Anclada a déficits de diversos tipos, nuestra República acumula demasiados incumplimientos constitucionales y terminará declarándose en «default». Entretanto, el BanRep induce recesiones, bloquea el crecimiento e impide la redistribución.
Siglos atrás, el presidente de la Convención Constitucional de Estados Unidos emitió una profecía: "la preocupación es el interés que pagan quienes se endeudan". Hoy, es evidente que las finanzas prosperaron gracias a la corrupción y bancarrota humana; alienaron derechos esenciales, como la búsqueda de la felicidad, y entronizaron a la desigualdad.
Durante la semana del 20 de Julio, McCloskey pontificó sobre el apocalipsis de la Banca Central, cuyo monopolio distorsiona al todopoderoso mercado. Previamente, debido a la influencia electoral de la Fed, Trump había condenado al fundamentalismo de su ortodoxia monetarista, porque no agregaba valor ni sinergia estatal.
Ante el Congreso, nuestro presidente también sermoneó al BanRep. Y podría darle un Golpe Blando, reemplazando a quienes trastornan nuestra Libertad e Independencia, representadas en nuestro Escudo con el Cóndor, por privilegiar al «Halcón» de rapiña o «Buitre» carroñero.
A fin de pacificar la economía, debe poner a la Paloma en el lugar que le corresponde: la Junta del BanRep, que tradicionalmente patrocina a la banca privada y ejerce sevicia contra la mayoría de los ciudadanos, en complicidad con la Superfinanciera, que también estafó a los «nadie» porque la Usura no redime las Tasas Reales dejándolas en 0.
Pecador, Petro sacrificó nuestros escasos recursos para honrar las improductivas deudas heredadas, y “apretó el cinturón” tras valorar mal el costo-beneficio de otra reforma tributaria que plagó las Mipymes. Eso le sucede a quien «ass/u/me» estupideces -o cree en Judas Ocampo-, para que le aprueben créditos o proyectos de ley.
Paradójicamente, no «sancionó» los “Días sin IVA”. Y, aunque la cartera esté vencida o sea insostenible, porque rebosa al PIB, cada Concilio financiero evade la abolición de los intereses sectarios, que penalizan el ahorro, desincentivan la inversión y fomentan la especulación.
Semejante lógica es medieval; además de mantenernos encadenados al anatema, coma o subdesarrollo, reanima a los jinetes de la Policrisis -tributaria, monetaria, arancelaria y salarial-, que ninguna Comisión de Expertos o escolásticos supo exorcizar.
Mediante providencias, la Corte también profana a la redistribución y «aval-a» la Regla Fiscal como excusa supraconstitucional. Cielo [SIC] tampoco anunció un Comercio Justo, ni enmendó las erratas anticompetitivas ni los arbitrarios precios, y los carteles seguirán sin recibir escarmiento, mientras cargamos la cruz del crédito y el sello de la «reduflación».
Ningún mortal cree en las pérfidas entidades fiduciarias, porque jamás hicieron milagros. Los subsidios hipotecarios, v.g., ungieron el «cobra-nding» o los negocios cruzados entre oligopolios, pero no democratizaron la propiedad: afianzaron las predestinadas barreras que imponen el desempleo estructural y la inequidad, para acceder al crédito o liquidarlo.
Lea ‘El precio del tiempo / Historia de los tipos de interés’, ganador del Hayek Prize 2023, para entender la descarada defensa de las libertarias o egoístas finanzas.