Lincoln Silva fue autor de dos novelas de culto, en los años 70, a medio camino entre la narrativa de compromiso social, testimonio y denuncia de los regímenes autoritario. Vivió los tiempos más álgidos de los 60 y 70, marcados por el exilio: primero huyó de Paraguay por de la dictadura impuesta por Stroessner; después abandona aquella Argentina sometida a la Junta Militar, hasta encontrar refugio en Holanda. No volvió a su país hasta 2005. Falleció en 2016, en el más profundo ostracismo. Nadie se acordó de él, pese a que en sus tiempos fuera puesto por la crítica, a la altura del mismísimo Juan Rulfo.
Por suerte, a veces el tiempo ejerce de extraña criatura rescatando de la desmemoria aquello que nunca debió haberse olvidado. ¿Una luz a título póstumo? ¿Consuelo para descubridores de talentos a la sombra del boom latinoamericano? Este último fenómeno literario se llevó por delante, en muchos casos estrepitosamente, el perfil de grandes narradores, al margen de las ataduras de los cánones, o más allá de la sombra del realismo mágico, dejaron obras de grandísima calidad y trascendencia.
¿Por qué ahora, entonces, un escritor paraguayo? Al margen de alguna que otra nota dispersa, estudio o comentario en las redes, poco se sabía de Lincoln Silva, hasta que dos meses atrás aparece un comunicado de prensa anunciando la próxima reedición de sus obras completas, en la editorial Arandura de Paraguay, como resultado de la prolija investigación realizada por Mariano Damián Montero, un académico argentino que vive en Asunción (Paraguay) desde 2018.
Montero había llegado a la figura del escritor paraguayo, por casualidad, ya que previamente estaba investigando para escribir la biografía de Agapito Valiente, un educador y guerrillero asesinado por la dictadura en 1970, cuando uno de los tantos sobrinos que sobrevivieran a este último, le contó sobre un primo que en sus tiempos escribió dos novelas que trataban la dictadura y tortura en tiempos de Stroessner, es decir, Lincoln Silva. De ahí derivó la búsqueda de tales obras en las librerías de viejo de Buenos Aires, el hallazgo y lectura de las mismas (de un tirón) y el camino quedó allanado para resucitar al escritor olvidado.
¿Pero quién fue aquel fuego fatuo? ¿Por qué trascendió tanto en su momento? Lincoln Silva había nacido el 28 de octubre de 1945, en el pueblo de Barrero Grande, a orillas del arroyo Piribebuy, en el departamento de Cordillera. En Asunción realizó los estudios secundarios, donde asimismo publicó sus primeros trabajos.
En 1969 Lincoln tuvo que abandonar Paraguay apresuradamente, debido a Stroessner, y se instala en Buenos Aires, donde al poco tiempo publica Rebelión después (1970), que se convierte en todo un acontecimiento literario. La novela se centra en el estupor experimentado por una persona, ajena a cualquier tipo de ideología o proselitismo político alguno, que es encarcelada y vejada La primera vez que la narrativa paraguaya se ocupaba del tema de la tortura, en una prosa desgarrada y ferozmente crítica con la dictadura.
Esta primera obra consolidaría a Lincoln Silva como el escritor paraguayo más renombrado del momento, en la misma línea de talentos como Augusto Roa Bastos y Gabriel Cassacia, al tiempo que cinco años más tarde, por mediación de Eduardo Galeano, publica en la editorial Crisis su segunda novela, General General.
En efecto, “General, general” (1975) que ve la luz en noviembre de 1975, nos remite a la figura de historia es Benedicto Sanabria, carismático líder de masas, que se propone purificar Paraguay. Sus delirios místicos le llevan a creerse ungido por una revelación, para convencer a las masas de que la implantación del socialismo es el futuro perfecto para los paraguayos. Es decir, la caricaturización del líder revolucionario de izquierdas, haciendo uso de lo cómico para narrar precisamente lo contrario.
Pocos meses después viaja a Cuba para formar parte del jurado en el Premio Casa de las Américas, pero a su regreso a Argentina el país se halla inmerso en el levantamiento de la Junta Militar y tiene que volver a tomar los caminos del exilio. Encuentra refugió en Holanda, donde se convierte en profesor de literatura y lengua en guaraní en la Universidad de Leyden.
En Holanda cambiará el registro narrativo por el poético. Allí publicaría los poemarios Ni para caerse muerto (1980) y No te diré el lugar de donde vengo (1984), en formato bilingüe. En su país de origen nadie volvió a acordarse de él, aunque regresara a Paraguay en el año 2005 y allí colaborase asiduamente en los medios locales. En Asunción publicó otro libro de poesía, Sortilegio que supuso nuestro apoteosis (2007), pero fallece de forma repentina un 5 de agosto de 2016, sumido en el olvido y sin ningún tipo de mención en los medios de comunicación.
Esta es la historia de Lincoln Silva, reducida a la pertenencia de unos pocos párrafos. El ausente exiliado que regresa, por fin, a las páginas de un libro que recoge su producción narrativa, tal vez incluyendo Patria qué burdel, novela fechada en 1986 pero todavía inédita, así como otros escritos dispersos por la amalgama del tiempo.