranquilla. Él fue capturado porque asesinó a un hombre al que pretendía atracar. Lleva un año y medio en prisión. “Ver a mi hijo detrás de una reja, eso ha sido terrible para mi. A veces he preferido estar muerta que verlo detrás de una reja. Porque el que está detrás de una reja sabe cuál es el verdadero sufrimiento porque de pronto tú estás allá afuera y te pasan muchas cosas, pasa cualquier tormento pero lo puedes solucionar. Pero detrás de una reja tú no puedes ni siquiera empujar una reja porque la acompañan dos candados. ¿Cuándo puedes solucionar un problema de tus hijos? Nunca.”, dice Lisbeth.
Tras las rejas Lisbeth ha tenido que soportar dos pre-infartos, la muerte de siete de sus seres queridos y la prisión de su hijo. Haber confiado en su comadre, Génesis, a quien consideraba “un ángel de Dios”, la involucró en un proceso penal en el que sus “únicas pruebas” para ser condenada fueron “la notica de recomendación” y la firma del documento en el que se autoculpaba del delito de secuestro. Hoy Lisbeth se arrepiente y dice que fue privada de la libertad por ser tan confiada. “Por estar creyendo en personas que de pronto tú crees que son tu familia, porque uno cree que los vecinos y los amigos es siempre familia de uno y no es así, todos no son buenos ni todos llevan el mismo pensamiento. Uno nunca sabe hasta dónde llega la otra persona. Nunca”.
@lauramaromero