A Lina Marulanda solo la vi una vez en la vida, poco tiempo antes de su final, en el Centro Comercial Andino. En ese momento ya había dejado la presentación de noticias y se había dedicado a trabajar en radio. Estaba haciendo una emisión en vivo o algo así desde el centro comercial. Ciertamente yo no era el único que la miraba. Alrededor suyo había toda una multitud observándola hacer su trabajo. Algunos la conocían más y otros menos, pero lo cierto es que todos los que pasaban por el sitio tenían que ver con ella, así fuera para ver si era flaca, gorda, fea o bonita. A nadie se le hubiera ocurrido que esa mujer a la que todos miraban tomaría una decisión fatal algunos meses después.
Me atrevo a jurar que somos muchos los que recordamos lo que estábamos haciendo en el preciso momento que nos enteramos de la trágica noticia. Lina Marulanda era una de esas personas que, para quienes no la conocíamos, lo tenía todo. O al menos, tenía todo aquello con lo cual soñamos; fama, belleza y fortuna. Sin embargo, la presentadora atravesaba una profunda depresión que la llevó hasta a perder la capacidad de sentir placer. Según un experto entrevistado por la periodista Diva Jessurum, las personas que padecen la misma depresión que Lina Marulanda pierden la capacidad de sentir placer. Llega un punto en que el dolor es tan intenso que no disfrutan cosas tan básicas como un atardecer o un postre.
Quienes la conocieron destacan sus cualidades. Aseguran que era una mujer disciplinada y con la inteligencia suficiente para salir del mal momento económico que atravesaba. Recuerdo una entrevista que dio su madre a la revista Cromos. La mujer contó que en alguna ocasión una prima quería meter a su hija en el modelaje pues la joven reunía todas las cualidades físicas para asegurarse una carrera en ese mundo. Le pidieron ayuda a Lina para que la relacionara, a lo que ella respondió “Yo no le voy a hacer ese daño”.
Me conmueve su tragedia también porque acabó con su vida en un punto muy particular de la misma. Estaba a solo un mes de cumplir 30 años. Había terminado la década que para muchos es la más importante de la vida, aquella donde la mayoría de gente define ámbitos como la profesión o la sexualidad. Muchos otros encuentran pareja, tienen hijos o descartan esta posibilidad. Los 30 son una edad a la que muchos le temen, pero Lina Marulanda no alcanzó a llegar hasta allá. Estando a dos meses de cumplir 30, es imposible no impresionarme todavía por lo ocurrido.